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La temprana muerte de Mario Arturo Moreno Ivanova, el hijo de 'Cantinflas' que dilapidó su herencia

Falleció a los 57 años en México consecuencia de un infarto de miocardio.

Falleció a los 57 años en México consecuencia de un infarto de miocardio.
Mario Arturo Moreno Ivanova | EFE

A los cincuenta y siete años ha muerto en México el único hijo de Cantinflas, Mario Arturo Moreno Ivanova, víctima de un infarto de miocardio. Padecía desde su nacimiento una dolencia cardíaca: una válvula que no irrigaba bien. Tomaba diuréticos, tenía problemas de hipertiroides. A su temprano fallecimiento sin duda hay que añadir la mala vida que llevó prácticamente desde hace más de tres décadas, merced al consumo constante de barbitúricos. Su famoso padre sufrió mucho por estas adicciones de su hijo, pero no pudo controlar esos vicios que constantemente iban minando su existencia, creándole un sinfín de problemas. La mayor desgracia que padeció el universal cómico mexicano fue verse impotente ante la rebeldía de su heredero, su mal comportamiento no sólo con él, su progenitor, sino con sus mujeres e hijos. Toda una historia triste de quien millonario al morir Cantinflas, dilapidó la fortuna que éste le dejó y fue poco a poco, como vulgarmente se dice, cavando su propia tumba.

Cantinflas nunca quiso contarnos la verdad sobre su hijo, desde que nació. Siempre lo presentó como fruto de su matrimonio en 1934 con Valentina Zubareff Ivanova, la hija de un empresario circense a la que Mario Moreno conoció cuando en sus primeros tiempos trabajaba bajo una carpa, de origen ruso. De hecho, el segundo apellido que siempre llevó el joven era el de la esposa de Cantinflas. Pero la verdad era otra. El bebé vino al mundo a consecuencia de las relaciones extramaritales de Cantinflas con una joven norteamericana, turista en México, a la que se "ligó" y con quien mantuvo relaciones durante algún tiempo. Al nacer, el gran actor y aquella norteamericana llamada Marion Roberts convinieron que el niño fuera adoptado por aquel y su esposa. Ignoramos si hubo por medio alguna contraprestación; lo cierto es que la tal Marion accedió a renunciar a su hijo. Mario Arturo, que así fue bautizado e inscrito en el Registro Civil pasó en su adolescencia y primera juventud unos años en Estados Unidos, y se enteró de los avatares de su existencia. La madre biológica fallecería en un hospital de la capital mexicana entre depresiones, delirios y un cáncer de huesos que acabó con su vida. Nada sabemos si Mario Arturo llegó a conocerla ni si su padre lo impidió. De lo que no hay duda es que Cantinflas lo quiso siempre con locura y asimismo la madre adoptiva, Valentina, quien falleció en 1960.

Ya antes de su viudedad, y no digamos después de ella, Cantinflas fue un mujeriego de cuidado. Entre sus conquistas, sobresale la que mantuvo con la norteamericana Joyce Jett; una relación de alrededor de veinte años entre promesas incumplidas de matrimonio, lo que ella aprovechó ante un juez tras demandar a su amante. Y el magistrado, de la Corte de Estados Unidos, determinó que Mario Moreno Cantinflas había faltado a una palabra de compromiso matrimonial con la ciudadana Joyce Jett, con la que verificado que tuvo relaciones íntimas durante un largo periodo, debía indemnizarla con la cantidad de ¡veintiséis millones de dólares!, a la que tuvo que hacer frente si no quería ser llevado a la cárcel. No parece que episodio tan duro hiciera luego mella en las aventuras amatorias de Cantinflas, que continuó su historial donjuanesco sin ningún problema de conciencia. Uno de sus últimos romances fue con la actriz de origen iraní, radicada unos años en España, Irán Eory, una estrella del cine que incluso cantaba y como tal se presentó en el Festival de Benidorm, y que después rodó una versión moderna junto a Conchita Velasco de "La verbena de La Paloma". La vida de Cantinflas se apagó para siempre en 1993. En los últimos años estuvo tentado de vivir en Madrid, como me contó el abogado que llevaba sus asuntos de negocios en España, mi recordado amigo Doroteo López Royo, quien se encargó de buscarle una amplia vivienda en la zona Norte de nuestra capital, conocida como Pío XII. Pero cuando esa noticia llegó a México, importantes empresarios, políticos y amigos del cómico lo convencieron de que su sitio estaba en su país. Y aquella operación inmobiliaria se deshizo.

