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Las tres bodas y otros amores de Carmen Ordóñez

Se cumplen 12 años de la trágica muerte de la reina de la prensa rosa.

Se cumplen 12 años de la trágica muerte de la reina de la prensa rosa.
Paquirri y Carmen Ordóñez | Efe

Hubiera cumplido ahora 61 años; estaba a las puertas de celebrar sus 49. Era Carmen Ordóñez un ser de naturaleza vitalista, de las más bellas de su generación. Tenía clase, distinción. Y en conjunto, armonía, naturalidad en el trato. Una mujer adorable, puede que envidiada aunque ella no cayera en ese pecado capital. Nunca le faltó dinero: ni en su primera juventud, en el hogar paterno, ni en su independiente existencia, pese a que no le daba excesiva importancia. Generosa con sus amigos. Quiso a una decena de hombres y cayó en el infierno de las drogas. Mucho era el nivel de insatisfacción de su vida, según dictaminó un médico que la atendió: por los problemas que sostuvo con todas sus parejas, por el modo con que se exponía públicamente a través de los medios de comunicación, por su devenir frívolo y superficial, que la llevaron a un callejón sin salida, sometida a una constante presión ambiental, a un vacío muy grande, que nunca supo o pudo llenar.

El 23 de julio de 2004, poco antes del mediodía, se informaba de que la chica de la limpieza de su vivienda madrileña la había encontrado muerta en el baño. Dejemos al margen las especulaciones que se hicieron sobre las causas de su fallecimiento, o el secretismo que sus deudos decidieron llevar respecto a la autopsia a la que fue lógicamente sometida. Hacía tiempo que los mejores amigos de Carmen Ordóñez y posiblemente sus hijos, sobre todo el menor, Julián, presentían que se deslizaba por una pendiente peligrosa que podía llevarla a un triste final. Como así fue…

Carmen Ordóñez González, "Carmuca" para su padre, el gran matador de toros Antonio Ordóñez; Carmina, para sus íntimos, estudió en el Liceo Francés de Madrid, su ciudad natal. Tras la graduación no quiso entrar en la Universidad. Con quince años se enamoró de Francisco Rivera Paquirri. Tres años de noviazgo. Sus padres trataron de disuadirla cuando, sin haber cumplido los dieciocho, quiso casarse. Fue inútil: de carácter temperamental, solía imponer sus criterios. Alguna vez lamentó haberse casado tan tempranamente, pero ya no había remedio. Estuve presente en la ceremonia de aquel enlace, el 16 de febrero de 1973 en la madrileña Basílica de San Francisco el Grande, y en la fiesta posterior en una sala de fiestas del Parque del Retiro. Todo un acontecimiento social. "La boda del año", publicaron el topicazo todas las revistas del corazón. La llegada de los dos hijos, Fran y Cayetano, no impidió que Carmen se desengañara de aquel matrimonio.

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No le gustaba vivir en el campo, se consideraba poco menos que prisionera, porque lo que le gustaba era vivir en una gran capital –Madrid o Sevilla–, ir de compras, salir de discotecas a divertirse… Paquirri le imponía otro modo de existencia, entre toros y caballos, lejos de la ciudad. Él madrugaba, hacía ejercicios, se entrenaba, acostándose antes de la medianoche, cuando a ella le hubiera gustado gozar de otros placeres mundanos. Y además, por su profesión, Carmen quedaba muchos días esperándolo, o estando él lejos, de plaza en plaza, a la angustiosa espera del resultado de cada corrida. Un infierno para una guapa veinteañera, encerrada en una finca que sólo le producía angustia, desesperación, aburrimiento… Aunque también alcanzó a disfrutar de un confortable y lujoso piso en Sevilla. El 16 de febrero de 1979 obtuvieron legalmente la separación, tras siete años de matrimonio. Naturalmente, ambos llevaban ya un tiempo con sus vidas separadas y algunas aventuras de por medio.

Tras estrenar su condición nuevamente de soltera, Carmen Ordóñez debutó como modelo de pasarela. Una temporada en la que se desquitó del tedio pasado. "Carmina la Divina", comenzaron a llamarla. Apareció en la portada de Vogue. Estamos en condiciones de afirmar que Carmen Ordóñez fue la primera mujer en "pasar por caja" a cambio de contar sus memorias a la revista Diez Minutos. Hasta su muerte, fue la fémina mejor y más habitualmente pagada por los semanarios y luego los programas televisivos de mayor audiencia, a saber: La máquina de la verdad (donde percibió dieciséis millones de pesetas por sólo una comparecencia), A tu lado, Tómbola, Salsa rosa, espacios donde colaboró regularmente para opinar sobre cuestiones superfluas, confesar sus debilidades, y retocarse sus cabellos cada tres minutos, un tic del que jamás pudo desprenderse. Y en esos programas de entretenimiento, que para algunos eran pura telebasura, Carmen Ordóñez iba recordando, o respondiendo a su pasado sentimental, y también a su presente, claro.

