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El Cordobés y Martina Fraysse: un matrimonio apasionado que acaba de romperse

Un divorcio que coincide con los resultados de las pruebas de ADN solicitadas por Manuel Díaz.

Un divorcio que coincide con los resultados de las pruebas de ADN solicitadas por Manuel Díaz.
Fraysse y El Cordobés | Efe

Manuel Benítez el Cordobés y Martina Fraysse han tarifado definitivamente y se asegura que ya han firmado su separación. Coincide ello con los resultados de las pruebas de ADN solicitadas por Manuel Díaz, también apodado el Cordobés en los carteles, que atestiguan que, efectivamente éste es su hijo. No obstante la Justicia tendrá que pronunciarse en su día para ratificar esos análisis. ¿Hay paralelismo entre una y otra noticia? Es posible. No obstante en Córdoba venía hace tiempo rumoreándose el distanciamiento de la pareja citada, cuya historia sentimental reúne aspectos novelescos, de encendida pasión y de problemas.

Nacida en Biárritz en 1945, Martina Fraysse es hija de un arquitecto francés y asimismo descendiente de un abuelo donostiarra. Nunca quiso acceder a entrevista alguna cuando se la relacionó con el torero y fueron muy escasas las que concedió. Fue afortunado con una de ellas, a finales de agosto de 1973 que apareció publicada en la revista Semana en los primeros días del mes siguiente. Me presenté por las buenas en la casa que habitaba en un barrio residencial de Biárritz, en la Rue des Frères y allí la conocí. Mujer culta de la que descubrí su afición pictórica: tenía por las paredes cuadros pintados por ella. Siempre poseyó una gran fuerza en la mirada. Por entonces tenía ya dos hijos con el Cordobés y me confesó que no tenía la más remota idea de si algún día serían marido y mujer.

Manolo era imprevisible pero sin duda "es el hombre de mi vida". Se habían conocido teniendo ella sólo dieciséis años. Lo cierto es que tras la tarde en la que Benítez se presentó en Madrid en mayo de 1964 para confirmar la alternativa, festejo en el que fue herido de gravedad, Martina fue a verlo al Sanatorio de Toreros. Cruzaron sus miradas no sólo ese día sino en más ocasiones. Ella enloqueció por él y el Cordobés acabó sucumbiendo a la pasión que los uniría durante casi medio siglo. Tenía y tuvo después muchas hembras a su lado, aunque en sus años jóvenes se "coló" por la hija del mayoral de la ganadería de Félix Moreno de la Cova, Anita. Él no era todavía "nadie". Lo apodaban el Renco. Se veían cerca de las dehesas, en unos campos de algodón. Hasta que el padre y los hermanos de la chica dieron al entonces maletilla una brutal paliza. Y aquella relación con Anita se esfumó.

Martina Fraysse era aficionada a la fiesta taurina. Vivía temporadas en Madrid, frecuentando la amistad de algunos personajes de la vida social, como el propietario de una famosa cuadra de caballos, A.B., con el que salía a menudo. Pero cuando conoció a Manuel Benítez ya no se fijó en ningún otro hombre. Y lo siguió muchas tardes, de plaza en plaza. El encargado de abrir la habitación del torero en los hoteles, Duque, franqueaba la entrada de Martina por orden expresa de su jefe. En el entorno del diestro, no sabemos si por ocurrencia suya, a la pertinaz seguidora comenzaron a motejarla como la Pantera, en alusión al semblante felino de su rostro. De aquella relación nació Maribel, a la que bautizaron en Biárritz, el año 1968. Madre e hija se instalaron en Córdoba. E iban a muchos festejos para aplaudir a Manolo, quien cierto día al presentarlas a unos amigos, tuvo la ocurrencia de decirles que eran su sobrina y una institutriz. Martina le montó un pollo cuando se quedaron solos. Tuvieron más de una bronca, porque ella le insistía que era el padre de la niña. Les nació su segundo hijo, Manolo. Ya la pareja estaba instalada en una de las fincas del torero, "Villalobillos", cercana a la capital cordobesa. Martina, aun soltera, oficiaba de dueña de la casa ante la servidumbre, de mujer legítima de Manolo, pese a no tener papeles firmados.

Y una tarde negruzca de octubre de 1975, cuando el Cordobés regresó a "Villalobillos" en su avioneta, desde Madrid, tras asistir al entierro de su padrino, Antonio Bienvenida, se dirigió muy serio a Martina: "Mañana nos casamos". ¿Qué le motivó esa repentina decisión tras convivir cerca de un decenio con ella? Nunca lo dijo. Puede que influyera que un año antes su hija primogénita estuviera al borde de la muerte. Tal vez que esperaban un tercer vástago. El caso es que, al día siguiente, el padre Virgilio Valle, cura coadjutor de la parroquia de la Asunción de Palma del Río, pueblo natal del novio, procedía a casar a la pareja, en presencia de buen número de sus paisanos. Padrinos, el piloto de su avioneta y la hermana de Manolo, Angelita Benítez Pérez, aquella a la que supuestamente, según los novelistas Lapierre y Collins, el Cordobés le prometió sacarla de la miseria familiar "… o llevarás luto por mí", frase ya muy conocida, aunque no del todo cierta.

Un día después de la boda, a Manuel le cogió una vaquilla en su finca, proporcionándole una buena paliza, ante el susto consiguiente de Martina, que estaba encinta de siete meses. Y tuvieron que escayolarlo. Todos los años posteriores de la vida de la pareja estuvieron marcados por el anuncio de varias reapariciones de Benítez en los ruedos. Al nacimiento de Rafael, seguirían después los de Martina y Julio: cinco retoños en total. Martina Fraysse consiguió convencer a su esposo que debían fijar residencia en Córdoba capital, para que los niños tuvieran menos problemas de desplazamiento en sus estudios. Lo que no impedía que el Cordobés continuara con sus frecuentes negocios de compra-venta de fincas, vigilando sus empresas agropecuarias e incluso un gimnasio. Una vida familiar apacible, acaso algo alborotada cuando los varones quisieron emular la profesión paterna, en la que finalmente sólo ha quedado Julio Benítez en los ruedos, como matador de toros, aunque de discreto historial.

Septuagenaria, Martina Fraysse vivía últimamente preocupada toda vez que se enteró de la decisión de Manuel Díaz de resolver la situación en la que se encuentra con su supuesto padre. Ya Manuel Benítez, aconsejado por sus asesores jurídicos, había puesto sus propiedades a nombre de sus queridos cinco hijos, dejando también la parte correspondiente a su esposa. Y él, poco más o menos, quizás pretendía considerarse insolvente ante la pretensión de quien pudiera alterar su herencia.

Ahora que acaba de separarse de su mujer, tendrá que revisarla y hacer frente a sus deberes. No será probablemente de la noche a la mañana pero habrá de abandonar el hogar familiar. Un lugar en el campo, en alguna de sus fincas (estén o no a nombre de su parentela) será quizás el sitio donde vaya a pasar sus días este torero controvertido y legendario, seductor nato, que a punto de cumplir ochenta años de vida acaba de recibir una cornada bien diferente a las muchas que sufrió en los ruedos: directamente al corazón, tras perder a la mujer que le ha acompañado medio siglo de su azarosa existencia.

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