Su hijo Mario Arturo Moreno Ivanova fue declarado heredero de los bienes del finado, entendiendo como tales el dinero que tenía en metálico, las cuentas millonarias depositadas en bancos mexicanos, de España, Estados Unidos, Inglaterra y las islas Caimán y otras propiedades de gran valor: pisos, inmuebles varios la ganadería y diferentes negocios que tuvo en vida el inolvidable cómico. Nunca pudo saberse la cantidad aproximada de aquella herencia, pero se estimó, indeterminadamente, como propia de un multimillonario. Ahora bien: tal y como les contábamos al principio, Cantinflas estaba muy disgustado con su hijo por la vida de crápula que llevaba. Hasta se dice que un día se enfrentaron físicamente y el hijo lo abofeteó con violencia. En cualquier caso, siendo su único hijo ¿hubiera estado bien que lo desheredara? Lo que hizo Mario Moreno Cantinflas un mes antes de morir fue testar a nombre de su sobrino, Eduardo Moreno Laparade, concediéndole los derechos, como legítimo propietario, de las treinta y nueve películas que protagonizó. De manera que, desconfiando de su hijo, ese sobrino supiera defender el patrimonio cinematográfico tan querido para el actor. Abierto el testamento, enterado Mario Arturo de esa última cláusula de los derechos cinematográficos, la emprendió con su pariente, pero la justicia terminaría dando la razón al primo.

Hemos dejado para el final la azarosa vida sentimental del hijo manirroto de Cantinflas, quien en pocos años fue malgastando la inmensa fortuna de su padre, en negocios arriesgados y sobre todo en drogas. Nunca había trabajado en su vida, comentaba su primo Eduardo. En cuanto a sus estudios, recuerdo que en su última visita a Madrid, Cantinflas me confió que su hijo se había interesado por matricularse en unos cursos de turismo. Viajaba con él pero ni siquiera le servía como secretario o relaciones públicas. Gordo, con rostro aniñado, vivía de los mimos y el dinero que le sacaba a su progenitor para irse de juerga a las primeras de cambio. Estuvo casado con una modelo muy cotizada en México, Abril del Moral, con quien tuvo dos hijos. Luego contrajo segundas nupcias con Sandra Bernat, que le dio tres retoños, el mayor de los cuáles se suicidó con veinte años colgado de una barra en el baño de un hotel. Se quejaba del maltrato de su padre. Maltrato que se extendía a su mujer, quien lo denunció. Uno de sus hijos contaría que el padre le facilitaba drogas y se iban juntos a correrse interminables veladas, siendo el muchacho menor de edad. Por cuanto contamos, previamente verificada la personalidad de Mario Arturo Moreno por informaciones de la prensa mexicana, el susodicho era un pájaro de cuidado. Roto su segundo matrimonio volvió a casarse con otra compatriota, Tita Marbez, que lo aguantó mientras pudo. A fin de cuentas ambos se ganaban la vida con la compañía Cantinflas World dedicada a vender, vía online, un surtido de objetos reproduciendo la figura del cómico, lo que se entiende como merchandising. No obstante, como se peleaban con frecuencia, optaron por separarse. Él se marchó a casa de una prima, Patty Moreno, que es donde le asaltó la muerte el pasado lunes, quince de mayo. Llevaba siempre al cuello, en un collar, sujeto un pastillero con grageas de nitroglicerina. Pero el ataque fue tan fulminante que no le dio tiempo de llevarse ninguna pastilla a la boca.

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