Menú
Tiene 80 años

Teresa Berganza y su gala-homenaje en el Teatro Real

Ha cumplido 80 años y se retiró hace cinco al comprobar que le fallaba la voz.

Ha cumplido 80 años y se retiró hace cinco al comprobar que le fallaba la voz.
Teresa Berganza, en una imagen de 2005 | Cordon Press

Acontecimiento extraordinario este viernes, 21 de junio, en el madrileño Teatro Real. Una gala-homenaje a Teresa Berganza, la sensacional mezzosoprano, que cumplió 80 años el pasado 16 de marzo. Una efeméride hasta ahora manipulada, pues absolutamente en todas sus biografías figura como nacida en 1935. Coqueta siempre, "se quitaba" un par de añitos. El concierto en su honor se supone memorable, con la actuación de grandes voces operísticas, no anunciadas oficialmente, con la pretensión de que constituyan una sorpresa para la homenajeada y para el público, claro.

Aunque se han barajado nombres importantes, como el del bajo barítono Ruggero Raimondi y los no menos reconocidos Carlos Álvarez, barítono, y la soprano María Bayo. Plácido Domingo parece que no podrá estar presente. Sin embargo, Teresa Berganza sí que acudió (en su última comparecencia en el Real) al homenaje organizado al tenor madrileño cuando festejó sus setenta años. Tras la gala, tendrá lugar una cena en el propio restaurante, a cargo de destacados chefs.

Ahora bien: ¿cantará la Berganza en este gran día de su homenaje? No está previsto, pero es que nuestra gran diva lleva cinco años retirada. ¿Saben desde cuándo y por qué? Actuaba en un recital durante los cursos de la institución musical que lleva el nombre de Paloma O´Shea, en Santander. Aquel día, Teresa Berganza estaba muy preocupada porque iban a operar a su nieta. Tal vez por ello o, sencillamente por un inesperado problema vocal, el caso es que perdió momentáneamente la voz. Y ella se dijo: "¡Basta, hasta aquí he llegado!" Después de cincuenta y ocho años en los escenarios, decidió retirarse, desestimando hacerlo en una función especial, oficialmente. Desde entonces, ha dictado clases a jóvenes intérpretes, para no alejarse del todo de la ópera, que ha sido todo en su vida. Como en tiempos más lejanos también la zarzuela.

Hija del empleado de una compañía de gas y electricidad, muy aficionado a la música, Teresa Berganza, castiza madrileña de la calle de San Isidro, comenzó a tocar el piano, con un dedo, a la tierna edad de cinco años. Piano que compró su madre, tras recibir una herencia familiar, para satisfacer la afición del señor Berganza, de origen alavés. Éste adiestraría a su hija en sus primeras nociones de solfeo. A los quince años, Teresa participaba como "extra" en rodajes de películas de Juanito Valderrama, Juanita Reina y Carmen Sevilla. De esta última, La Hermana San Sulpicio, donde Teresa participó en el coro que entonaba el Ave María. Fue a partir de 1957 cuando se fraguó su notoriedad como mezzosoprano. Cantando lo mejor de Mozart, Rossini, Falla y sobre todo Bizet.

Está considerada la mejor intérprete de Carmen, heroína con quien se identificó: una mujer independiente a la que no sojuzgaba ningún hombre. Sólo ella elegía. Y en la vida, le sucedió algo parecido. Pero sin suerte. Dos matrimonios. El primero con el pianista Félix Lavilla, con quien tuvo tres hijos. Veinte años de unión, los últimos muy desgraciados. Ella volvió a desposarse. Con un exsacerdote, Josep Rifá Ferrer. Un gran error. Lo curioso es que, roto este segundo desposorio, él volvió a vestir los hábitos sacerdotales. De película. Lo cierto es que Teresa Berganza, triunfadora en su arte, fue infeliz en el amor. Y casi se arruinó en esos dos divorcios.

En su vida artística, muchos triunfos. Y altercados, hasta con el mismísimo Herbert von Karajan. Tarifaron en los ensayos con la Filarmónica de Viena. "Soy más musical que usted", le dijo ella. ¡Ya hay que tener valor! Como cuando suspendía más de una vez una función. Por respeto al público era su disculpa. Si no estaba bien de voz, no actuaba. Diva siempre. Le gustó jugar a serlo. Aprendió en ese sentido de María Callas, con la que congenió mucho. Y genio, mucho genio en la personalidad de esta grande del bel canto. Una de sus hijas, Cecilia Lavilla, es soprano. Han cantado juntas muchas veces.

Ahora, curada de heridas del pasado y aceptando el devenir del tiempo, ya octogenaria, es feliz en su amplia residencia de cuatrocientos metros. Es La Casa de la Reina, perteneciente al Patronato Nacional. Vive de alquiler. Y desde varias de sus estancias contempla el anexo Monasterio de El Escorial. Lugar de ensueño. Allí transcurren en idílica paz sus días. Y cuando este viernes pise el Teatro Real en su homenaje, seguro que, sensible como es por dentro aunque dura por fuera, no podrá impedir que alguna lágrima asome a sus mejillas, en su rostro aún terso. Por cierto: en ese escenario, nunca cantó ópera alguna. Tremenda paradoja para quien ha sido una de las más grandes mezzosopranos españolas de la historia de la ópera.

En Chic

    0
    comentarios