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Cómo Raquel Welch llegó a España... y casi acabó en la cárcel

Raquel Welch acaba de cumplir 79 años. Todavía sigue siendo recordada por ser el máximo sexy symbol del cine.

Raquel Welch acaba de cumplir 79 años. Todavía sigue siendo recordada por ser el máximo sexy symbol del cine.
Raquel Welch | Cordon Press

Ocurrió en el verano de 1968. Raquel Welch, considerada entonces el máximo "sex symbol" del cine norteamericano, se desplazó a España para rodar la película Cien rifles. Lo primero que hizo la actriz, que acaba de cumplir este 2019 nada menos que 79 veranos, al aterrizar en el aeropuerto de Madrid-Barajas ante medio centenar de periodistas fue estamparle una botella en la cabeza a un reportero gráfico del diario Informaciones. No hubo, ni por asomo, conato de rueda de prensa. Me propuse, no obstante, entrevistarla y viajé hasta Almería, en vísperas del comienzo del rodaje. Tuve suerte y me recibió en la terraza de la "suite" que ocupaba en el mejor hotel entonces de Aguadulce. Lucía una minifalda de infarto y un escote para desmayarse. Me interesé por la publicación de unos datos biográficos en los que constaba que, de niña, había sufrido una enfermedad degenerativa en sus piernas, dejándole secuelas. Acto seguido, la estrella se subió todavía más su escueto vestido mostrándome sus esculturales piernas: "Fue idea del departamento de publicidad de una productora asegurar falsamente tal cosa", me dijo. A la vista estaba. A raíz de rodar su segunda película, El Cuerpo, fue motejada así. Se quedaron cortos: era ¡el cuerpazo! Para entonces llevaba divorciada unos años de su primer marido, de quien tomó su apellido artístico, James Wesley Welch, con quien tuvo dos hijos, chico y chica, hoy cincuentones.

Porque este mito erótico ha cumplido 79 años. Hasta hace diez estuvo en activo. Se conserva muy bien. Le pregunté por su verdadera identidad, la de Raquel Tejada, enterándome de sus antecedentes hispanos: su padre era un ingeniero de nacionalidad boliviana y su madre, estadounidense. Pasé una hora muy agradable a su lado, como puede suponerse. Tenía sentido del humor, y así, cuando le pregunté qué era lo más agradable que le había dicho un hombre, se sonrió, respondiéndome: "Pienso que usted no es tan estúpida como yo pensaba al verla en sus películas". La verdad es que aunque intervino en algunos filmes interesantes estaba claro que la contrataban más por su físico.

Regresé a Madrid con aquella exclusiva periodística y unos días más tarde me enteré de algunas incidencias que la prensa de la época no publicó entonces. Por ejemplo que nuestro racial galán Sancho Gracia se encamó con ella, y eso no ocurrió en la ficción de aquella película: ella se encaprichó del atractivo actor, llevándoselo "al huerto", en tanto el segundo marido de Raquel Welch, el agente artístico inglés Patrick Curtis, perseguía a nuestro compatriota por los pasillos, pistola en mano, ante el pavor de los empleados y residentes del hotel almeriense. No sería el único del rodaje que compartió achuchones y algo más con aquel mito erótico: quien gozó de sus favores fue también el actor español, especialista en westerns, Aldo Sambrell.

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Welch y Patrick Curtis | Cordon Press

Y amén de estas incursiones sexuales de la deslumbrante actriz les contaré una anécdota de la que fue coprotagonista mi recordado y veterano compañero Álvaro Santamarina, quien estando en el vestíbulo del mismo hotel almeriense de Aguadulce escuchó gritar al antes mentado marido de Raquel Welch, profiriendo denuestos en inglés, poniéndonos a los españoles de vuelta y media, llamándonos cerdos. Acudió una pareja de la Guardia Civil justo en el momento que la estrella se unió a su esposo, insultando esta vez a las fuerzas de Orden Público. Los guardias preguntaron al reportero si podía traducirles lo que había dicho: era una invitación para que los agentes "se fueran a la mierda con sus estúpidos tricornios". Como era de esperar, Raquel, su cónyuge y el periodista acudieron al cuartelillo. A punto estuvo que Raquel Welch y su costilla acabaran en la cárcel, y el asunto se resolvió con la promesa de que ella pidiera perdón ante la prensa. Los miembros del Cuerpo quedaron así satisfechos con la reacción de quien era llamada El Cuerpo.

Aquel tipo, Curtis, era un especialista en broncas. Raquel se separó de él, casándose luego en dos ocasiones más: una en 1980 con André Weinfield y otra, la última, en 1999 con Richard Palmer. Después de Cien rifles vino en un par de ocasiones más a España. Para tomar parte en una nueva versión de Los Tres Mosqueteros, trabajo por el que consiguió un Globo de Oro, y más tarde, en 1985, para filmar el tradicional "spot" televisivo navideño del cava Freixenet. Todavía Raquel Welch mantenía una escultural figura y aún hoy, alejada de las cámaras, no representa esos 79 que acaba de cumplir.

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