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Cuando Loquillo encontró una bomba jugando al baloncesto

El cantante, que toca en Las Ventas este sábado, pudo morir de una manera absurda. 

El cantante, que toca en Las Ventas este sábado, pudo morir de una manera absurda. 
Loquillo, en una imagen reciente | EFE

Loquillo está anunciado en la Plaza de Toros de Las Ventas este 24 de septiembre. Todo el aforo vendido desde hace semanas. El rockero español más veterano en la actualidad (si no contamos con Miguel Ríos, quien dijo que se iba pero va y viene) concluye este otoño una larga gira por toda España, con llenos espectaculares. Se presenta ahora con traje negro, camiseta del mismo tono, gafas oscuras. A veces se pone un sombrero ancho, aunque le va más exhibir su sempiterno tupé. Hubo un tiempo en el que se encontraba más a gusto con una "chupa" de cuero, la prenda que uniforma más a los rockers tradicionales. Y hasta en alguna etapa de su pasado se prestó a lucir un esmoquin.

Un tipo de un metro y noventa y cinco de estatura que manteniendo la esencia del rock and roll clásico de Elvis Presley no le ha importado alternarlo de manera ecléctica con otras músicas que han marcado su vida. Dean Martin fue un referente, lo mismo que Frank Sinatra cuando entre la juventud estaba mal visto. Y lo mismo se ha entusiasmado con el jazz, el be-bop y el swing que con Eddie Cochran, Santana, Iggy Pop y Los Ramones. Un buen cóctel, como los que se tomaba de verdad en Balmoral, un desaparecido bar madrileño del barrio de Salamanca, al que concurría cuando viajaba a la capital, y al que inmortalizó no hace muchos años en uno de sus mejores discos. Sépase que este eterno rockero llegó a actuar en un mismo concierto de The Rolling Stones; otro tanto hizo a la vera de The Who; compartió escenario con Johnny Halliday y ostenta un récord entre sus colegas: haber metido nada más y nada menos que ciento veinte mil personas en una de sus actuaciones. Con público pagando ¿eh?

A sus conciertos van incluso abuelos. Digamos que gentes de tres generaciones. Por eso él introduce en su repertorio actual canciones de ayer y de hoy. He aquí una selección de ellas: "Línea clara", "Planeta rock", "El hombre de negro", "La ciudad de las mujeres", "Feo, fuerte y formal" (que dedicó a comienzos de este siglo a la memoria de John Wayne), "Cruzando el paraíso", "Cuando el rock and roll", "Carne para Linda", "La mataré", "Memoria de jóvenes airados", "Rock and roll actitud", "Rusty", "Esto no es Hawai", "En el final de los días", "Siempre quise ir a L.A." para concluir con "Cadillac solitario", que sus "fans" repiten, bisbiseando cada estribillo. Como curiosidad, incluye una versión de "Me olvidé de vivir", la creación de Julio Iglesias. Estos recitales de Loquillo suelen durar una hora, que es lo que se estipula en sus contratos pero, si está a gusto, ha llegado a duplicar ese tiempo. No suele saberse cuál es el caché de un artista, pero en La Coruña, la Comisión de Fiestas tiene la saludable costumbre de publicarlo, y así nos hemos enterado que el rockero, a quien acompaña una banda de media docena de músicos, percibió este verano 30.250 euros por su actuación. Cantidad razonable, nos parece.

A estas alturas de su carrera lleva vendidas tres millones de copias de su veintena larga de discos, el último, aparecido en primavera, Viento del Este. Son treinta y seis los años que lleva en activo. José María Sanz Beltrán, que así se llama, nació en el Clot, barrio obrero barcelonés, el 21 de diciembre de 1960. Su afición musical le vino de su ocupación en una casa discográfica: pertenecía al equipo de promoción y su trabajo consistía en ir de emisora en emisora regalando novedades. Luego empezó a colaborar en algunas revistas y hasta hoy en día publica artículos sobre temas diversos, no necesariamente del mundo del espectáculo. Hay una faceta en él que ha modelado su personalidad: la de jugador de baloncesto, que lo llevó a las filas del Juventud de Badalona. Esa disciplina del deporte, el ejercicio físico diario, el trabajo en equipo, convirtieron a un pandillero de barrio en un joven responsable, que asegura no haber probado drogas duras, si exceptuamos la marihuana. El mote de Loquillo fue ocurrencia de un popular baloncestista, Epi. De él y del entrenador Aíto García Reneses guarda el cantante excelentes recuerdos.

