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El retorno veraniego de Danny Daniel

Hay cantantes que fueron número 1 y que se resisten a abandonar nuestra memoria.

Hay cantantes que fueron número 1 y que se resisten a abandonar nuestra memoria.
Danny Daniel | Cordon Press

Hay cantantes que fueron número 1 hace tres o cuatro décadas, cuya popularidad fue difuminándose pero que, gracias a sus canciones, aún se les recuerda con agrado. Es el caso, por ejemplo, de Danny Daniel, que ha vuelto hace unos meses a España para actuar durante este verano, evocando sus grandes éxitos: El vals de las mariposas, Por el amor de una mujer, 16 años, Viento de otoño, Niña, no te pintes tanto, Sé que me engañaste un día, De ti mujer yo siempre me he quejado, Nunca supe la verdad

Un repertorio propio que él continúa interpretando entre la nostalgia de muchos y la atención de los jóvenes que no alcanzaron a conocerlo en sus mejores años, mitad de los 70 del pasado siglo. Pero el asturiano aún conserva su buena, potente, aguda y lírica voz; se cuida, mantiene su aire atlético (en su juventud fue futbolista en Tercera División y tuvo entre sus compañeros a quien luego sería un ídolo, Quini), y no ha perdido ni vitalidad ni ilusión, en la víspera de cumplir setenta y un años, mañana lunes, 15 de julio. Nacido en Gijón, se llama en realidad Daniel Candón de la Campa. En su último disco, Por una mujer, editado la pasada primavera, ha vuelto a incluir las dos primeras canciones de la lista antes citada, más siete novedades. Es un baladista de inspiradas melodías románticas. Hace veinticinco años decidió dejarse la barba, que luce cenicienta, y nos recuerda, siquiera vagamente, el rostro de aquel intérprete de canciones country llamado Kenny Rogers.

Danny Daniel tiene una biografía novelesca. Una lesión lo apartó de los campos de fútbol. Siempre soñador, dejó su tierra asturiana en busca de fortuna. Entre los recuerdos, se llevaba el de una paisana con la que estuvo a punto de casarse, ella lo dejó y él la idealizó, sin descubrir su identidad, en la más popular de sus creaciones: Por el amor de una mujer. En Palma de Mallorca –primeros años 60- estuvo cantando en un pequeño hotel de C´an Pastilla. Se volvió loco por una sueca, Inger, y acabó yéndose tras ella. En el país de su amada se ganó la vida cortando troncos y en una fábrica de celulosa. Pero vivían lejos el uno del otro. Un fin de semana ella tomó su automóvil para reunirse con Danny y se estrelló a mitad del camino, perdiendo la vida. Para olvidar la tragedia, el gijonés se marchó a Hamburgo, encontró un restaurante mexicano en el popular barrio de San Pauli, entre bares y clubs de alterne, y se pasó allí un par de meses cantando rancheras y corridos. Echó de menos España, se enroló en un barco y con sólo cinco duros en el bolsillo desembarcó en el puerto de Barcelona.

De allí saltó a Mallorca: fue recepcionista de hotel, camarero y animador en un celler concurrido de guiris, donde terminaba su actuación montera en mano, para complacer a esa parroquia que cree que los españoles somos todos toreros. Comenzó a tocar la guitarra recibiendo clases de un profesor de Conservatorio. En realidad, su afición musical venía de su infancia, cuando su padre le regaló un acordeón; también había sido solista en el coro infantil de una iglesia de Ribadesella. Hacia 1968, Danny cantaba con un grupo llamado Los Palmeños, lo abandonó, cantó él solito vestido de esmoquin en la elegante sala Jartan´s y decidió ya su definitivo nombre artístico. Un año después componía su primera canción, musicando un poema de Gustavo Adolfo Bécquer. Y en aquel 1969 se unió a una cantante de góspel y espirituales negros, Donna Higtower, con quien compuso y grabó estos títulos: Dreams like mine, Si coges mi mano y El vals de las mariposas, que viene repitiéndose desde entonces en muchas fiestas nupciales de la República Dominicana y otros países caribeños. Los demás éxitos de Danny Daniel, a partir de 1972 con Este mundo es un conflicto, ya los consignamos al principio. Julio Iglesias le grabó Por el amor de una mujer y Dieciséis años. En un principio, Danny se oponía a esas versiones y así me lo manifestó. Cuando cobró sus buenos dividendos de autor, gracias a ellas, cambió de opinión. Y no sólo eso: instalado en Miami, porque aquí había mermado su popularidad, el asturiano acabó trabajando una larga temporada para Julio, quien le pagaba una mensualidad a cambio de cederle composiciones propias en exclusiva. Ahora, Danny dice esto: "Mi amistad con Julio Iglesias es inexistente, a pesar de que tuvimos una relación fraternal".

La historia sentimental de Danny Daniel contiene infinidad de pasajes amorosos, que le sirvieron de inspiración musical: "Mis canciones son vivencias; están dedicadas a mujeres que pasaron por mi vida". Entre ellas: la antes mencionada Donna Higtower, Marcia Bell (rubia actriz y cantante argentina, a la que ayudó en un principio Camilo Sesto), Bárbara Rey (con quien tuvo un fugaz romance) y Rocío Castilla, Miss Ecuador, con quien contrajo matrimonio en 1980 y tuvo un hijo. Rota la pareja, el cantante se trajo al niño a España, pero su suegro voló a Madrid y, en un descuido de Danny, el niño cayó en brazos de su abuelo, quien embarcó con él a Miami. Y aquel ya no volvió más a saber de su hijo. Rehízo Danny su vida con otra mujer, siendo padre de tres hijos: Daniela, Sara y Daniel. Su residencia la fijó en Florida, Estados Unidos. Desde allí, en estos últimos años se desplaza a México y a otros países de habla hispana donde mantiene su cotización musical. Entre sus últimos discos destaca el titulado Más allá del sentimiento, con boleros cubanos de hace un siglo. Este verano, como decíamos, está entre nosotros y es probable que muchos de ustedes, si viajan por tierras norteñas, sobre todo lo encuentren actuando en su tierra asturiana, que siempre ha añorado.

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