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Juntos contra viento, marea... y el Rey

La decisión de la infanta de permanecer con su marido supone una insubordinación explícita a don Juan Carlos, que ve así mermada su autoridad.

La decisión de la infanta de permanecer con su marido supone una insubordinación explícita a don Juan Carlos, que ve así mermada su autoridad.

Este verano, la decisión de la infanta de pasar sus vacaciones junto a su marido imputado y no con el resto de la Familia Real en Mallorca, como es tradición, no sólo rompió el protocolo y la costumbre, sino que dio la clave de lo que está sucediendo en la trastienda de Zarzuela.

La determinación de Cristina de Borbón de apoyar a su marido en tan difícil trance supone un legítimo esfuerzo para salvar su matrimonio, pero también y quizá más importante, una insubordinación explícita a las órdenes de don Juan Carlos, cuya presión para que la pareja se separe ha resultado completamente inútil.

Según algunos, la rebeldía de la infanta no hace sino subrayar la nula autoridad del Rey y ahondar en el desgaste de la institución, al ver éste su supremacía mermada por sus propios vástagos. Y además, un serio varapalo a la política dictada por don Juan Carlos, que ha decidido llevar la iniciativa todos estos meses en beneficio de don Felipe, principal adalid de la otra corriente subterránea, la que prefiere distanciarse del imputado Urdangarín cuanto más, mejor. Todo sea por salvaguardar el prestigio de la institución.

Un triunfo, el de don Juan Carlos, visible en los acontecimientos del lunes, en el que el estreno de la web remozada de la Casa Real -pese al protagonismo renovado de don Juan Carlos, el príncipe y su hija- no sólo no eliminaba la biografía de Urdangarín, sino que daba una aprobación nada tácita a sus delitos en Nóos.

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