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Carlos Pérez Gimeno

El triunfo de Felipe y Letizia

La proclamación tuvo lugar en un día soleado y dio lugar a todo tipo de anécdotas.

La proclamación tuvo lugar en un día soleado y dio lugar a todo tipo de anécdotas.
Felipe y Letizia, en el Palacio de Oriente | Cordon Press

Con un día inmejorable, buena temperatura, mucho sol y luz, transcurrió la proclamación de Felipe VI. Nada que ver con el día de su boda, que no pudo ser más deslucido.

La recién estrenada reina Letizia volvió a confiar en su diseñador de cabecera, con un traje-joya blanco roto nada arriesgado, a pesar de las piedras que llevaba en la parte superior delantera a base de topacios y amatistas, entre otras gemas, que le sentaban francamente bien. Tan solo lució unos pendientes de brillantes en forma de estrellitas y, como condecoración, un lazo de la Orden de Carlos III.

Una Reina demasiado sobria para un día tan señalado: una sortija o alguna otra joya no hubiera estado de más. Como era de esperar al ya rey Felipe VI, con ese porte y altura, da gloria verle.

A doña Letizia se la ha podido ver mucho mas relajada que en veces anteriores. No estaba tan tensa, y en todo momento aparecía pendiente de las niñas, que han dado una lección de educación y saber estar fantástico.

Las miradas de complicidad de los nuevos reyes han sido constantes, y las muestras de cariño en diferentes ocasiones dejan bien claro la buena relación que hay entre ambos. Para que luego digan que ese matrimonio no funcionaba y que estaban en una permanente crisis. Me gustaría saber lo que opinan ahora los mismos que se inventaron tal embuste.

Un día en el que no ha faltado alguna anécdota, como la de la ministra Ana Pastor haciendo fotos con su móvil, o la que mas me llamó la atención, la de una de las invitadas -desconozco quién era- que mientras iba a saludar a los nuevos monarcas, iba con su teléfono en ristre, y antes de efectuar el saludo les hizo varias instantáneas. Tan solo le faltó hacerse un selfie. Me quedé mudo cuando lo vi, al igual que la aparición de David Bisbal, con barba de tres días, y camisa abierta, sin corbata, dando muestras de una terrible vulgaridad.

Y yo me pregunto: ¿no habrá nadie que lo asesore, y le indique cómo tiene que vestirse para cada ocasión, ya que por sí solo no sabe? No tengo palabras. La representación del mundo de la música ha sido atroz, nada que ver con la taurina, representada por José María Manzanares, Enrique Ponce, o el Juli entre otros diestros, todos con perfectos trajes azul marino. Como debe ser.

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