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Carmen Martínez-Bordiú, divorciada del anticuario Rossi, nunca rompió su amistad con él

Ahora, la expareja vuelve a encontrarse tras ser abuelos de un niño de su hija Cynthia.

Ahora, la expareja vuelve a encontrarse tras ser abuelos de un niño de su hija Cynthia.
Imagen de archivo de Bordiú y Rossi | La Revista

Carmen Martínez-Bordiú, abuela por tercera vez, ha vuelto a encontrarse con su antiguo amor, su segundo marido, Jean Marie Rossi, con ocasión del nacimiento del primer bebé de la hija que tuvieron en común, Cinthya, un niño al que impondrán el nombre de Joseph, nacido el pasado 25 de diciembre. Hasta ahora, aunque se esperaba ese alumbramiento, ninguna publicación se había ocupado del asunto hasta que ¡Hola! lo ha dado a conocer con gran despliegue informativo, en exclusiva. La relación que siempre ha mantenido la nieta mayor del General Franco con el semanario del corazón, del que es colaboradora desde hace tiempo, permite suponer que ha facilitado mucho las cosas para que los padres del neófito dieran su autorización para que se difundiera esa buena nueva.

La joven mamá tiene treinta y dos años, nacida el 22 de abril de 1985, acabó la carrera de Derecho pero ha preferido dedicarse a la pintura. Se casó con el doctor Benjamín Rouget el 18 de diciembre de 2015. Fue una boda de carácter civil (seguida dos meses más tarde de otra, religiosa) en la que entre otros invitados, por supuesto su madre, también se hallaba su hermano Luis Alfonso (el hijo de Carmen y Alfonso de Borbón Dampierre) en compañía de su mujer. En la actualidad Cynthya vive en Burdeos donde su esposo ejerce de urólogo en un hospital, hasta donde acudieron los felices abuelos maternos. Porque insistimos que la relación entre Carmen Martínez-Bordiú con su ex Jean Marie Rossi siempre ha sido fluida, muy amistosa, no en vano se han ocupado, aun en la distancia de ella, de la educación de Cynthia, a la que viviendo ésta en París su madre la veía periódicamente, viajando a la capital francesa.

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Jean Marie Rossi, en 2015 | Gtres

La historia de amor entre Carmen y Jean Marie surgió cuando todavía la entonces duquesa de Cádiz seguía legalmente casada con el infortunado Alfonso de Borbón-Dampierre, quien se enteró por las revistas de que su mujer lo engañaba a sus espaldas. Resulta que conoció al mencionado anticuario francés durante un crucero por el Mediterráneo, en el otoño de 1974, invitados los duques de Cádiz por Olimpia Torlonia, una hija de la infanta Beatriz de Bordón, tía de Alfonso. En esa travesía los duques simpatizaron con Jean Marie Rossi, a la sazón casado en segundas nupcias con Bárbara Hottinger, que lo acompañaba. Se sabría después que el gabacho no perdía de vista a Carmen, fascinado por su belleza. Algunos reporteros, como nuestra avispada colega Paloma Barrientos, contarían posteriormente detalles de aquel repentino enamoramiento de ambos. Porque cuando el barco atracó en el puerto italiano de Bari resulta que ni la mentada Bárbara ni el duque de Cádiz sintieron deseos de bajar a tierra; en cambio, sí lo hicieron Carmen y el señor Rossi quienes callejearon de la mano, "metiéndose mano" sin ningún disimulo.

