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Pablo Molina

Lo que TVE le debe a Maribel de 'Masterchef'

Sin ella el programa habría tenido un vuelo más corto que el pollo horneado al que Pepe Rodríguez intentó hacer el otro día un masaje cardíaco.

Sin ella el programa habría tenido un vuelo más corto que el pollo horneado al que Pepe Rodríguez intentó hacer el otro día un masaje cardíaco.

Como todos ustedes sabrán, y si no aquí estamos para contarlo, Masterchef es un programa de TVE basado en el mundo de la alta cocina, en el que los concursantes deben superar semana tras semana una serie de pruebas eliminatorias basadas en retos culinarios. El espacio es una versión del reality norteamericano Top Chef (no nos vamos a poner los españoles a inventar a estas alturas en un medio en el que los yanquis nos llevan décadas de adelanto), con la diferencia de que, mientras allí los participantes se dedican profesionalmente a la restauración, aquí el casting se ha hecho entre simples aficionados a los fogones. Lo cual es un acierto, porque el desarrollo del programa es más apasionante y los resultados, absolutamente imprevisibles.

Aunque el arranque de Masterchef fue discreto, el programa se ha consolidado en el horario estelar de los martes como líder de audiencia, lo que no está nada mal para un concurso en el que no salen Falete con trikini de cola ni exconcejalas progresistas despelotadas en Interviú. Pero a pesar de esas dos evidentes desventajas, el casting de Masterchef esconde algunas joyas que han ganado inmediatamente el favor del espectador medio, esté más o menos interesado en el mundo de la cocina. También los miembros del jurado ponen su grano de arena en este éxito (el papel de Eva González como presentadora es irrelevante), pero a los tres chefs encargados de juzgar los destrozos culinarios de los aprendices, Pepe Rodríguez, Jordi Cruz y Samantha Vallejo-Nájera, se les nota demasiado el esfuerzo por parecer cabreados con los concursantes, especialmente si conoces el espacio de Samantha en Canal Cocina y la has visto –como yo– pasarse el tiempo bailoteando y diciendo chorradas, fiel reflejo de su concepto sobre cuál debe ser el comportamiento de un  cocinero cuando sale por televisión. Afortunadamente, la pose impostada de severidad victoriana característica de las primeras emisiones se ha relajado y ahora ya hay miembros del jurado que hacen la resucitación cardiopulmonar a un pollo al horno cuando el concursante lo deja más crudo que las posibilidades del Real Murcia de ascender a primera división.

En el programa comenzaron 15 concursantes, de los que ahora sólo quedan ocho. Si las eliminaciones se hubieran realizado por votación popular, a estas alturas no quedaría ninguna mujer en el concurso, que es lo que ocurre siempre con las concursantes femeninas, especialmente si, en una ofensa intolerable, además son guapas. La inmensa mayoría de las personas que votan en esta clase de eventos son mujeres y eso implica estos daños colaterales, que sin embargo RTVE ha sabido sortear haciendo que estas decisiones recaigan en los verdaderos expertos, aunque ello suponga una afrenta para los fanáticos de la participación del pueblo en asuntos que no le competen y el ilustre cuerpo de defensoras del SMS como instrumento democrático. Gracias a este planteamiento arriesgado de la productora, Masterchef mantiene una exquisita paridad tras siete rondas, con cuatro hombres y cuatro mujeres pugnando todavía por alzarse con el premio final, nada menos que 100.000 euros y la edición de un libro de cocina que, con la publicidad añadida que aporta RTVE, será con toda seguridad un éxito editorial.

Pero la joya del programa, el concursante que concita la mayor atención popular, es sin duda Maribel, partidaria de "la cocina de subsistencia con elegancia", parlanchina incorregible, sesentona, ama de casa y residente en Benicarló. Un fenómeno de mujer. Su verborrea imparable, fruto del nerviosismo que la atenaza cada vez que el reloj se pone en marcha, es el condimento perfecto para mantener la atención del espectador durante el desarrollo de las pruebas, algo que la esmerada realización del programa explota en su justa medida. A Maribel no le gusta competir y las prisas la ponen de los nervios, dos cualidades perfectas para dar la nota en un concurso de televisión. Como además es buena persona y amiga de sus amigos, no es de extrañar que haya invitados que se presten a participar en las pruebas del programa simplemente para conocer personalmente a Maribel y hacerse fotos con ella, como ocurrió este pasado martes sin ir más lejos.

El vencedor de esta primera edición de Masterchef será Juan Manuel, un joven camarero de Almería con una mano privilegiada para llevar a cabo platillos deliciosos, pero sin Maribel el programa habría tenido un vuelo más corto que el pollo horneado al que Pepe Rodríguez intentó, en vano, hacerle el otro día un masaje cardíaco.

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