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Christine Granville: la espía favorita de Churchill

Esquiadora, reina de la belleza, modelo de James Bond y la mejor espía de la Segunda Guerra Mundial.

Esquiadora, reina de la belleza, modelo de James Bond y la mejor espía de la Segunda Guerra Mundial.

Si algún día la vida de Christine Granville llega finalmente al cine, lo complicado será encontrar un título a la altura del personaje: "La espía favorita de Churchill" "la mujer que inspiró a James Bond" "la mejor espía de la Segunda Guerra Mundial", "La agente 'rompecorazones'" "La mujer que plantó cara a los nazis"... Christine fue muchas cosas, pero antes de ser todas ellas fue Krystyna Skarbek.

Bajo este nombre nació cerca de Varsovia en 1915, en plena Guerra Mundial. Los primeros años transcurrieron según lo previsto para la hija de un duque como Jerzy Sarbek y una judía como Stefania Goldfeder, descendiente de banqueros. Educación exquisita, varios idiomas, un matrimonio perfecto...una vida aristocrática que Krystyna no tardaría mucho en dejar atrás. Con el crack financiero de su familia se vio obligada a trabajar en una fábrica de Fiat, lo que le provocaría una afección pulmonar, pero también la posibilidad de convertirse en la mejor espía de su tiempo.

Christine Granville

En 1937 se encontraba en las montañas de Tatra (sur de Polonia) tratando de recuperarse y practicando esquí en el idílico paraje. Era una joven bellísima -nombrada Miss Ski- a la que no faltaban pretendientes. Pero un resbalón dio un giro definitivo a su vida, alejándola para siempre de su país, al menos físicamente. En un accidente de esquí en Tatra conoció al ucraniano Jerzy Gizcki, con el que se casaría un año después para mudarse a Adis Abeba, donde él había sido nombrado cónsul de Polonia. Eso les salvó del exterminio.

Desde África vivieron la invasión alemana de Polonia y el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Krystyna nunca supo ni quiso huir. A través de Kenia la pareja llegó hasta Londres, con el objetivo de unirse a la lucha por la libertad en su país. Fueron reclutados por el Special Operations Executive (SOE) creado por Winston Churchill para combatir el nazismo en Inglaterra y Francia. Y entonces Krysyna se convirtió en Christine Granville.

La falsa tuberculosis

De ahí en adelante su vida se convirtió en la mejor película de espías jamás escrita, recogida en biografías como La espía que amó (Clare Mulley) o Agente SOE y la espía favorita de Churchill (Madeleine Masson).

Christine no dejó muro por derribar ni objetivo por cumplir: cruzó los Cárpatos esquiando para infiltrarse en Polonia desde Hungría, sobornó a militares alemanes, aterrizó en paracaídas sobre la Francia ocupada, organizó grupos de resistencia y sabotaje a los nazis en Alemania... Fue, en palabras de sus coetáneos, el mejor espía que tuvo la causa aliada durante la Segunda Guerra Mundial. Y también la primera mujer.

Además de su valor y sagacidad, su éxito se debe a que Christine era maestra en el único arte imprescindible: el engaño y la manipulación. Con su benigna sonrisa, convenció a a los oficiales de la Gestapo de que el paquete que intentaba introducir en Polonia era solo té para su madre enferma, cuando en realidad se trataba de propaganda británica.

Junto a miembros de la resistencia en la región de Haut-Savoie de Francia en agosto de 1944

Y es que incluso cuando era descubierta, la joven sabía cómo aprovecharse de los miedos de sus enemigos. Cuando en 1941 fue capturada junto a su segundo marido, Andrzej Kowerski, y estaban a punto de ser torturados; la espía tuvo una brillante idea: se mordió la lengua tan fuerte que comenzó a escupir sangre. Dijo que tenía tuberculosis, la auténtica bestia negra de la época. Una radiografía de sus pulmones dañados por la afección pulmonar hizo el resto: les dejaron marchar.