Del ayer, supimos que ya separada de Paquirri protagonizó un apasionado romance con un personaje divertido, bohemio, perteneciente a un grupo instalado en Marbella conocido como Los Chory's, que se llamaba Antonio Arribas. Eran un cuarteto de vividores, que "no daban un palo al agua", limitándose a divertirse por las noches y a dormir "la mona" por el día. Quien pagaba todas las juergas era el hijo de un millonario dueño de una empresa farmacéutica, Yeyo Llagostera. Aquel Antonio Arribas (que había sido otro gran amor de Lolita, íntima de Carmen Ordóñez) fue durante dos años el amante de ésta, con el que fue muy feliz y se divirtió lo que nunca hasta entonces.

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La muerte de Carmen Dominguín, su madre, en 1982, llevó a nuestra protagonista a un estado depresivo que la acompañó, según propia confesión, muchos años. El principio de su cuesta abajo. Aunque aquel mismo año conoció en el Rocío Chico al que iba ser su segundo esposo, un joven onubense llamado Julián Contreras, que componía y cantaba baladitas aflamencadas. Nunca tuvo éxito con los dos discos que sacó al mercado (Para volver a vivir, en 1986 y Entre su mundo y el mío, de 1993). Digamos que Carmen lo ayudó cuanto pudo, pues estaba coladita por él, aunque no tuviera futuro artístico ni profesión con la que pudiera mantener el lujo al que estaba acostumbrada su mujer. Lo curioso de esta pareja es que se casó ¡tres veces! La primera en 1984 en Miami; la segunda, en Las Vegas, cuatro años después (sin haberse separado) y la última, ya religiosa, en Las Rozas (Madrid) también en 1988. Es que Carmen Ordóñez, católica ferviente, quería contraer matrimonio "como Dios manda". Había conseguido ella por un lado y sobre todo Paquirri por otro, la nulidad de su matrimonio, que el Tribunal de la Rota les concedió con fecha 27 de enero de 1983. Así, ella quedó libre y el torero pudo casarse, por fin, con su amada Isabel Pantoja.

La trágica muerte del diestro el 26 de septiembre de 1984 sin duda alguna produjo inmenso dolor en Carmen Ordóñez. Era el padre de sus dos hijos, de los que se hizo cargo Julián Contreras, al menos desde el punto de su educación y convivencia, pues los gastos de manutención y estudios los sufragaba siempre ella. Conforme Fran y Cayetano fueron creciendo, su madre llevó una vida más dinámica con Julián, con quien tuvo un hijo, bautizado como el padre, al que acabarían apodando Junior para diferenciarlos. La familia se instaló por largas temporadas en Marruecos, sobre todo en Rabat y Marrakech. Carmen Ordóñez era muy admirada en la Corte alauita. Se dedicó a las relaciones públicas y a una agencia de viajes. Y Julián Contreras senior le cantaba sus coplas al príncipe heredero, el hoy rey Mohamed VI, con quien al parecer llegó a hacerlo a dúo en algunas de las fiestas palaciegas a las que acudían. Pero ya decíamos que no tuvo fortuna como cantante. Y aquel segundo matrimonio de Carmen naufragó, marchándose él con sus padres a su pueblo, La Antilla, provincia de Huelva, y ella a Sevilla.

En un Rocío intimó con un empresario sevillano ocho años menor que ella, Pepe Cabrera. Con él se consoló en 1994, ya divorciada de Julián, manteniendo su unión hasta 1997. Ese año, en otro Rocío, el bailarín Ernesto Neyra ocupó el corazón caprichoso de Carmen Ordóñez. Contrajo su tercer matrimonio, civilmente, el 7 de noviembre de aquel año. Sólo duraron juntos hasta 1999, entre acusaciones de maltrato, que él negaba, aunque Carmen acabó por reconocerlas públicamente.

Las padeció como testigo el jovencito Junior, que así lo contaba en un libro de recuerdos, Querida mamá, que le transcribió con buena pluma la mujer de Rafael Basurto, el de Los Panchos, Celina Fernández. "Me destrozó la vida", acabaría confesando Carmen.

Otros hombres con los que compartió algunos periodos posteriores, fueron: José Luis Gómez (Pepe el Marismeño), Eduardo Bermejo, Chuli, El Pai, El Cabra… Gentes con las que se lo pasaba pipa en el Rocío o en interminables veladas nocturnas el resto del año. En la primavera de 2003 todavía vivió su postrer idilio, esta vez con un rejoneador de nombre Pedro Pablo Peralta. Para entonces, Carmen Ordóñez llevaba años a merced de sus irrefrenables, continuas adicciones. Del plató de televisión se iba de fiesta en fiesta. Esa era su vida. Que acabó, como decimos, hace ahora doce años. Eso venía a ser, parafraseando a García Márquez, la crónica de una muerte anunciada.

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