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Katy Mikhailova

Pequeñas mujeres

Una niña tiene que hacer cosas de niñas, no ser explotada en certámenes de moda que las tratan de asemejar a adultas.

 Una niña tiene que hacer cosas de niñas, no ser explotada en certámenes de moda que las tratan de asemejar a adultas.
Una imagen del filme Pequeña Miss Sunshine

¿‘Miss Inocencia’, ‘Miss Ingenuidad’ o tal vez ‘Miss Infancia Robada’? Se trata de abominables concursos de niñas que se convierten en mujeres, o quizá, sería más correcto decir que las convierten. ¿Acaso una niña nace con el deseo de exhibirse en concursos de belleza como ocurre en países como Francia?

Ahora el país galo decide tomar medidas. Ante esta explotación de muñecas y "princesas", el Senado ha prohibido, la semana pasada, este tipo de certámenes, decidiendo que las menores de 16 años no tienen derecho a presentarse a este tipo de concursos de belleza.

Es una lucha contra la hiper-sexualización de las niñas menores de edad, que son expuestas como marionetas a través de las cuales se genera fortuna. Empresas de cosméticos, firmas de ropa, organizadores, y demás patrocinadores sacan tajada de todo esto a base de atontar y quemar neuronas de pobres esponjas que absorben todo lo que les echan.

Una costumbre mucho más explotada, por cierto, en países latinoamericanos en los que hay incluso escuelas para aprender a "ser mujer", a "ser bellas" y a ser "femeninas". No está mal lo de ser femeninas, pues esto último escasea, como bien saben, entre ciertos estratos de España. Pero, ¿no sería acaso mejor enseñarles a pensar?

Si las misses adultas también cuentan con cierta lentitud mental –que me perdonen algunas amigas que conocí en el Certamen de Miss España en 2010 en Toledo, pues no siempre es así-, ¿qué pasará cuando, de pequeñas, ya se las empieza a ‘idiotizar’ aprehendiendo las pobres chicas ignorantes valores erróneos?

Se las educa, cuales geishas, a estar guapas, en lugar de explotar otros talentos más productivos. Una niña tiene que hacer cosas de niñas, independientemente de que salga coqueta o salga una marimacho que juega con chicos, que solo ve fútbol y le arranca la cabeza a las Barbies.

Luego, en la adolescencia todo se trastoca: a veces, la ‘cursi’ que viste de rosa chicle, se hace un piercing en la nariz; y la marimacho u opta por la alternativa lésbica o se convierte en una fulana que pasa las noches en Gabbana o en Kapital. Pero el tema es que, si hay algo de maravilloso en ser niños, es la naturalidad de no tener que ser nada más que eso: niños.

Entiendo que algunas jueguen a ser Maripepa, pintándose las caras, como puertas, las unas a las otras. Pero que los propios padres empujen a sus hijas a hacer de maniquíes hiper-maquilladas, hiper-perifolladas y comportándose como adultas, conduciéndolas involuntariamente a una variante de prostitución, no tiene sentido lógico ni visión del futuro; flaco favor les hacen. Una niña de 8 años, cuyo objetivo es ser la más bella del país, ¿qué aspiraciones va a tener?, ¿vender su virginidad, a precio de oro, con los 18? ¿Casarse con un futbolista del Olympique de Lyon?

Soy la primera que defiende la femineidad en las mujeres; porque somos mujeres y, como dije no hace mucho, Dios nos hizo diferentes a los hombres. Dios nos dio un útero y dos ovarios para perpetuar la humanidad. La femineidad está para adaptarla de manera natural y sencilla, pero nunca imponiéndola cuando la femineidad está todavía ausente del cuerpo y de la mente del neófito. Y esto de las ‘mini-misses’ es una aberración. ¿No se dan cuenta de que, también, todo esto alimenta las ansias de los pedófilos pues es, además, material gratuito para estos enfermos mentales?

Mientras Dolce&Banana estafan la hacienda italiana y defienden la violación en grupo de una mujer, Gucci apuesta por el porno transgresor, Prada por las lesbianas millonarias en sus campañas, Giorgio Armani se aprovecha de las pequeñas mujeres para promocionar su línea infantil de ropa.

No soy de las que piensan que, como decía Sigmund Freud, a los 4 años, las niñas tienen envidia de pene y los hombres padecen el Síndrome de Edipo. Eso es una chorrada… Yo nunca tuve envidia de pene, sino que sentía orgullo de haber nacido mujer para dejar una huella en este mundo, y con dos tacones, repito. Con dos, pero en su debido momento.

En Chic

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