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La hazaña de Enrique Iglesias, todo un 'Latin Lover'

Su padre mantiene la misma postura, negándole el pan y la sal, sin reconocerle el gran éxito que disfruta.

Su padre mantiene la misma postura, negándole el pan y la sal, sin reconocerle el gran éxito que disfruta.
Enrique Iglesias | Cordon Press

Treinta y nueve primaveras cumplió Enrique Iglesias el pasado 8 de mayo. Con una carrera musical que nadie podía presagiar, sobre todo en España, cuando debutó siendo un desconocido veinteañero, sin contar para nada con la que hubiera sido fundamental ayuda de su famoso papá. Eso sucedió en 1995. Nacido en Madrid, tercero de los hijos del matrimonio de Julio Iglesias e Isabel Preysler, contaba sólo tres años cuando sus padres se divorciaron. Al producirse el secuestro de su abuelo paterno, el doctor Iglesias Puga, sus progenitores acordaron que para mayor seguridad de su prole, lo más prudente era que Chabeli, Julio José y Enrique se fueran a vivir a Miami, a la inmensa mansión del cantante en la privilegiada zona de Indian Creek. Claro que al padre lo veían poco, con tantos desplazamientos profesionales. Y resulta que doña Charo, su abuela, prefería estar con sus otros nietos, los descendientes de su hijo Carlos.

Entre unas cosas y otras, la educación de esos niños no corrió ni a cargo de la madre, ni del padre. Pasaban muchas horas en el hogar cercano de los Fraile, la familia del mánager de Julio. Y sobre todo, quien en verdad cuidó de ellos fue una abnegada mujer, de nombre Elvira Olivares. "La seño". O "La tata", como se las llama en otros sitios. Que quiso a los tres como a su propia parentela. Y hasta parece que Enrique fuera "su ojito derecho". Estudió éste Administración de Empresas en un colegio de Miami, pero ya desde adolescente mostraba afición por la música; como su hermano mayor. Más tímido y circunspecto aquél, hasta tiempos más recientes, cuando "se ha soltado el pelo" y es ocurrente dentro y fuera de los escenarios. No tanto como Julio José, desde luego.

Posaban los tres hermanos cuando su padre así los requería para los enviados especiales de ¡Hola!, contribuyendo pacientemente a la supuesta idílica armonía familiar del ídolo de la canción. Y llegó el día en el que Enrique Iglesias quiso probar suerte grabando una maqueta de pruebas, de cara a un posible disco. Pero, de momento, no le dijo nada al autor de sus días. Pidió prestados unos dólares a "La seño" y Elvira se desprendió de quinientos. Cuando el muchacho quiso que escucharan sus primeros gorgoritos en algunos estudios y emisoras se guardó mucho en desvelar su identidad, inventándosela, presentándose como Enrique Martínez, natural de Guatemala. También tenía su orgullo y su primer trabajo quería "currárselo" por méritos propios. Bien sabía él que al "divino Julio Iglesias" no le podría hacer gracia alguna que alguno de los suyos se dedicara también al mundo del espectáculo. Con otra ayuda económica de "La seño", Enrique pudo afrontar el lanzamiento musical de su primer disco, lleno de esperanzas. Se da la circunstancia que ese dinero con el que se financiaba la grabación lo había cobrado la señora que lo cuidaba con la indemnización tras ser despedida por el creador de "La vida sigue igual", que en uno de sus violentos raptos de malhumor y soberbia la mandó a hacer gárgaras y no quería pagarle nada por daños y perjuicios.

Cuando aquel disco primerizo de Enrique Iglesias llegó a oídos de su famoso padre éste le dijo sin rodeos: "Es una mierda". Añadiéndole que ignoraba a qué clientela se dirigía, si a la española o a la americana. Inútil resultó que el chico le hiciera comprender que su público sería quinceañero, muy joven. Vendió un millón de copias. En otros posteriores alcanzó el doble de ventas. Sonaba aquello de "Experiencia religiosa". Y Julio Iglesias, insensible e ignorando tan reales resultados, seguía creyendo que su hijo los obtenía a costa de su apellido. "¡Ya haremos un disco juntos, no tengas prisa, hijo, que puede que llegues…!" Vaya que sí llegó… Pero nunca volvió a pedirle consejos. Tiene hacia él una relación puramente superficial, intentando mantener las buenas formas. Su padre mantiene la misma postura, negándole el pan y la sal, sin reconocerle el gran éxito que disfruta. "Sostenella y no enmendalla", que se decía hace siglos.

A estas alturas de la película Enrique Iglesias tiene diez álbumes de estudio grabados, ha vendido más de sesenta millones de discos, conseguido todos los premios a los que puede aspirar un ídolo del pop latino y es reconocido musicalmente en casi todo el mundo, sobre todo el hispanoamericano, gustando también en ambientes puramente sajones, pues sabido es que, siendo bilingüe, alterna su repertorio en español e inglés. En el que abundan duetos preferentemente con las estrellas más cotizadas de ese entorno caribeño. Como sucede en su último disco, Sex love, donde se escucha su voz junto a la del cubano Pitbull ("I´a freak", "Let me be your lover"), con quien en septiembre próximo tiene dispuesta una gira por los Estados Unidos; o también la del neoyorquino de la bachata Romeo Santos ("Loco", premiada como "Hot latin song" por la revista "Billboard", tema que asimismo incluye por otro lado con India Martínez). Sin olvidarnos de otro dúo con el ya consagrado Marco Antonio Solís ("El perdedor") y la voz siempre excitante de Kylie Minogue ("Beautiful"). Aunque ahora mismo la pieza que más se escucha es "Bailando", que arrasa en las listas latinas, con los grupos cubanos Descemer y Gente de Zona. Pop latino "cañero", baladas dulces, en una atractiva amalgama, que sitúan ahora mismo a Enrique Iglesias en la vanguardia de ese género. Como un latin lover, ya en la frontera de los cuarenta años. La próxima semana tiene anunciados dos conciertos en el Luna Park de Buenos Aires. Adorado por millones de "fans"… y sin proyectos inmediatos de pasar por la vicaría, o el juzgado, de la mano de su enamorada, la tenista Anna Kournikova. Con la que lleva de relaciones doce años. Puede que tenga presente siempre el fracaso matrimonial de sus padres. Mas lo cierto es que no muestra afición alguna por el casorio.

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