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La doble vida de Dewi Sukarno, examante de Francisco Paesa

Viuda del presidente de Indonesia, amante luego de Francisco Paesa, Dewi Sukarno ha tenido una vida... peculiar.

Viuda del presidente de Indonesia, amante luego de Francisco Paesa, Dewi Sukarno ha tenido una vida... peculiar.
Dewi Sukarno | Cordon Press

El estreno hace unas semanas de la película El hombre de las mil caras ha devuelto a la actualidad a un personaje turbio llamado Francisco Paesa, relacionado en el pasado con las denominadas "cloacas del Estado", que tanto tuvo que ver con la detención del entonces Director de la Guardia Civil, el tristemente célebre Luis Roldán, y por otro lado en el importante golpe a ETA cuando apresaron en Bidart a la cúpula de la organización terrorista. Este Paesa tuvo relaciones amorosas, en los primeros años 70, con una bella, enigmática japonesa que había sido primera dama de Indonesia: Dewi Sukarno. ¿Quién es esta mujer que hoy, a sus setenta y seis años, vive plácidamente en su país de nacimiento, ya alejada de los fastos que la convirtieron en figura asidua de las páginas de las revistas del corazón?

Naoko Nemoto es realmente su nombre. Tenía sólo dieciocho años cuando conoció a Ahmed Sukarno en el hotel Imperial de Tokio con ocasión de la visita oficial al país nipón del mandatario indonesio. Había alcanzado éste la Presidencia después de trescientos cincuenta años de dominio holandés en su país. Quedó prendado de la belleza de Naoko y poco después, a los seis meses, la convirtió en su esposa, con gran disgusto de una de sus amantes, que al saberse preterida se suicidó. Era su tercer matrimonio. Y una de las primeras cosas que decidió fue cambiarle el nombre, por lo que pasó a llamarse Ratna Sari Dewi, que en la lengua indonesia viene a significar hada y joya.

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Sukarno, en 1970 | Bert Verhoeff / Anefo

El matrimonio sucedió en 1962, concluyendo ocho años más tarde con la muerte de Sukarno. Fueron padres de una niña llamada Kartika. Durante ese tiempo la pareja fue víctima de cinco atentados, sin consecuencia para sus vidas. Estaba claro que Sukarno tenía muchos enemigos y por ello, heredados también por Dewi. Así es que, desaparecido él, su viuda y la niña optaron por instalarse en París, donde pasaron largas temporadas, hasta que marcharon a Nueva York. Es en la capital francesa donde esta dama ambiciosa, bien cubiertas sus necesidades económicas por el patrimonio que le dejó Sukarno, vivió unos años de esplendor. No le costó a poco de llegar ser invitada a suntuosas recepciones. En una de las cuáles conoció a Francisco Paesa, convirtiéndose en amantes. Frecuentaban personalidades de la alta sociedad y era por ejemplo corriente verlos en las temporadas invernales practicando esquí en la estación suiza de Gstaad, centro internacional de personajes del Gotha, las finanzas y del cine. Pero aquel idilio tocó a su fin porque Paesa siempre fue un tipo escurridizo, de vida complicada y negocios poco transparentes, lo que le obligaba a viajar continuamente.

Y acabaron con aquella relación. Fue luego cuando conocí en Palma de Mallorca a Dewi Sukarno, quien a pesar de no ser muy proclive a ser entrevistada, me permitió conversar con ella durante una hora en uno de los más elegantes hoteles de la isla. Era el año 1976 y una de las primeras cosas que me dijo es que ella no era una geisha como falsamente se había difundido: "Verá, eso es lo que se cree de nosotras, las japonesas, en Europa. Tan ridículo como los que piensan que en España todas las mujeres van por la calle a todas horas vestidas de flamenca". Lo que estaba claro es que Dewi Sukarno gozaba de una notoriedad por haber estado casada con Sukarno y porque en París era asidua asistente a festejos mundanos reflejados en la prensa rosa. A lo que ella replicó: "¡Claro que voy a esas fiestas! Y lo hago lo mejor vestida que puedo. ¡Cómo iba a ir, si no! Pero yo le digo a usted que no soy una mujer frívola. Ocurre que si me ven del brazo de un señor en seguida se rumorea que es mi último amante. Y no es verdad…".

