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Katy Mikhailova

Del comunismo al idiotismo

Un gigantesco baúl de Louis Vuitton ha colonizado durante días la Plaza Roja, provocando la consiguiente polémica.

Un gigantesco baúl de Louis Vuitton ha colonizado durante días la Plaza Roja, provocando la consiguiente polémica.
Baúl de Louis Vuitton en la Plaza Roja | Cordon Press

La Plaza Roja de Moscú ha sido colonizada de una manera abrumadora, durante unos polémicos días, por un gigantesco baúl de Louis Vuitton, que hizo las maletas hace unos días para marchar a su país natal en busca de otra acogida más grata.

Es evidente que algo así no pasaría desapercibido molestando a más de uno. Y es que, como siempre, están los 'rojillos' protestando por semejante símbolo capitalista, mientras que los racionalistas burócratas –cuyas almas, quién sabe, también podrían deberle su felicidad a Lenin– piensan que la moda es frívola y abusiva, opinando con argumentos que aluden a las gigantescas dimensiones de la maleta en un lugar tan emblemático. De hecho, el propio Kremlin niega haber ordenado la retirada del cofre, a pesar de que el portavoz Dimitri Peskov llegara a alegar, hace unos días, que el único problema eran las dimensiones del "objeto".

Pero, ¿acaso desconocía el Kremlin el tamaño del baúl? O se hacen los tontos o realmente ha habido una malísima organización; con lo cual no se sabe qué es peor.

Lo que sí que invita a la reflexión es cómo se pasa de un extremo a otro. De hecho, la relación entre Louis Vuitton y el fin del Comunismo soviético tuvo su alianza cuando se produjo la caída de Muro de Berlín, al posar Gorbachov al lado de semejante muro con un bolso de la marca francesa. Y es que todo esto, paradójicamente, expresa la otra locura rusa obsesionada con la ostentación, el lujo y lo extremo. Clásica reacción ante una carencia importante que se vivió desgraciadamente después de los muchos años en los que a los rusos se les había despojado de lo que era de ellos, tras aquella masacre de los zares por parte de los de obreros liderados por Lenin. No puedo dejar de mencionar que mi bisabuelo luchó en el Ejército Blanco.

Y entonces llegó el comunismo… Llegó, se fue -en teoría-, y en la práctica aun pervive. ¡Bueno si pervive…! No hace falta irse a Rusia; vayan ustedes a la Ciudad Universitaria de Madrid, pues yo el otro día tuve que pasarme por mi antigua facultad por un tema de 'papeleo', y me encontré con un puesto encabezado por un perro-flauta ofreciendo panfletos en donde estaba escrita la palabra <Comunismo>.

El 'caso del baúl' afincado en la capital rusa durante unos días ha sido un claro ejemplo de rechazo hacia todo símbolo capitalista y burgués, al margen de si es feo o no semejante armatoste en medio de la Plaza Roja, decorado con unas bandas del color de la bandera rusa –que, según como se mire, hasta podría pasar por la bandera de los gabachos-.

Por añadidura, la retirada del baúl también ha puesto en manifiesto cómo un intento con fines benéficos ha sufrido una lamentable gestión y una decepcionante acogida por parte del pueblo ruso, tan frío y tan borde en algunas ocasiones, al mismo tiempo que pasional si nos referimos a su literatura, sus compositores y sus pintores.

De hecho, el otro día me conmovió hablar con el actual director general corporativo del Grupo Cortefiel, Ignacio Sierra, sobre su último viaje a Moscú. Era la tercera vez que iba allí por razones de negocio, siendo la empresa que lidera el tercer grupo textil más importante de España, y, en la cena en la que degustamos las ya famosas alcachofas de ‘Pimiento Verde’, me confesó que al fin consiguió ver, en medio de una ciudad de semejantes distancias, con una arquitectura semi-hostil y apabullante, un pequeño jardín con una iglesia ortodoxa al lado de la salida del Conservatorio Tchaikovsky, del cual salían rusos tras haber asistido a algún concierto. Ahí vio "un Moscú algo más pequeñito, más cálido y más simpático". Desde luego, parece que la música ablanda a las bestias.

Claro, de pequeñitas nada son sus dimensiones reales y menos las del baúl de la ‘maison’ francesa que alcanzaba los 9 metros de altura y los 30 metros de ancho, que iba a permanecer clavado en la plaza, a unos pocos metros del mausoleo de Lenin, hecho que probablemente a más de un defensor del régimen soviético se le antojaría como un escupitajo capitalista.

Cuestión aparte es resaltar la "coincidencia" de que la bellísima Vodianova sea la persona que apadrine la causa benéfica, ahora que está saliendo con el hijo del presidente de LVMH –Louis Vuitton Moët Henessy-.

Desde luego los rusos se han pasado del Comunismo a un Idiotismo extremo, puesto que en realidad aquél pervive en éste. Dicho en cristiano, es de idiota ser comunista, pero la ignorancia sigue siendo un punto inamovible del hombre que no quiere tomar conciencia de la realidad. Ojos que no ven, cerebro que no piensa. En cualquier caso, yo prefería el baúl ahí anclado antes que ver a aquel loco intentando clavarse sus testículos en la Plaza Roja, como protesta contra el sistema. Aunque no me termine de convencer del todo, parafraseando a Pérez Reverte: en Rusia hay más tontos que botellines de vodka.

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