El juez Elpidio Silva es un personaje singular (afortunadamente, porque, si hubiera muchos como él, tendríamos que escapar del país a nado). Esta semana nos enterábamos de que su exseñoría pretende financiarse ofreciendo cenas a quienes estén dispuestos a aflojar la mosca por el privilegio de su compañía.
Nuestros poetas, siempre hambrientos de cariño y vil metal, han entrado en ignición al conocer la noticia. No se lo tengan en cuenta. Ya saben cómo son.
MIS TARIFAS
por Fray Josepho
¿Quiere cenar conmigo? ¡Por supuesto!
Quinientos euros son (la cena, aparte).
Hablaremos de todo. De mi arte.
De cultura. De amor. De baloncesto.
De lo guapo que soy. De lo modesto
(simpático también, por otra parte).
De política... En fin, de lo que encarte.
Pregunte lo que quiera. Estoy dispuesto.
Cien euros más, y puede hacerme fotos.
Tocarme, no (compréndalo: mis votos).
Y luego ir a bailar. O lo que salga.
Si todo marcha bien, me vengo arriba...
y por otros quinientos (más el IVA)
le rubrico un soneto en plena nalga.
TIRANDO LOS PRECIOS
por Monsieur de Sans-Foy
¡Qué dices, quinientos, poeta insensato!
Por ese dinero, que es una fortuna,
me llevo de tapas a toda la Tuna...
(Te sobra, si sabes el sitio barato).
Aflojen, por barba, cincuenta lereles,
que yo hago de sherpa, que yo hago de guía.
Se suma al deleite de mi compañía
garito de lujo, con mesa y manteles.
Todita la culpa de mi sobrepeso,
(ligero, no piensen que estoy como un cerdo)
la tienen las tapas que masco y que muerdo
bajando los vinos del bar del Congreso.
Te tratan a cuerpo de Su Señoría,
te ponen cubatas, te dan canapés...
(¿Que cómo? Con estos bonitos carnés
que me hace en Sevilla la Imprenta Utopía).