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Luis Alfonso de Borbón sigue manteniendo el sueño de ser rey de Francia

El hijo del duque de Cádiz sigue albergando el sueño de ser, algún día, rey de Francia, pese al poco interés de los franceses.

El hijo del duque de Cádiz sigue albergando el sueño de ser, algún día, rey de Francia, pese al poco interés de los franceses.
Luis Alfonso de Borbón | Cordon Press/Archivo

Luis Alfonso de Borbón Martínez-Bordiú acaba de cumplir cuarenta años. Coincidiendo con la efeméride asistió días atrás a una tradicional ceremonia en la ciudad francesa de Aigues-Mortes, organizada por los legitimistas que lo mantienen como pretendiente al trono de nuestro vecino país. Convencido de ello, manifestó a un redactor del diario Le Fígaro que "quiero continuar el deseo de mis antepasados de construir un mañana mejor que hoy". Tamaña opinión, como se supone, no entraña compromiso alguno. Cualquiera podría rubricarla. Pero en el fondo, el hijo del desventurado duque de Cádiz (de cuya trágica muerte en unas pistas de esquí de Colorado se cumplieron veinticinco años en enero último) alberga el sueño de ser algún día rey de Francia, improbable deseo por cuanto no se conoce que, salvo los pocos ultramontanos que lo secundan, los ciudadanos de aquella República se hayan manifestado interesados en cambiar de régimen.

Sin duda, el mentado no es tan tonto como para ignorar esa realidad. A un redactor de París-Match le confesó un día: "No es un camino fácil". Lo que hace anualmente es asistir a misas, recepciones, conferencias a las que es invitado por esos iluminados que lo mantienen como el heredero al hipotético trono francés. Se siente halagado por ello y mucho más su bella esposa, Margarita Vargas Santaella, con la que en noviembre de este año hará diez años que lleva felizmente casado. Venezolana, es hija de un potentado banquero, presidente del Banco Occidental de Descuento, de nombre Víctor José Vargas, del que se cuenta financió la primera campaña presidencial del hoy difunto Hugo Chávez.

Luis Alfonso de Borbón posee la carta de identidad francesa (sin renunciar a la que le corresponde por nacimiento, española), en la que se le reconoce el tratamiento de alteza real y el título de duque de Borbón. Por supuesto sin validez alguna en nuestro país, en lo que corresponde a tratamiento nobiliario. Aquí, puede que algún día herede los títulos familiares maternos, el Ducado de Cádiz y el Marquesado de Villaverde (que un día llevó su madre y el otro hoy en poder de su abuela). Pero en Francia, nuestro protagonista resulta que se hace llamar duque de Anjou, en razón a sus pretensiones reales, en tanto sus hijos, los gemelos Luis y Alfonso, llevan aparejados sus Ducados de Burgundy y Berry, respectivamente y la benjamina, Eugenia, simplemente, princesa. La familia de sus suegros venezolanos está encantada de que esta descendencia mantenga tales prerrogativas. Y Luis Alfonso de Borbón, a su vez, muy contento de haber emparentado con un clan millonario. Hay que recordar que su difunto padre mantuvo en vida una existencia de muy ajustado presupuesto, el de un funcionario del Banco Exterior de España.

El destino desgraciado de esta rama borbónica llevó a Luis Alfonso de Borbón a sobrellevar el inmenso dolor de perder a su progenitor y a su hermano mayor, Francis, en aquel accidente de automóvil mortal del que sobrevivió milagrosamente. Puede que ese papel de pretendiente al trono francés lo mantenga como un homenaje a su padre, quien convencido de que nunca reinaría en España se aprestó en su día a sus aspiraciones francesas. En cambio, la madre, María del Carmen Martínez-Bordiú, supo siempre que su marido era presa de unos incomprensibles, para ella, delirios; los que ahora sostiene Luis Alfonso.

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El duque de Cádiz y Carmen Martínez Bordiú | Archivo/Cordon Press

Pero ¿en qué se basa para sus pretensiones? Felipe V, el primer Borbón que inauguró esa dinastía en España, renunció a sus derechos al trono de Francia, así como para sus descendientes, en el curso de las conversaciones del Tratado de Utrech.Ningún monarca español adujo posteriormente deseo alguno de aspirar a ser rey de los galos, ni siquiera Alfonso XIII. Sin embargo, uno de los hijos de éste, don Jaime, y posteriormente su hijo Alfonso, se empeñaron en convertirse en duque de Anjou, y con ello alegaron tener razones para esa ilusoria pretensión. Cuando la historia señala a la dinastía de los Orleans, representada por el conde de París, hoy Juan de Francia, provenientes de la rama de los Capeto, como la que, en el caso de que la Monarquía retornara a Francia, estaría legitimada para reinar.

Mas tales razonamientos son permanente ignorados por los legitimistas ultras, que apoyan la candidatura de nuestro compatriota, Luis Alfonso de Borbón. Quien si bien se gana los garbanzos con un sueldo millonario que le proporciona el banco de su querido suegro, no hace ascos a ese delirio de sentirse sucesor de aquel lejano Luis IX de Francia. Es aquello del quijotesco sueño imposible que cantaba el protagonista de "El hombre de la Mancha".

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