Hay una anécdota, que pudo ser trágica, vivida por nuestro protagonista cuando aún no se dedicaba al rock. Entrenándose cierto día en una explanada de su barrio dio con un desconocido objeto que llamó su atención. Se hizo con él, lo tomó entre sus brazos y, aunque le resultó pesado, lograría por una extraña intuición llevarlo a la comisaría más próxima. Allí, una vez que identificaron el amasijo metálico un policía le sacó de dudas: "Chico, podías haber volado por los aires…". Era una bomba de los tiempos de la guerra civil que, sin explotar, se hallaba escondida entre unos escombros. Los vecinos del muchacho comenzaron a llamarlo "El chico de la bomba" y éste publicó con ese título en 2002 un libro donde relataba su hazaña, de cómo podía haber perdido estúpidamente la vida, a la vez que rendía un homenaje a su progenitor, carabinero republicano y a cuantos con él vivieron tiempos muy duros al final de la contienda en 1939, en su huida a Francia, para caer en campos de concentración. No es el único volumen que ha editado Loquillo; tiene otro, "Barcelona ciudad".

Sus primeros pasos rockeros con un grupo de amiguetes lo llevaron ya en 1980 a ser vocalista del cuarteto Los Intocables. Dos años después y hasta 2007 encabezaba la formación Loquillo y los Trogloditas, que popularizaron con su primer álbum un éxito que aún se recuerda, el de "Los tiempos están cambiando", con los que marcó una etapa febril, en donde destacaba como letrista Sabino Méndez, quien por culpa de sus excesos acabaría alejándose de la conocida banda. El rockabilly, el rock and roll, también heavy metal, eran los géneros que tocaban. Loquillo, por cierto, siempre ha lamentado no haber aprendido a servirse de una guitarra, como otros rockers. Luego de la escisión de Los Trogloditas, en los últimos nueve años Loquillo ha llevado adelante su carrera como solista, acompañado naturalmente por su banda. Decíamos líneas atrás que este rockero no ha tenido inconveniente en pasar del rock and roll clásico con sonidos punk a asimilar algunas veces canciones melódicas de Brassens, Montand, Edith Piaf y Charles Trenet. Por ejemplo. Y es lo que él dice: "Soy un rocker con alma de poeta".

Hace tiempo que se fue de Barcelona. No le gustaban los aires del pujolismo. Y se estableció en San Sebastián, de donde es natural su compañera, la actriz, escritora y directora de cine Susana Koska, quien por cierto le llega poco más arriba de la cintura, a Loquillo, con quien tiene un hijo, Cayo Bruno, de catorce años. Susana ha vencido un cáncer de mama que padeció hace un par de años, asumido por la pareja con gran entereza, que a ella le sirvió para publicar Tópico de cáncer, un libro de autoayuda. Realizadora de dos películas, Mujeres en pie de guerra y Vindication, cuya banda sonora corrió a cargo, como era de esperar, de Loquillo. Quien como actor también ha vivido un par de experiencias, en La buena nueva y La ciudad de los prodigios. El cantante y compositor lleva siempre una libreta a mano, donde anota ideas, frases, que pueden servirle de argumento para sus temas. Lo entrevisté una vez en un programa de radio, al alimón con mi recordado Enrique Beotas (muerto trágicamente hace tres años en la tragedia ferroviaria de Santiago de Compostela). Se expresaba correctamente, con un lenguaje no muy común entre sus colegas, nada barriobajero. He sabido que algunas veces se le ha ido un poco "la olla", cuando zurró a un crítico o mandando coronas fúnebres a algún enemigo. Estuvo tres meses en "chirona", año 2010, por pegarle en un bar a un cliente que se metía con él. Y una noche, desde la habitación de su hotel en un piso veinticinco, arrojó a la piscina un aparato de televisión. Tal vez el programa no era de su gusto. ¡Qué sería de un rockero de no reunir en su biografía pasajes de esa guisa! Por lo demás, a mí Loquillo me parece un tipo singular que, guste más a unos que a otros, lo que él acepta con plena naturalidad, hay que situar en un puesto preeminente del rock español.

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