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Plácido Domingo: canciones del Mediterráneo

A punto de cumplir setenta y cuatro años (el próximo 21 de enero) mantiene su agenda de trabajo a pleno rendimiento.

A punto de cumplir setenta y cuatro años (el próximo 21 de enero) mantiene su agenda de trabajo a pleno rendimiento.
Plácido Domingo | Cordon Press

La vitalidad de Plácido Domingo ya no sorprende a sus múltiples seguidores, acostumbrados a su intenso ritmo de vida profesional. A punto de cumplir setenta y cuatro años (el próximo 21 de enero) mantiene su agenda de trabajo a pleno rendimiento. Lo más reciente es su disco Encanto del mar, donde hace un repaso a canciones populares de países bañados por el Mediterráneo. Respecto a España, seleccionó el tema que le da nombre compuesto por Joan Manuel Serrat, que se considera lo mejor del repertorio de éste y, sin duda, uno de los más escuchados entre nosotros en las últimas décadas. Acostumbrados a su versión original, la del gran tenor madrileño suena de manera distinta, lógicamente y enriquece en cualquier caso la melodía. Sin que acertemos a saber por qué, también en esta grabación de Plácido Domingo se encuentran otras dos versiones suyas sin relación directa con el título genérico del disco: la de un fragmento del universal Concierto de Aranjuez, del maestro Joaquín Rodrigo y el no menos reconocido "El cant dels ocells" (aquel del que Pablo Casals realizara una virtuosa interpretación instrumental). Ahora bien: figuran asimismo títulos como "En Mediterranée", que compusiera Georges Moustaki y el archiconocido "Torna a Surriento" del inconfundible folclore napolitano tan clásico en el repertorio popular de todo tenor que se precie. Plácido Domingo es uno de los más acreditados tenores del mundo pero además accede en muchas ocasiones a interpretar con voz de barítono, que es lo que ha resuelto en la mayoría de las piezas del Cd que nos ocupa. Donde además de hacerlo en español e italiano, demuestra su versatilidad y dominio de otras lenguas: árabe, greco-chipriota, corso, ladino (en recuerdo de los judíos sefardíes que en la diáspora siguieron conservando nuestro idioma y aún lo hacen algunos miles)… De Plácido alguien dijo una vez que era judío. Se lo recordé en cierta ocasión y me contestó lo siguiente: "Aquello partió de una entrevista que me hicieron, recordando los dos años y medio que viví en Israel, desde diciembre de 1962 a principios de l965, cuando yo empezaba mi carrera". No es judío, pero tiene simpatías por Israel sin que ello le impida sostenerlas igual hacia los pueblos árabes. Porque él es un cantante internacional que no entiende de banderías.

Plácido Domingo vuelve a mostrar con este disco dedicado al Mediterráneo su interés por la música popular, como en tiempos cantaba rancheras mexicanas en los inicios de su profesión y también zarzuelas. Ha llegado a grabar un disco de coplas y pasodobles. Y aquel otro de tangos argentinos, tan criticado. Porque con su voz, bien de tenor o de barítono, como decíamos, esas canciones suenan de otra manera, con unos registros vocales diferentes y unos arreglos menos convencionales. Su prodigiosa voz es algo que no se discute. En una de las varias entrevistas que mantuve con él en el transcurso de los años, cenando frente a frente en el ya desaparecido restaurante madrileño Jockey suscité la leyenda de si un cantante como él, emitiendo una nota alta, no necesariamente el consabido "do de pecho", podría romper una copa de cristal, como las que teníamos en aquella mesa. "¿Quieres que lo intente? Podría conseguirlo, sí…". Y nos reímos.

Le pregunté en uno de esos encuentros qué hacía antes y después de una actuación: "Guardar silencio durante un día entero. Y tomarme una pastilla de menta". Su salud ha estado algo quebradiza en los últimos tiempos. En 2010 fue operado urgentemente de un cáncer de colon, recuperándose en seguida. En julio de 2013 sufrió una embolia pulmonar. Y asimismo salió adelante rápidamente. La verdad es que, a su edad, puede presumir de una vida pletórica teniendo también en cuenta su frenética actividad. Actual director de la Ópera Nacional de Washington y la de Los Ángeles, alterna sus representaciones de cantante con su faceta de director de orquesta. Y así, tiene comprometida su presencia, en lo que a España se refiere, en Elche, donde el 20 de diciembre dirigirá un concierto, y asimismo en el Palau de las Artes de Valencia, entre diciembre y enero, con Manon Lescaut y Doña Francisquita, ópera y zarzuela, respectivamente, como se sabe. El repertorio habitual de Plácido Domingo se compone de una veintena de óperas. En cuanto a su futuro inmediato ha firmado contratos de aquí hasta dentro de tres temporadas.

No canta exclusivamente por dinero. Ha ganado ya lo suficiente para haberse retirado tras su larga carrera, cercana a los sesenta años en los escenarios de todo el mundo. Pero cantar es su vida. Carrera que dirige uno de los hijos de su segundo matrimonio con la mexicana Marta Ornelas, Álvaro, el menor de los tres. El mismo que se ocupa de administrar las ganancias de su famoso padre, que ha invertido parcialmente en un complejo inmobiliario de Acapulco. Se dice que buena parte de su fortuna la podría tener en algún paraíso fiscal, apuntándose Jersey como probable, mas es algo que, se comprenderá, no es fácil de saber. En el pasado, algunos divos del bel canto solían tener cuentas abiertas en Mónaco, cuyo Principado parece que era más permisivo en cuestiones fiscales. Al margen de ello, Plácido Domingo ya no es aquel galán del que se rumoreaba mantenía muy discretamente más de una conquista femenina, quien sin perder su atractivo otoñal, disfruta mucho con su familia. Es abuelo de ocho nietos. Cuando está con ellos, muestra su imagen más entrañable. La afición favorita para él: asistir a cualquier partido de fútbol donde juegue la Selección Española… o el Real Madrid, del que es socio. Tanto es así que grabó un nuevo himno del equipo merengue no hace mucho tiempo, aunque no haya cuajado en la memoria de sus seguidores como el archisabido "¡Hala Madrid!" que estrenara en disco hace la friolera de sesenta años el manchego de Tomelloso, recriado en Albacete, José de Aguilar.

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