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Musas del destape

Silvia Tortosa, una vida de melodrama

Tres matrimonios, amores con final triste... la vida de la fallecida Silvia Tortosa ha sido de lo más melodramática.

Tres matrimonios, amores con final triste... la vida de la fallecida Silvia Tortosa ha sido de lo más melodramática.
Silvia Tortosa | Archivo

Hay actrices cuyas vidas reales superan los argumentos agridulces, melodramáticos, propios de culebrones televisivos que han interpretado en su profesión. Uno de esos casos es el de la fallecida Silvia Tortosa, nacida en Barcelona en el seno de una familia modesta, hija de un taxista, formada artísticamente en la Escuela Massana y en el Instituto del Teatro. Su identidad completa es la de Silvia Eulalia Catalina Tortosa López. Debutó en las tablas con quince años. Que la incluyamos en esta sección semanal se justifica entre otras razones por su participación en películas donde mostró los encantos de su anatomía al natural, en particular en la titulada La señora, de 1987, cuyo guión lo firmó ella misma adaptándolo de una novela, amén de interpretar el personaje central, sensual y provocativo. "Fue un destape voluntario, integral, escandaloso pero muy bello". Aunque con anterioridad, en los años de la transición ya se había desnudado varias veces ante las cámaras, así como en las páginas de Interviú.

Su primer filme destacado fue Pánico en el Transiberiano, de 1972, junto a dos "monstruos" –nunca mejor dicho- del cine de terror: Peter Cushing y Christopher Lee. Destacó asimismo en la ópera prima, como realizador, de Fernando Méndez-Leite, "El hombre de moda" y lució de nuevo su palmito en comedias de enredo. De mayor enjundia fueron algunos de sus trabajos escénicos (El avaro, La herida luminosa, Cara de plata…) así como en la pequeña pantalla intervino en series de éxito (La huella del crimen, Bajo el mismo techo, Vecinos) y se reveló como feliz presentadora en el recordado programa musical Aplauso.

Otra faceta suya es la de cantante. Grabó a finales de los 70 un disco, "Como envuelta en algodón", que no llegó a comercializarse al negarse a que saliera al mercado. No vaciló en cantar en una de sus últimas películas, La hermana, interpretando versiones de "El mundo", de Jimmy Fontana, y "La lontananza", de Doménico Modugno. A su "curriculum" podemos añadirle su faceta de dibujante y pintora, que experimentó en sus años juveniles.

La vida personal de Silvia Tortosa parece extraída de una novela rosa llena de altibajos y contrastes sentimentales. Se casó muy joven, teniendo diecinueve años, doce menos que su marido, el director teatral Hermann Bonnin. Resulta confuso que en su libro de memorias, "Mi vida oculta. Un desnudo total interior", publicado en 2007, contara que su primer marido se llamaba Alfredo. Contrastado por nosotros está que era el anteriormente citado, de ascendencia germana. Acaso escribió a propósito ese cambio de nombre, cual un disfraz, pues nos revelaba que aquel matrimonio nunca se consumó, por lo que no le resultó difícil romperlo.

Luego entró en su vida un malogrado actor, Rafael Arcos, que por culpa de su incontrolado alcoholismo, acabó con su propia existencia, años después de que Silvia Tortosa, muy enamorada de él, tuviera poco menos que echarlo de casa. Lamentable, pues era un hombre muy considerado en los ambientes teatrales y en los estudios de doblaje. Más adelante, ella ahogó sus penas y problemas con un compositor. Y después, se prendó de un cantautor malagueño, más joven que ella, José Umbral. La convivencia entre ambos fue difícil: siendo él un prometedor intérprete de un nuevo tipo de coplas andaluzas, que llegó a ganar una edición del Festival de Benidorm, no acabó de alcanzar el triunfo que intentaba, en tanto Silvia hasta desatendía algunas de sus obligaciones por atenderlo. Acabaron separándose, desde luego como buenos amigos.

En un viaje aéreo, la actriz barcelonesa conoció a un ingeniero aeronáutico norteamericano, Charles Davis, con quien se casó semanas después en Pensylvania. A los cuatro meses, él murió. Y poco tiempo más tarde contrajo un tercer matrimonio con el inglés Dave Harper, amigo de su anterior marido. Era dueño de un restaurante y se establecieron en Maryland, Estados Unidos. No les duró mucho tiempo la felicidad a la pareja. Ambas bodas qué duda cabe le pasaron factura a Silvia Tortosa cuando quiso reintegrarse a la vida artística española. Como nunca pudo resistir vivir en soledad, llena de nuevas esperanzas, creyó encontrar en Internet, ya en el nuevo siglo, el medio para establecer contacto con desconocidos corresponsales. Pero las relaciones con esos internautas no fueron lo afortunadas que ella perseguía hasta que Carlos Cánovas se convirtió en su última pareja conocida, que le aportó la estabilidad buscada. También este compañero sentimental es más joven: veintitrés años menos que ella.

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En una visita a esRadio | Archivo

Sus apariciones teatrales han sido ya más escasas en los últimos tiempos, cuando se ha dedicado a pronunciar conferencias y asistir a mesas redondas. Sigue siendo una mujer bella, muy activa, que en cualquier momento puede sorprendernos con algún proyecto que engrose su interesante aunque irregular trayectoria artística. Lo que dudamos es que vuelva a pasar por la vicaría o los juzgados. Tres matrimonios son suficientes, según piensa ella misma.

¡Ah! En ese libro de recuerdos que mencionamos, la actriz se sirvió del nombre de aquel "Conejo de la suerte" que hizo las delicias de los niños de hace unas décadas, "Bugs Bunny", y simula en su relato "conversar" con él, o bien citarlo simplemente a lo largo de las casi cuatrocientas páginas del texto. No hará falta que seamos explícitos en las razones que está claro mantuvo Silvia Tortosa para ello, con el propósito de confiarnos sus íntimos pensamientos sexuales. Un toque de picardía expuesto desde luego sin caer en el chiste fácil o la ordinariez.

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