La suerte estaba echada para el malogrado duque de Cádiz, como se aprecia, ajeno a cuanto hacía su esposa. Estaban en las nubes… cada uno "a su bola". Y llegó el día del cumpleaños de Carmen, y el señor Rossi, galante y profundo conocedor de la sensibilidad femenina, le envió desde París un vistoso ramo de flores. En meses sucesivos hubo encuentros más o menos furtivos de la todavía duquesa de Cádiz con el anticuario galo. Hasta que ella puso las cartas sobre la mesa en su chalé madrileño, diciéndole a bocajarro a Alfonso que se iba de casa. Vamos, que lo abandonaba. Al marido y a los dos hijos de la pareja, Fran y Luis Alfonso. Y Carmen voló rauda a París, se instaló en la casa de Rueil Malmaison, convivió con Jean Marie Rossi hasta que solucionados los trámites oportunos (él tenía que divorciarse de su segunda mujer) pudieron contraer matrimonio civil el 11 de diciembre de 1984.

Veintidós años de diferencia les separaban. Pero Carmen estaba colada por el más que otoñal galán, acaso porque sentía la necesidad protectora de un hombre mayor que ella, una especie de padre. El duque de Cádiz no comprendió nunca aquella traición de su esposa. Ni tampoco el marqués de Villaverde, quien desde que supo la decisión de su primogénita dejó de hablarla. Sólo rompió esa conducta para llamarla a la capital francesa, anunciándole la muerte trágica de Fran, en el accidente de automóvil sufrido por el duque y sus dos hijos. Luis Alfonso, el segundo retoño, se salvaría de milagro. Y ya, para acortar el relato, cuando fue posible, también Alfonso y Carmen lograron oficializar su separación. Entre tanto, ella se dedicó a ayudar a su marido, puesto que se aburría en París, sin saber qué hacer, hasta que logró que la revista ¡Hola! le firmara un contrato muy sustancioso a cambio de las crónicas que ella les enviaba contando detalles sobre los desfiles de moda parisienses. En la tienda de antigüedades de su marido, sita en el muy concurrido Fabourg St. Honoré, Carmen Rossi (ya usaba lógicamente el apellido marital) oficiaba como dependienta. Y, curiosamente, gracias a lo muy civilizado que era Jean Marie, en la casa que habitaba con Carmen en Rueil Malmaison, también vivían, en los pisos superiores, las anteriores esposas del anticuario, dos señoras con las que pronto confraternizó nuestra compatriota.

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Cynthia Rossi | Archivo

La hija que tuvieron llevaba estos nombres: Cynthia María Francisca Matilde (aunque siempre se la conoció por el primero), los dos últimos en memoria de dos hijas fallecidas que tuvo Jean Marie Rossi. Su unión con Carmen duró hasta 1995. Ésta regresó a Madrid, se dedicó a sus colaboraciones con la revista y a presentar un programa de televisión donde dio la impresión de que esa faceta no iba con ella. Pero, optimista, pensaba que incluso podía convertirse en una "chica Almodóvar", en el supuesto de que el director manchego la hubiera llamado para algunos de sus "castings". No cayó esa breva. Pasadas unas cuantas temporadas televisivas, Carmen Martínez-Bordiú (que recobraba su apellido español de toda la vida) se convertía en una estrella mediática del programa ¡Mira quién baila!, sin cortarse un pelo. No lo hizo mal, a base de entusiasmo y de someterse a esforzados ensayos con aquel Poty, que consiguió que la nietísima (como era conocida por su parentesco con Franco) no hiciera el ridículo en la pista, danzando al compás lo mismo de un pasodoble que de un tema funky. Y "haciendo caja", que es algo muy natural en ella. Nada que oponer a sus ingresos. Al fin y al cabo quien le pagaba sabía lo que hacía, a cambio de explotar un apellido histórico, y de servirse de la indudable notoriedad de una de las mujeres españolas más conocidas, cuya biografía sentimental siguió nutriéndose de otras aventuras, hasta contraer un tercer matrimonio con un espabilado cántabro, unión que acabó como el rosario de la Aurora.

De todos los hombres en la vida de Carmen Martínez-Bordiú el más duradero ha sido Jean Marie Rossi. Con los demás, tras sus rupturas, nunca hubo "feeling", ni trato siquiera superficial. Con el francés, sí: una duradera amistad. Probada nuevamente con el nacimiento del primer bebé de su hija Cynthia.

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