Me hablaba Dewi Sukarno con la suavidad, dulzura y moderación de quien era evidente mostraba una idiosincrasia oriental, tan distinta a la nuestra cuando para contrarrestar chismes la supuestamente ofendida lo hace con vehemencia y aspavientos. Le pedí detalles de cómo conoció a Sukarno: "Mire, yo era actriz y modelo en Tokio, rodé tres películas, una de las cuáles la había visto Sukarno. Cuando hizo aquel viaje oficial a mi país pidió a un amigo suyo japonés poder conocerme. ¡Sólo porque me había visto tres minutos en la pantalla…!" Una personalidad tan controvertida como la de su esposo era contemplada por ella de la siguiente manera: "Fue un gran revolucionario. He escrito tres libros y medio centenar de artículos sobre su caída tras el golpe de Estado que lo derrocó. Era sobre todo políticamente puro, un idealista".

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Dewi Sukarno en 1975 | Cordon Press

Por la época en que entrevisté por vez primera a Dewi Sukarno (porque volví a conversar con ella años después en Madrid) publicaba entrevistas con grandes personalidades para una cadena de periódicos nipones. Eso llenaba su tiempo, además de la pintura. "Sepa usted que antes de ser actriz fui estudiante de Arte". En ese segundo encuentro con ella me mostraría un libro biográfico sobre Sukarno acompañado de dibujos también suyos, que llevaba por título La llama de una flor. Se deshizo en comentarios sobre su única hija, añadiéndome que no tenía intensiones de casarse de nuevo. Lo que hasta la fecha cumplió. Lo único que le alteró un poco el ánimo fue cuando le pregunté por su relación con Francisco Paesa: "No, no quiero hablar sobre él. Pero le voy a decir una cosa y es que para mí es un hombre muy trabajador al que aquí, en su país, le tienen envidia". Opté por no contradecirla ni sacar a colación sus supuestos negocios relacionados con tráfico de armas o de otra naturaleza, amén de sus aventuras más propias de un espía que de un próspero empresario como ella pretendía hacerme creer. Fuera de ese convencimiento suyo de que Paesa era intachable, lo que me hizo deducir que aún lo recordaba con afecto estando ya rota su relación sentimental.

Dewi Sukarno me pareció una mujer interesante, culta, de amena conversación y agradable trato en líneas generales. Me sorprendería enterarme que exactamente el 2 de enero de 1992, como se publicó en la prensa mundial, hallándose en la estación de esquí en Aspen (Colorado, Estados Unidos) discutió en una fiesta con la nieta de un ex Presidente filipino, llamada María Osema. Tan violenta fue la discusión que Dewi Sukarno tomó una copa de champaña, la volcó al suelo, volvió a recogerla y airadamente fue a estrellarla al rostro de su atemorizada interlocutora. El incidente motivó que inmediatamente Dewi Sukarno fuera detenida. Tras un juicio rápido sería condenada a prisión, donde permaneció por espacio de dos meses. Es posible que aquella furiosa reacción defendiéndose por haber sido insultada por la filipina, y su estancia en la cárcel alteraran en adelante su habitual conducta serena. El caso es que abandonó los Estados Unidos, regresó a Tokio y allí fue protagonista de un escándalo entre la muy pudibunda sociedad japonesa, al aparecer completamente desnuda, lleno su cuerpo de tatuajes, en un reportaje gráfico aparecido en un lujoso libro. ¿Qué necesidad tenía para tamaña provocación? ¿Tan sólo la llevó a ello un puro deseo estético plasmado en tales fotos en cueros? ¿O es que pretendió llamar la atención de sus compatriotas para anunciarles que estaba viva y que no deseaba pasar inadvertida?

Lo último que hemos sabido sobre Dewi Sukarno es que continúa residiendo en Japón, que está rodeada de un montón de perros de su propiedad, y que sigue siendo una dama refinada, dueña de un buen surtido de ropa. Su leyenda mundana es el contraste con sus aficiones a escribir y a pintar.

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