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Las dos mujeres de la vida de Mario Conde

Siempre fue un hombre seductor, preocupado por su atractivo físico, pero sólo ha habido dos mujeres importantes de su vida.

Siempre fue un hombre seductor, preocupado por su atractivo físico, pero sólo ha habido dos mujeres importantes de su vida.
Lourdes Arroyo y María Pérez | Archivo

Siempre fue un hombre seductor, preocupado por su atractivo físico, consciente de que en su juventud despertaba la atención de las féminas. Pero aunque tuviera romances pasajeros sólo han sido dos las mujeres que han marcado su vida: Lourdes Arroyo, su primera esposa, y la segunda, María Pérez-Ugena. Mario Conde, natural de Tuy, solía veranear de soltero en su tierra gallega, concretamente en Playa América, situada en Nigrán, cerca de Bayona. Allí se fijó un día en la figura de una joven rubia, sonriente pero tímida, a la que se acercó con ánimo de conquistarla. No le daría muchas facilidades, hasta que finalmente se convirtieron en novios.

Lourdes Arroyo pertenecía a una adinerada familia madrileña: su padre era un empresario inmobiliario. Se casaron teniendo Mario veinticuatro años y ella, 20. El 29 de septiembre de 1973, en Illescas (Toledo), en cuya capital él había sido destinado como número 1 de su promoción de Abogados del Estado, poco tiempo antes del enlace. Tendrían dos hijos, Mario y Alejandra. De carácter discreto y extremada educación, Lourdes Arroyo nunca quiso figurar en las páginas de las revistas del corazón por voluntad propia ni ser la estrella de las reuniones sociales, donde su marido brillaba como "el hombre de moda", tras su asociación con Juan Abelló y cuando posteriormente ascendió a la cúpula de Banesto.

En 1990, Mario Conde decidió que las fincas que había adquirido durante su matrimonio debían registrarse a nombre de Lourdes Arroyo. Por eso, cuando tres años más tarde el Banco de España intervino el Banco Español de Crédito no pudieron confiscarle esas propiedades. Su paso por la cárcel de Alcalá-Meco fue un calvario para Lourdes Arroyo cuando le permitían visitarlo. A poco de que el exbanquero saliera de prisión, los médicos detectaron a Lourdes un cáncer. Se ha elucubrado desde entonces si la situación vivida por la pareja pudo determinar o quizás acelerar esa dolencia mortal. Difícil responder a ello. En cualquier caso ella sufrió lo indecible, física y psíquicamente, falleciendo de un tumor cerebral el 13 de octubre de 2007.

Cuando Mario Conde reapareció públicamente llevaba en su rostro las huellas de su dolorosa viudez y naturalmente también las de su pérdida de libertad. Su hija Alejandra, sobre todo, fue quien más pudo ayudarle para sobreponerse. Poco a poco, año tras año, las apariciones de Mario Conde fueron más frecuentes en una cadena de televisión, Intereconomía, donde intervino semanalmente en el programa nocturno de tertulias políticas El gato al agua. En principio, tomando la palabra con mesura hasta que con mucha soltura ante el micrófono y las cámaras se convirtió en un tertuliano dispuesto a sentar doctrina ética y moral sobre cuantos acontecimientos se sucedían en la vida política nacional, muy especialmente los relacionados con la corrupción. Allí, últimamente todos los lunes (menos éste pasado y fatídico para él 11 de abril) impartía lecciones de civismo, de honradez y de cuantas razonables obligaciones de todo ciudadano nadie podía discutirle, por ejemplo, con el caso de los papeles de Panamá. En Intereconomía se sentía cómodo, a sus anchas, dueño de unos indiscutibles argumentos jurídicos, de su elocuencia y brillantez y seguro de que nadie podría llevarle la contraria, posiblemente porque se insiste en que era poseedor de buen número de acciones de la cadena, que viene padeciendo según ellos mismos, problemas de supervivencia.

Mario Conde y María Pérez | Gtres

Se le veía feliz hace seis años. Sus razones tenía al haberse enamorado de nuevo (tres años después de morir Lourdes Arroyo) de una guapa joven, diecisiete años más joven que él, a quien había conocido en un gimnasio madrileño, de nombre María Pérez-Ugena Corominas, hija de un antiguo gobernador civil de Almería y profesora de Derecho Constitucional. Simpatizaron enseguida, celebrando su boda en una capilla contigua de un pazo gallego, conocido como Casa Grande, situado en el término orensano de Chaguazoso, cerca de Carballino. Sólo diez invitados acudieron al enlace religioso. La novia tenía dos antecedentes matrimoniales y había logrado la nulidad de su segundo enlace para poder casarse por la Iglesia como era tanto su deseo como el de Mario.

Bien cierto es que el exbanquero, ahora dedicado a otros negocios (fincas, fábrica de aceite, otra de cosmética) se había debatido en su juventud con sus dudas, frecuentando lecturas relacionadas con el budismo, el sufismo, el taoísmo… pero cristiano, desde luego, según su propia confesión. Fijó la pareja su residencia en dicho pazo, antiguo hotel rural, con caballos, otros animales, huerta… Mario tenía que atender los primeros días de la semana sus obligaciones en Madrid y ella la de sus clases en la Universidad Rey Juan Carlos.

Entre medias se cruzó la obsesión de él por probar suerte, una vez más, en la política fundando un fugaz partido que sería derrotado en las elecciones autonómicas gallegas. Entre marzo y septiembre de 2014 rodó en Chaguazoso y Madrid un documental dirigido por el joven Rubén Alonso, donde hacía un repaso de su vida. Se presentó en el último Festival de Valladolid, estrenándose el 27 de octubre de 2015 en el madrileño Cine Paz que, curiosamente, había pertenecido a la familia de Lourdes Arroyo. Para entonces su matrimonio con María Pérez-Ugena había hecho aguas. Hace sólo un par de meses se divorciaban ante un notario. Divorcio express. Acogiéndose a la ley de la Jurisdicción Voluntaria.

En 2013 supimos que Mario Conde se había enfrascado en la redacción de una novela sobre el Rey García, último monarca gallego, que no sólo fue destronado sino que lo encerraron de por vida. Ignoramos si ese relato lo llegó a concluir. En caso contrario, ahora sería un buen momento.

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