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Aitana Sánchez-Gijón: "Antes de rodar una escena de cama, duermes mal"

Tiene fama de ser pudorosa, seria, responsable, a veces irascible. Quienes la conocen saben que también es apasionada y cálida.

Tiene fama de ser pudorosa, seria, responsable, a veces irascible. Quienes la conocen saben que también es apasionada y cálida.
Aitana Sánchez-Gijón | Archivo

Una de las series televisivas de mayor audiencia en estos momentos es Velvet en cuyo magnífico reparto figura Aitana Sánchez-Gijón en el papel de doña Blanca, la jefa de taller de los grandes almacenes. Defiende con veteranía ese personaje adusto, a ratos antipático, que en los capítulos próximos parece que tendrá más preponderancia, después del que se emitió el pasado martes, tras su furtiva relación amorosa con un joven y guapo empleado a sus órdenes. Al tiempo que se encuentra feliz en ese cometido, la estupenda actriz, últimamente alejada de la gran pantalla, tiene pendiente el estreno, el 25 de diciembre, de la película El club de los incomprendidos. Entre tanto, ensaya febrilmente Los cuentos de la peste, de Vargas Llosa, que representará en el madrileño teatro Español. Su relación profesional con el premio Nobel viene de lejos, cuando fue la protagonista de La Chunga y más adelante mantuvo un diálogo con él en el escenario titulado La verdad de las mentiras.

Nació en Roma el 5 de noviembre de 1968. Su padre, catedrático de Historia, exiliado por su militancia antifranquista; su madre, profesora de matemáticas. Debe su nombre al de una sierra alicantina así llamada, pero más en concreto a la hija de Rafael Alberti, de igual apelativo, que fue su madrina. Tiene fama de ser pudorosa, seria, responsable, irascible eso sí cuando alguien osa entrometerse en su vida privada; algo lógico, desde luego. Por eso no hace buenas migas con los reporteros de la prensa del corazón. Aun así la captaron con teleobjetivo no hace mucho tiempo disfrutando un día de playa con su marido, el pintor argentino Guillermo Papín Luccadane y sus dos hijos. Muy poco se ha sabido de la vida del matrimonio porque ella únicamente suele responder en las entrevistas a cuestiones relativas a su profesión.

La han definido como fría y distante, pero quienes la conocen bien refutan tal apreciación, considerándola todo lo contrario: cálida e incluso, a veces, muy apasionada. Es exquisita como mujer. Con una gran sensibilidad artística. Un punto sofisticada cuando la ocasión lo requiere. Y desde luego con una personalidad culta, labrada ya desde su adolescencia. Comenzó muy joven a desarrollar su carrera artística, a los dieciséis años y, por tanto, lleva treinta en activo con un amplio bagaje que incluye cerca de cuarenta filmes, a partir de su debut cinematográfico en Romanza final, año 1987, aunque con anterioridad, con la edad mencionada, participó en la serie televisiva Segunda enseñanza.

En cuanto a sus desnudos, que ha procurado siempre no rozaran mínimamente el mal gusto o la procacidad, enseñaba su trasero en Bajarse al moro, de 1989 y resultaban estéticos en La Regenta, tanto frontal como de espaldas, donde logró una acertada interpretación en el papel central de Ana Ozores, la heroína de la novela de Leopoldo Alas (Clarín) llevada esa vez a la televisión. Mostrando sus bellos senos la vimos en La camarera del Titanic, La leyenda de Baltasar el Castrado, Yerma… Cuando en 1999 Vicente Aranda la llamó para protagonizar Celos, ya imaginaba que el guión contendría escenas de sexo, aunque ella reconoce que es un director sutil, elegante que prefería reflejar la mirada, el rostro, con gestos insinuantes, pero sin detenerse explícitamente en el sexo femenino. Otras apariciones luciendo sus encantos ocurrieron en La puta y la ballena, Animales heridos, de Ventura Pons, La ley de la frontera, Parlami d´amore

No es nada agradable para la mayoría de las actrices de su estilo salir en porretas en un rodaje, porque no necesitan servirse de ello, pero Aitana Sánchez-Gijón reconoce que hay historias en las que se precisa aparecer sin ropa. Aunque por dentro lleve la procesión: "La víspera de una escena de cama duermes mal". Confía siempre en el buen gusto de los directores. Se desnudó también totalmente en un escenario cuando estrenó El hombre deshabitado, de Alberti, en 1988. La sensualidad que despierta con su indiscutible atractivo la ha exhibido en otros largometrajes de muy aceptable factura, como Un paseo por las nubes, donde tuvo como pareja a Keanu Reeves, aunque no se deslumbró por trabajar en unos estudios de Hollywood; y también en Boca a boca; Sus ojos se cerraron, en el papel de una alocada seguidora de Carlos Gardel; Volavérunt, dando vida a la goyesca Cayetana de Alba… Este último trabajo le permitió obtener la Concha de Plata "a la mejor actriz" en el Festival de Cine de San Sebastián. En teatro fue una deslumbrante protagonista de La gata sobre el tejado de zinc, donde tuvo un desencuentro con su compañero de reparto, Carmelo Gómez, que dio un portazo y fue sustituido por Tony Cantó. Tiempo más tarde, pelillos a la mar, pues coincidieron como protagonistas de un relato de Arturo Pérez-Reverte llevado al cine: La carta esférica.

En los últimos tiempos Aitana Sánchez-Gijón ha estado más dedicada a la escena, que es en realidad lo que ha preferido siempre, desde que con ocho años fuera inscrita en el Taller de teatro infantil de "María Galleta". Las circunstancias, tantas veces imprevisibles, la han llevado a aceptar, por ejemplo, cargos que nunca pensó ostentar, como el año que presidió la Academia de Cine. Volviendo a su vida personal, no se le conocieron públicamente ningunos amores, seguro que porque ella no dio pábulo a ello. Tres años convivió con quien ya hoy es su marido, Guillermo, con el que contrajo matrimonio en 2002. Teo, de trece años y Bruna, de diez, son sus hijos. En los archivos fotográficos de las revistas semanales tienen poco material de esa familia. Y es que, aun siendo una popular actriz de rostro harto conocido, prefiere pasar inadvertida cuando se han apagado los focos y regresa al hogar, lleno por cierto de gatos. Acaso sea un recuerdo de su ciudad natal, donde tanto abundan al anochecer en los callejones y tejados del Trastévere.

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