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Ahora es una mujer "libre"

Ahí te quedas, Strauss Khan

Algo olía a podrido desde hace tiempo en el matrimonio Strauss-Khan. Y Anne Sinclair ha debido de cansarse en contradecir la realidad.

Algo olía a podrido desde hace tiempo en el matrimonio Strauss-Khan. Y Anne Sinclair ha debido de cansarse en contradecir la realidad.

Cada día que sucedió a aquél 15 de mayo del escándalo sexual en Nueva York, las ansias por publicar que Anne Sinclair había abandonado al otrora flamante director del FMI, aumentaban. Primaba la impaciencia. En los mentideros se hablaba del distanciamiento, del hartazgo de la periodista de un marido demasiado inquieto sexualmente. La ruptura se daba por hecho...pero no.

Lejos de abandonarle, Sinclair se emperró en contradecir la realidad con maniobras de gran impacto. Dejando a todo el mundo boquiabierto, puso en juego su fortuna, su crédito y su confianza en la versión de los hechos Strauss-Khan. Pagó un millón de dólares por su fianza, hipotecó su lujosa casa de Washington, y consagró todo su empeño en lograr la libertad condicional para su marido. Ni una grieta en el matrimonio. Ni una sombra de duda. Lucharían como una piña contra un mundo maledicente que se empeñaba en destruirles... Demasiado bonito, ¿no?

El cuento de hadas ha tardado un año en hacer aguas, pero finalmente ha terminado por naufragar. Este mismo sábado, Le Parisien publicaba una entrevista exclusiva con Anne Sinclair, en la que se descubría como "una mujer libre" que no tiene que "dar explicaciones a nadie". La periodista ha dado por terminado un matrimonio de dos décadas prolijo en escándalos e historias turbulentas, en las que se mezclan política, ambición, y variados escándalos sexuales.

El fracaso de la ambición

Aunque no lo haya dicho de manera explícita, todo el mundo extrae de las palabras de Sinclair que ha sido ella la encargada de pronunciar el Au Revoir, Dominique. Y es así porque, aunque se haya empeñado en vender su historia como un triunfo del amor, es por todos conocido quién ha sido la parte damnificada de esta unión.

Anne Sinclair pasó de ser una de las mujeres más influyentes de Francia -periodista afamada, millonaria- a abandonar toda su vida profesional para volcarse en la carrera de su marido cuando fue nombrado ministro de finanzas francés. El sueño de Strauss-Khan de liderar el Partido Socialista se convirtió en su única meta, en la que invirtió gran parte de su fortuna. Se mostraba imbatible, llegando a perdonarle incluso una infidelidad confesa con una economista húngara. Dominique estaba a un paso de enfrentarse a un desinflado Sarkozy, y es posible que Anne se visualizara a sí misma habitando El Elíseo. Y entonces, la hecatombe. Estalla el escándalo: agresión sexual, la camarera, la destitución del FMI, el descrédito. Todo su esfuerzo se va al traste. Los millones del abuelo de Sinclair se reinvirtieron entonces no en lograr su ascensión a los cielos del socialismo francés, sino a sacarle de los mismísimos infiernos.

Pero algo se había roto para siempre. Mientras interpretaba el papel de la esposa comprensiva y confiada, que, rebosante de fortaleza movería cielo y tierra para defender a su marido, Anne Sinclair también comenzó a apostar por ella misma. Tomó las riendas del Huffington Post, y volvió al periodismo. Quién sabe si quizá el reencuentro con su profesión y el hallazgo de nuevas metas ha provocado en Anne la necesidad de cerrar una etapa consagrada a un marido mujeriego, pendenciero, y que, ahora sí, tiene imposible la llegada a la gloria de la política francesa. La ambición, parece, ha cambiado de bando.

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