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Olga Guillot nunca pudo regresar a Cuba

Murió con esa pena hace cinco años. Quería volver cuando dejasen de gobernarla los hermanos Castro.

Murió con esa pena hace cinco años. Quería volver cuando dejasen de gobernarla los hermanos Castro.
Olga Guillot | Cordon Press

Los últimos acontecimientos políticos en La Habana acerca del restablecimiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos nos llevan al recuerdo de quienes se exiliaron en Miami y nunca pudieron regresar a su querida isla de nacencia, entre los que recordamos a una temperamental mujer de la que el pasado 12 de julio se han cumplido cinco años de su muerte: Olga Guillot, considerada por muchos amantes del bolero entre los que me encuentro la voz femenina más ardiente, equivalencia a lo que en la nómina de intérpretes varones de este género tan romántico fue el chileno Lucho Gatica. Pero Olga era todavía más apasionada. Siempre tuvo fama de ser una cantante sensual y hasta hubo quien la tildó de erótica. La censura que padeció, sobre todo en España, contribuyó a esa leyenda. Aunque pareciese que exageraba con su ampuloso estilo, es que en gran parte era así: cálida, voluptuosa, vehemente… Hablé varias veces con ella, en Madrid, donde actuó muchas temporadas (una de ellas en el teatro de La Latina, en un espectáculo de Sara Montiel, que era la empresaria), y en Miami (coincidimos en una fiesta que dio Julio Iglesias en su mansión de Indian Creek). Le gustaba todo lo español, no en vano era hija de artistas catalanes. Aunque cubana de corazón, nacida en Santiago de Cuba el 9 de octubre de 1922.

Desde 1961, cuando dejó Cuba por su rotunda oposición al régimen castrista, hasta su muerte en 2010, toda la vida se la pasó Olga Guillot pensando en regresar algún día a su isla querida, siempre que ya no la gobernaran despóticamente los hermanos Castro. En infinidad de ocasiones, bien en México donde pasó largo tiempo o en su definitivo exilio en su casa de Miami Beach, manifestó su más absoluto desprecio e indignación hacia los dictadores de su tierra. Especialmente fue expresiva en su discurso en la base norteamericana de Guantánamo, en 1994, donde recibió un gran homenaje rodeada de unos cuantos miles de compatriotas exiliados como ella: "No descansaremos hasta que Cuba sea libre". Se fue de este mundo sin haberlo conseguido.

La carrera musical de Olga Guillot la inició muy jovencita, a dúo con su hermana María Luisa; después se integró en el cuarteto Siboney, liderado por la gran compositora Isolina Carrillo, donde también formaba parte Celia Cruz. Tanto ésta como Olga pueden considerarse las cantantes cubanas más internacionales, con la salvedad de que "la Guillot" se dedicó plenamente al bolero en tanto Celia coqueteó más con otros ritmos como el son, la guaracha y la rumba. Olga Guillot se desligó de aquel grupo para debutar como solista mediados los años 40. Su popularidad traspasó los horizontes cubanos, para incrementarla con sus felices actuaciones en Nueva York y posteriormente en México y en diversos países hispanoamericanos. Sus primeras grabaciones contenían estos títulos tan divulgados en su extraordinaria voz: "Lluvia gris" (o "Tiempo tormentoso", versión hispana de "Stormy Weather"), "Quizás, quizás", "Lágrimas negras", "Miénteme", "Tú me acostumbraste", "No te importe saber", "La noche de anoche"… Olga Guillot llegó a registrar en disco una cifra cercana al millar de títulos; boleros de alto voltaje interpretativo con los que se enamoraron millones de parejas en medio mundo.

No fue muy afortunada en su vida sentimental, como lamentablemente ocurre muchas veces en personas que tanto han idolatrado y cantado al amor. Su primer marido no la hizo feliz. Se llamaba Ibrahim Urbino y era director de una emisora cubana, miembro del Partido Comunista. Tuvieron serios encontronazos, personales e ideológicos, y se dijeron adiós de modo abrupto. Otra unión fracasada fue con el actor Alberto Insúa, y una tercera con el pianista y compositor René Touzet, tal vez con el que mejor se llevó, padre de su hija Olga María. Adoptaría años después una niña. También tuvo otros amores de menor trascendencia en su vida. Pero digamos que la música fue lo que más llenó su existencia, junto con su actividad en pro de las libertades en su país. Y es que nunca pudo olvidar cuantas iniquidades padeció. El régimen castrista fue implacable con ella, sin atender a su notoriedad como cantante, apresándola en tres ocasiones. La última, cuando su hija contaba año y medio, y la amenazaron: "Si sigues hablando mal del Gobierno de Cuba, te pesará. Piensa en tu niña. Podrías quedarte sin ella…". Ante tanta barbarie no lo pensó ya más y abandonó la isla, tras haberla arrojado el Régimen de su casa, quitándole su vivienda, al tiempo que destruían, quemaban sus discos. Que por supuesto dejaron ya de programarse en las emisoras cubanas. Una artista proscrita. Como lo fue asimismo Celia Cruz. Como tantos ciudadanos que se habían rebelado contra Fidel Castro.

Olga Guillot protagonizó dieciséis películas, en la línea argumental de sus boleros: puros culebrones, de gran éxito popular en toda Hispanoamérica. Mantenía un show en televisión de gran audiencia entre sus compatriotas exiliados. Fue denominada La reina del bolero, La Voz de Cuba Libre, La Temperamental. La primera cantante femenina en su estilo que pisó el escenario del célebre Carnegie Hall neoyorquino, en 1964. A quien aplaudían febrilmente sus miles y miles de seguidores en el Palladium, el teatro de la Paramount o el club Million Dollars. Era toda humanidad, con su oronda figura, el expresivo rostro de color moreno, con aquellos labios tan sensuales y una voz de inconfundible sonoridad. Fogosa siempre. Que transmitía las historias de sus boleros dejándose casi la vida, figuradamente claro, en cada estrofa. Por eso se llevó tan bien con Lola Flores. Incluso con Edith Piaf. Tenían muchas cosas en común. El bolero se vistió de luto cuando Olga Guillot nos dejó hace ahora un quinquenio.

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