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Una duquesa de Alba "golfa", "divertida" y "bohemia": el retrato de Raúl del Pozo

El periodista Raúl del Pozo hace este viernes un bello retrato de Cayetana de Alba, sin tapar sus defectos y recordando una época que ya se fue.

El periodista Raúl del Pozo hace este viernes un bello retrato de Cayetana de Alba, sin tapar sus defectos y recordando una época que ya se fue.
Cayetana de Alba | Cordon Press

En una prensa repleta de obituarios sobre la duquesa de Alba, destaca uno: el que hace el periodista Raúl del Pozo en El Mundo. Bajo el título Cayetana, Maja del Capote, Del Pozo califica la muerte de la duquesa como el "fin de raza, la última efigie de los Alba" y "símbolo de la épica". Rememora cuando la conoció en Liria haciéndole en la entrevista, "en el apogeo de su rara belleza". "Admiré y quise a Cayetana, no por sus 46 títulos de nobleza y las 18 grandezas de España, sino porque era divertida, golfa, bohemia y extrañamente bella".

Cuenta de Cayetana que "entendía de flamenco" porque "aprendió a andar al compás del canto de los gitanos" y "entendía de pintura porque se crió en Liria, un segundo Prado". Y habla de sus amores: "La amaron apasionadamente Manolo González y Paco Rabal". Y la vio "llorar como una Magdalena, entre la culpa y el amor", tras la muerte de su primer marido.

El periodista recuerda también cuando la duquesa le "retiró los embajadores" cuando escribió en El Mundo cosas como que los Alba "eran una familia desarticulada que vivía en un hotel en forma de palacio". También revela que era "muy agarrada" y que a su segundo marido, Jesús Aguirre, "que siempre andaba tieso, no le daba dinero ni para tomar el café" en el VIPS enfrente de Liria.

Del Pozo evoca a una duquesa "buena anfitriona, buena amiga, buena amazona y bastante inteligente, aunque no lo pareciera por su voz gangosa". "Muy leal, con sentido del humor y mala leche si la ofendían", cuenta. Habla también de sus pasiones: "Las juergas con gitanos", Sevilla, los restaurantes chinos y la cerveza Cruzcampo". Concluye recordando cómo no logró que la pintara Picasso y que Franco "siempre desconfió" de los Alba: "La duquesa decía que Franco no pisó su casa, excepto una vez, en un bautizo".

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