Tres años después, consiguió rescatar a tres agentes aliados claves en el conflicto bélico. El coronel Cammaerts (Scotland Yard) el capitán Sorensen (servicio estadounidense) y el comandante Zane Fielding iban a ser fusilados tras ser detenidos en un falso convoy humanitario. A Christine le bastaron 12 horas para que el comandante alemán Fritz Harlan les liberase, aprovechándose de su profundo conocimiento del frente de batalla: "Si aceptas, tu vida y la de tus tropas será respetada cuando lleguen los aliados. Si los tres prisioneros o yo sufrimos el menor daño, todos los alemanes de esta prisión, con usted al frente, serán ahorcados tan pronto sea ocupado este país", le dijo. Salieron de la sede de la Gestapo por su propio pie.

La espía que todos amaban

Pero no hay relato de la vida de Christine Granville que se resista a glosar su excepcional atractivo personal, al que no se resistían "ni los perros". Todas sus biografías reseñan la misma anécdota, en la que una patrulla alemana asignó un can para seguir el rastro de la espía. El animal se pasó inmediatamente al bando aliado en las faldas de Christine y jamás volvió con los alemanes.

"Su atractivo está causando ciertas dificultades", informaban los agentes británicos en los informes que mandaban a Londres desde Budapest. Uno de sus pretendientes se había disparado en una pierna y lanzado al Danubio helado, desesperado por la falta de atención de Christine.

También conocida por Jacquelin Armand o Pauline, había iniciado una nueva relación con Andrezj Koweski, un exoficial polaco reconvertido en agente británico, que se encargaba de ayudar a salir de Polonia a militares y agentes aliados. Pero no fue su único amor: durante todo el desarrollo de la guerra, numerosos agentes se convirtieron en sus amantes fugaces.

Durante mucho tiempo, se rumoreó que Christine mantuvo una relación con Ian Fleming, pero no existe ninguna evidencia de ello más allá del profundo conocimiento que el creador de James Bond tenía de la historia de Christine. Un año después de la muerte de la espía, Flemming publicó Casino Royale donde aparecía la primera chica Bond. Vesper Lynd: una bellísima y enigmática morena, creada a la imagen de quien fuera una vez Miss Ski.

La hija de Churchill fue quien confesó que a su padre le apasionaban las hazañas de Christine, a la que tildaba de "su favorita".

Muerta en el olvido

Pero la historia de aventuras e hitos de Christine se acaba con la Segunda Guerra Mundial. Su labor fue premiada y reconocida con toda la pompa tanto por Francia como por Gran Bretaña: recibió la George Medal, la Croix de Guerre y fue nombrada oficial de la Orden del Imperio Británico. Pero pronto todos la olvidaron tan rápido como Polonia, donde no pudo volver.

Tampoco encontró su hueco en la Gran Bretaña de posguerra. "No sabe escribir, no tiene experiencia en ningún trabajo de oficina y no es una persona fácil", contestaban las instancias oficiales. Christine dejó de ser excepcional y pasó a ser una mujer más de su época, obligada a desempeñar trabajos menores en un mundo más difícil de lo que lo fue el campo de batalla. Fue telefonista, ayudante de ventas, azafata de barco, dependienta...

Al final, fue un hombre enamorado quien acabó con su vida. El 15 de junio de 1952 Dennis Muldowney le cortó el cuello de un navajazo en el vestíbulo de West London Hotel de Kensington. Decía que estaba enamorado, que no soportaba su rechazo... lo mismo da. Fue condenado y ahorcado ese mismo septiembre.

¿A quién amó la espía que amó? "Amó la adrenalina las aventuras, amó a los hombres... pero por encima de todo amó la libertad, la de su país y la suya", contesta su biógrafa. Por eso, es muy probable que Christine hubiera muerto antes de cumplir los cuarenta y cuatro años.

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