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Mar Flores fracasó cuando quiso ser estrella de cine

Con una vida intensa en negocios y amores, el gran fracaso profesional de Mar Flores ha sido, sin embargo, el de ser actriz. 

Con una vida intensa en negocios y amores, el gran fracaso profesional de Mar Flores ha sido, sin embargo, el de ser actriz. 
Mar Flores en Resultado Final | Archivo

Contemplando imágenes recientes de Mar Flores quedo fascinado por su atractivo físico a sus cuarenta y siete años, después de haber dado a luz cinco preciosos hijos. Me entero por su blog que practica asiduamente yoga, disciplina que ella sostiene es beneficiosa, no sólo para su cuerpo sino para la mente. Sus pequeños ya hacen algunos ejercicios, y ella los adiestra con gusto. Estas últimas semanas las ha aprovechado Mar Flores para esquiar, uno de sus deportes favoritos. De los lugares donde pudo deslizarse sobre la nieve recuerda Aspen, por las instalaciones, la belleza de sus pistas y paisajes y la existencia de un magnífico hotel, el Saint-Denís, donde se alojó en las fechas navideñas. No estaba sola, sino acompañada de su último amor, el empresario mexicano Elías Sacal, cuatro años mayor que ella, que le ha devuelto la ilusión tras la dolorosa ruptura con su marido, Javier Merino, con quien estuvo casada quince años, padre de sus adorables hijos Mauro, Bruno y los mellizos de cinco años Darío y Beltrán, que se han quedado a su cargo, aunque el padre pueda verlos regularmente, tras haber firmado la custodia compartida. Como quiera que ya ha pasado casi un año del divorcio, Mar Flores, soltera y sin compromiso, vive con el mentado Elías Sacal desde que se conocieran en septiembre último, una romántica relación y de acuerdo con la agenda de cada uno han venido citándose en Nueva York, Miami, Santo Domingo, Londres, París… De momento ninguno de los dos ha querido forzar verse en un mismo lugar determinado, con vistas a un posible futuro de vida en común. Ella vigila los estudios de los hijos mayores y tiene un servicio que se ocupa de los menores cuando está fuera del hogar.

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Con Elías Sacal | Archivo

La vida de esta fascinante mujer, que al contrario de otras féminas acosadas por los "paparazzi" nunca suele perder la sonrisa cuando la persiguen cámara en ristre ni caer en malos modos si los informadores se acercan a saludarla, es digna de una novela rosa y no digamos de un culebrón televisivo. Tal vez se lo hayan propuesto y ella no haya querido todavía que todas sus aventuras y pasajes sentimentales queden reflejados en imágenes junto también a otros relacionados con sus trabajos como modelo, presentadora, actriz, diseñadora, empresaria… Quién iba a decírselo cuando era muy jovencita en su barrio obrero de Usera y tenía su mente llena de sueños y fantasías que la envolvían en una nube. Los hermanos Matamoros bien conocen aquellos primeros pasos de esta mujer en el mundo de la moda, el espectáculo y la vida en sociedad. Con veinte años la revista Elle la elegía como rostro del año, allá por 1989. Y desde entonces, de salto en salto, se convirtió en una modelo de primera fila, que se paseaba por las pasarelas más importantes. Creyó, a sus veintitrés años, haber encontrado su príncipe azul, en la figura del aristócrata Carlo Constanza de Castiglione, con quien contrajo matrimonio, siendo madre de un niño al que bautizaron con el mismo nombre que el padre. Pronto se desilusionó Mar Flores de aquel conde, bien porque creía haberse desposado con un noble de alta alcurnia, y desde luego porque ella quería volar y no quedarse en casa siguiendo aquel viejo refrán castellano de "con la pata quebrada…". Se aburría de su vida en Italia por lo que hizo las maletas y volvió a Madrid llevándose consigo a su hijo en varias ocasiones, lo que le supuso constantes encontronazos judiciales. El conde se desahogaba concediendo entrevistas a los semanarios del corazón relatando las peripecias conyugales y su situación de esposo burlado. Tras muchos "tira y aflojas" llegaría a un acuerdo con su "ex" para que el hijo de la pareja estudiara en Italia viviendo con el padre en tanto la madre pudiera verlo en las ocasiones más oportunas para ambos.

