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Katy Mikhailova

Casarse de blanco por 60 euros

Los bajos precios en la industria de la moda han democratizado la elegancia. Ahora Kiabi planea sacar un horroroso vestido de novia por 60 euros.

Los bajos precios en la industria de la moda han democratizado la elegancia. Ahora Kiabi planea sacar un horroroso vestido de novia por 60 euros.
El vestido de novia de 60 euros. | Kiabi

El low cost se ha convertido en la filosofía que predicamos en el Occidente y la que muchas empresas ponen en práctica para beneficiarse. Y si bien el bajo precio en la industria de la moda ha democratizado la elegancia, tal como ha hecho Amancio y compañía; llega un momento en el que hay que decir "¡basta!", porque terminaremos comiendo hamburguesas fast food en un salón decorado en Ikea, con cremas antiarrugas por 3 euros de Lidl, oliendo a la última colonia de Armani que ha sido "copiada" por Equivalenza -que luego se las tendrá que ver con Puig en los juzgados- y casándonos con un vestido de 60 euros. Sí, han leído bien, 60 euros.

Si los que nos dedicamos a esta industria, y los que se han dado el "sí, quiero" o van a dárselo, pensábamos que si algo no se ha democratizado de ninguna manera son las bodas, estamos ya en lo equívoco. Kiabi planea sacar un vestido de novia por 60 euros. Increíble, pero cierto. Horroroso, pero práctico. El motivo principal por el que nunca se ha instaurado el bajo precio en todo lo que concierne a las bodas es porque se sabe que a la hora de pasar por el altar -o por el Ayuntamiento- se suele -en teoría- hacerlo una vez en la vida, y en su defecto, unas pocas veces en la vida. Por lo que no se suele escatimar en gastos. Tanto el catering, como las flores, el vestido, las fotografías, y demás complementos no bajan de precio. Resulta curioso que fotógrafos intrusos te hagan un book por 70 euros por 2 horas de trabajo, y cuando les pides 4 horas para cubrir una boda te "clavan" 1.000 euros. ¡Pues muy bien! Liberalismo, oferta-demanda, y que hagan lo que quieran. Lo respeto. Pero parece que esto empieza a acabar. Al menos en lo que a indumentaria nupcial se refiere. Lejos quedan las novias que se gastan 3.000 euros de media en un vestido -un mínimo de 500 las que acuden a las empresas de alquiler de vestidos de novia-, porque Kiabi irrumpe con precios que provocan la risa a la par de las náuseas cuando se aprecia el vestido que ofrecen.

No sostengo la tesis de que el low cost sea malo, ni muchísimo menos. Ha servido de gran empujón para generar empleo y dejar a la clase media permitirse ciertos "lujos", como el vestirse bien en Zara por poco dinero, y a la clase alta le permitió jugar con la mezcla de lujo desenfrenado con productos baratos. Los que me leen ya saben que soy una fan incondicional del creador del Imperio Inditex. Pero a veces la autenticidad de las tradiciones, la artesanía, los valores, la filosofía, y, en suma, el alma, se va perdiendo cuando de tanto querer pagar menos aceptamos la mala calidad y la industrialización pura y dura. Vivimos, a veces, una mentira. El low cost ha llegado también a los valores y a la moral. Una ética de compra-venta fácil de prostituir. Hablo de una mentira no solo a nivel mediático, político, etc., sino a un nivel personal en el que nuestra decisión puede variar el porvenir de nuestras experiencias sensoriales, y hacer de nuestras vidas algo más atractivo. Esos momentos mágicos en los que la novia acude a tiendas de vestidos nupciales, en compañía de amigas y familiares, para elegir ese vestido único que lleve su esencia particular es algo irrepetible; al margen de que al final, por desgracia, la boda no sea más que un show que esconde la vanidad y el egocentrismo. Aunque no siempre. Pero, sin darle importancia a esto, no hay nada más triste que vivir una mentira y omitir que la verdad está en la elección de la belleza de esas cosas con las que decoramos nuestras vidas.

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