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Manolo Otero y María José Cantudo: una vida de pasión y tormento

Va a cumplirse cinco años de la inesperada muerte del actor-cantante Manolo Otero.

El 1 de junio de 2011 se apagó inesperadamente la vida de Manolo Otero. Había acudido a una consulta médica tres meses antes y le diagnosticaron un irreversible cáncer hepático. Hubiera cumplido sesenta y nueve años veinticuatro días después. Fue incinerado en la localidad brasileña de Santos por deseo de su última esposa, Celeste Ferreira. El actor-cantante madrileño residía en Brasil, en Indaiatuba, a las afueras de San Paulo. Fui buen amigo de Manolo. Un tipo bondadoso, tímido, miope, al que diversos avatares llevaron al desconcierto y al autoexilio, marcado por críticas feroces a su manera de cantar, y herido por el fracaso de su matrimonio con María José Cantudo.

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Manolo Otero | Archivo

Se habían casado en 1973. Ella procedía de una ciudad jiennense, Andújar, que en Madrid dióse a conocer en un concurso de misses y como actriz de fotonovelas; es decir, exhibiendo su físico, en torno a unas imágenes en forma de tebeos, para entendernos. "Yo me casé enamoradísima", confesaría. El novio descendía de un matrimonio de artistas, el padre, de igual nombre, conocido como barítono, y la madre, Amelia Aparicio, actriz de revistas, que estuvo muchas temporadas en la compañía de Lina Morgan.

Manolo Otero destacó como galán teatral, aunque en papeles secundarios mediados los años 60. Empujado por el locutor Miguel de los Santos probó suerte como cantante en un concurso de televisión y hasta en 1968 compitió en el Festival de Benidorm, el año que ganó Julio Iglesias con "La vida sigue igual". Se dio la circunstancia de que ambos, novatos en artes musicales, pertenecían a la misma casa discográfica, Columbia, y este último, que había estrenado un "Seat 850", regalo de su padre, propuso a Manolo viajar en él hasta la ciudad costera alicantina. Por el camino tuvieron problemas, porque el vehículo se calentaba al dos por tres. Compartieron la misma habitación hotelera, algo habitual entonces, sin otras connotaciones (no sean malpensados) para ahorrar. Manolo Otero, que pasó sin pena ni gloria por aquel certamen, se siguió dedicando a sus trabajos teatrales y cinematográficos.

Entre medias citemos su relación sentimental con la actriz Pilar Velázquez, que terminó como el rosario de la aurora. El carácter temperamental de ella chocaba con el más apacible del actor, a quien en 1975 la suerte le sonrió con un disco, "Todo el tiempo del mundo". Se trataba de una grabación instrumental que había gozado de éxito en varios países europeos a la que puso en España letra el compositor y productor discográfico Ray Girado. Ramón Arcusa, que había escuchado cantar a Manolo Otero en la comedia musical El oso y el madrileño, de Antonio Mingote, junto a Marujita Diaz, le propuso grabar aquella pieza. Con la que el galán, en pocos meses, llegó al número 1 de las listas de éxitos, convirtiéndose en un ídolo para las féminas, que lo consideraban "el Alain Delon español".

Llevaba apenas año y pico casado con María José Cantudo y de las primeras estrecheces económicas (de novios a veces era ella quien pagaba los cafés cuando salían de paseo) pasaron a disfrutar de una cierta prosperidad, a la que sin duda contribuía ella también con sus trabajos cinematográficos, en especial gracias a su papel protagonista en La trastienda, estrenada en 1975, donde al final mostraba un desnudo total, el primero de la época. Lo que elevó su cotización. Aquello dio que hablar. Y yo le pregunté a mi amigo Manolo qué le parecía aquella película: "No la he visto… ni la veré, porque eso no es arte, no tiene interés alguno para mí y pienso que han utilizado a mi mujer para vender ese producto. A María José le he dicho que no debiera acceder a ello nunca más. Soy un hombre liberal pero no un libertino, claro que reconozco también haberme desnudado en El libro del buen amor". No lo creí un cínico, respecto a esto último. Tampoco machista.

Sus éxitos musicales prosiguieron, aunque con críticas feroces que le censuraban que sólo susurraba, que no sabía cantar, que no poseía voz para ello. Entre tanto, fueron surgiendo sus controversias matrimoniales: "María José y yo apenas nos vemos, tenemos horarios diferentes, me acuesto de madrugada, cuando regreso a casa después de una gala, en tanto ella se levanta para irse a un rodaje. Y, la verdad, me siento solo". Es lo que me confesó un día. Me invitó Manolo a cenar en un restaurante junto a su mujer. Fue una velada muy desagradable en la que la pareja discutió acaloradamente, ante mi impotencia para tranquilizarlos. El fin del matrimonio estaba cercano. Y él me refería que hasta discutían con frecuencia en público después de que también en casa ella le arrojara, por ejemplo, un cenicero a la cara y él le respondiera con algún epíteto malsonante.

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María José Cantudo | Archivo

Y cada uno voló por su lado a partir de 1978, cuando ella ya tenía sus romances con Felipe Campuzano, Pedro Ruiz… Como quiera que la crítica musical era inmisericorde con Manolo Otero y que recibía propuestas para actuar en distintos países sudamericanos, resolvió marcharse de España poco a poco, hasta hacerlo definitivamente: "Aquí en España no veo ningún futuro para mí". Ya definitivamente roto su matrimonio, luego con el consiguiente divorcio, el galán-cantante tuvo una serie de romances con mujeres que es probable no digan nada a nadie, aunque procedían del mundo de la moda, el cine, la televisión y los concursos de belleza.

Así la actriz argentina Raquel Aragandoña, su compatriota Silvana Suárez, Miss Mundo 1978, la colombiana Eddy Cano… No está muy claro para nosotros si con esta última llegó a casarse civilmente, pero sí que lo hizo posteriormente con la que iba a ser la última mujer de su existencia, la ya citada al comienzo de nuestro artículo, Celeste Ferreira, brasileña. Desde Sao Paulo Manolo Otero se desplazaba para cantar en diversos países de habla hispana y en el Brasil se consideraba el único artista español que actuaba en nuestro idioma, pues nunca se atrevió a hacerlo regularmente en lengua portuguesa. Tres discos de oro recibidos en aquel país le avalaban como popular intérprete musical. Lo que no hizo más fue teatro y cine, como en España. Adónde venía ya muy de tarde en tarde.

Su madre, viuda, vivía con él y por supuesto con Celeste. Hasta que falleció en 2010. Entonces él retornó a Madrid por unos días para resolver asuntos familiares concernientes a esa muerte, lo que aprovechó para ser entrevistado en un programa, donde anunció que iba a negociar la publicación de sus memorias. Su título, Manolo Otero por Manolo. O no se entendió con la editorial o desistió de sus propósitos. El caso es que tal libro no llegó a ver la luz. Y pocos meses después nos llegó la noticia de la repentina muerte de Manolo Otero, óbito del que ahora se cumplen cinco años.

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