Mar Flores, que ha demostrado ser una mujer de armas tomar, sin perder desde luego su lado tierno y sensible, siguió adelante, con sus habituales desfiles de modelos y nuevos trabajos en la televisión, en calidad de presentadora ocasional y de fugaz actriz de series populares. Entre tanto su corazón no podía permanecer inactivo y así, entre "ligues" más o menos ocasionales y encuentros furtivos que no todos descubrieron los sabuesos del periodismo rosa, se supo de su íntima amistad con el incombustible Bertín Osborne, al que no se le escapaba viva ninguna belleza en la que clavara la mirada con sus potentísimos ojos claros, su verborrea, su encanto, sus cerca de dos metros de estatura… Lo que ocurre es que Bertín no era de los que guardan fidelidad permanente y como luego se le cruzó otra mujer en su azarosa vida, Mar Flores se despidió del cantante y puede que buscando una estabilidad hasta entonces no conocida, tal vez en pos de un hombre que hiciera de padre-amante a la vez, cayó en los brazos de un seductor empresario, el naviero Fernando Fernández-Tapias, encantador caballero que por lo que conozco siempre ha sido respetado por la prensa, dada su bonhomía y simpatía. Y como era de esperar, Fernando la invitó a su yate con el que hizo algunas travesías llenas de noches inolvidables en alta mar a la luz de la luna. Y la invitó a esquiar a Saint-Moritz, en un ambiente de la jet-set internacional. Le regaló un espectacular abrigo de pieles, diversos juegos de joyas y se prestó a conseguirle aquel sueño que ella tenía de adolescente: ser una estrella de cine. En efecto, fue protagonista de Resultado final, un embrollo urdido por el director Juan Antonio Bardem, sin duda en sus horas más bajas cuando en otros tiempos filmaba excepcionales historias. No era el caso de esta que nos ocupa, con ribetes románticos acerca de la hija de un embajador español cuya vida transcurre al mismo tiempo del proceso democrático español de la segunda mitad de los años 70. La crítica vapuleó aquel engendro, la taquilla registró una exigua cantidad de espectadores y en definitiva el sueño de ser estrella de Mar Flores se desvaneció. Los millones que Fernández-Tapias perdió fueron muchos.

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Mar Flores y Cayetano | Archivo

Cuando todavía el naviero presumía de amante guapa ella se encontraba en un hotel de Roma encamada con Alessandro Lecquio. Aparecieron en Interviú unas fotos de la pareja retozando esos mismos días sin que ella diera la impresión de añorar a nadie, mostrando parte de sus desnudos cuerpos. Ni que decir que el naviero replegó velas. No sabemos si le pidió explicaciones a la madrileña de Usera. Lo cierto es que pronto se olvidó de ella y, felizmente recompuso poco después su situación sentimental. No hemos dado fechas, pero aquello sucedía en 1997. Lo de Lecquio era algo parecido a lo de Bertín: flor de un día, de unas semanas para una pura diversión y, si te he visto, no me acuerdo. Y en estas que entró en escena Cayetano Martínez de Irujo, que deslumbró literalmente a nuestra protagonista. Se suscitaron comentarios a porrillo: Mar Flores pretendía entroncar con la más rancia sociedad madrileña, tener título de condesa o marquesa, aunque fuera consorte. Y el caso es que el jinete se volvió loco de amor por la modelo y hasta la llevó a sus habitaciones del Palacio de Liria, con gran disgusto de su madre, la Duquesa de Alba, quien nunca aprobó aquellas relaciones. Duraron un año y él fue distanciándose de ella. El adiós a aquel nuevo sueño aristocrático de altos vuelos le supuso comenzar de nuevo. Siempre dando la impresión de que no le afectaban las rupturas. Mostrándose en público con su inalterable belleza y frialdad. Hasta que en 2001 se desposó con el empresario Javier Merino, viejo conocido de las páginas de sociedad, con quien ha vivido supuestamente feliz, estabilizada, con un hogar, cuatro hijos y otras actividades como la de tener una tienda on line de complementos para el hogar. Y cuando menos lo esperábamos, ¡zas!, el matrimonio que se va a pique, se separan y al poco tiempo, el divorcio. Ello al tiempo que se conocían los problemas económicos y fiscales de Merino sustanciados en una deuda cifrada en once millones de euros que le reclama el Fisco.

Diríase que ese divorcio llevaría a Mar Flores a apartarse de toda aparición en las redes sociales, y a la vida en sociedad. Todo lo contrario. Pronto ha encontrado el consuelo de un rico empresario azteca. Las penas con miel, son menos, creo recordar dijo alguien en un momento parecido. Y de nuevo tenemos a una Mar Flores en plena forma, física y psíquica. No sólo gracias al yoga y a los mejunjes que utilice en el tocador. Nos invita ella misma a verla en plena actividad deportiva, lo mismo que exhibiendo una cazadora adquirida en los salones parisienses de Courréges (aquel modista que vistió a Massiel para Eurovisión, hoy menos famoso). Como siempre ha querido ser independiente, sabe ganarse la vida gracias a su ingenio y laboriosidad. Porque es diseñadora de complementos, que llevan como firma la de sus iniciales, MFM. (Se llama María del Mar, de ahí dos de las tres letras). El futuro parece importar poco a mujeres como Mar Flores. Sencillamente porque no lo temen. Y eso me lleva a felicitarla, asombrándome ante su gran belleza, nunca marchita y su imperturbable optimismo ante la vida. El día de mañana parece ser siempre para ella un reto que afronta sin despeinarse, porque sabe conquistarnos con su eterna sonrisa.

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