MasterChef vivió el último domingo una noche estelar. Al menos en cuanto a audiencia, con un 26,8% de share y un prodigioso minuto de oro de 2,9 millones de espectadores. Una noche de expulsión y un abandono abortado, el de Edurne, que Pepe Rodríguez Rey tuvo que atajar convenientemente.
El delantal dorado fue para la veterana del grupo, Edurne, que ganó la primera prueba y la inmunidad y, por tanto, el derecho a capitanear un equipo en la prueba de exteriores.
Pero tras perder la citada prueba –centrada en una serie de platos gallegos–, Edurne vivió momentos críticos pese a haberse proclamado la primera semifinalista de la presente temporada. La guipuzcoana declaró estar al límite y querer irse a su casa, por lo que la veterana del grupo no está pasando buenos momentos personales, ya que hace escasas semanas su madre falleció.
Fue Pepe Rodríguez quien llevó las riendas del tema, pese a que todo el jurado trató de convencer –con éxito– a la concursante de que se quedase en el talent-show. Ella, al fin y al cabo, es de las concursantes con más papeletas para hacerse con el éxito.
"Yo me quiero ir a casa ya... ¡Han venido aquí por mí!" decía sin embargo entre lágrimas. Finalmente logró sacar adelante su plato: "He sacado un poco de fuerza pero la cabeza la tenía en otro sitio. Pero por lo menos, ¡la vieja ha hecho algo!", dijo sobre sí misma.
El equipo ganador fue el de Jorge, que capitaneaba al grupo donde trabajaban también Nathan y Miri. Pese a tener un miembro menos que sus rivales, el equipo se supo defender y logró la victoria, dejando a los azules de Edurne el combate en la última prueba.
Durante la misma, la presión pudo con el mongol Odhkuu, que cayó eliminado frente a la brasileña Silene por un plato de cocina vanguardista que no salió especialmente bien. El concursante formaba equipo con Edurne, Elena y la propia Silene, que finalmente consiguió salvarse provocando el enfado de Miri, al fin y al cabo su más directa rival. De hecho, el mongol vaticinó la victoria de su amiga en el concurso.