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Gary Cooper, un buenazo que engañó a su única esposa

Una cosa es lo que uno es y parece; y otra distinta lo que hacemos de puertas para dentro de casa. Es el caso de Gary Cooper.

Una cosa es lo que uno es y parece; y otra distinta lo que hacemos de puertas para dentro de casa. Es el caso de Gary Cooper.
Gary Cooper y Grace Kelly | Cordon Press

En la profusa lista de actores norteamericanos admirados por el gran público desde los tiempos del sonoro hasta el presente –pongamos que noventa años- creemos que en un lugar preferente continúa figurando Gary Cooper. Es posible que los amantes del "western" prefirieran a John Wayne, aunque a corta distancia. Pero aquel le ganaba no sólo en haber protagonizado también una serie de estimables comedias, además del clásico Solo ante el peligro, su filme más reconocido en el mundo entero; sino por el encanto que emanaba de su rostro, con aquellos ojos azules claros, los rasgos bondadosos que desprendía al contemplarlo, pues rara vez tuvo que interpretar a un villano. En resumen: un galán cuya fama cinematográfica estaba a la altura de su condición fuera de la pantalla de hombre noble, incapaz de tener enemigos, como lo calificaron sus mejores compañeros, entre ellos James Stewart, Bing Crosby, Clark Gable y algunos otros.

Pero, ya se sabe: una cosa es lo que uno es y parece; y otra distinta lo que hacemos de puertas para dentro de casa. Y en la vida de Gary Cooper, algo más. Porque si engañó a la única esposa que tuvo no es algo que pasara inadvertido ni para sus íntimos ni por supuesto para el gran público, que estaba al corriente de al menos algunas de sus infidelidades; y es que algunas cronistas de Hollywood como las renombradas Hedda Hooper y Louella Parsons, reinas del chismorreo periodístico, tenían a su clientela de lectores –miles- al corriente de las veleidades sentimentales, en este caso del ídolo de millones de admiradores, sobre todo del género femenino.

Un Gary Cooper que llegó al cine de manera un tanto casual. Se llamaba en realidad Frank James Cooper, hijo de padres ingleses que se establecieron en Montana, Estados Unidos. Un hogar de clase media alta, en el que el cabeza de familia ejercía de juez. Nació en mayo de 1901. No le gustaba estudiar y se sentía más a gusto en un rancho realizando labores de vaqueros. Digamos que por "enchufe" le entregaron un diploma escolar, que no se merecía. Por supuesto que aprendió a montar a caballo estupendamente. Y eso lo llevó a figurar como "extra" en sus primeras películas del Oeste, lo que a sus progenitores no les hizo ni pizca de gracia. Y antes de lograr algún papel que no fuera de figurante hubo de ganarse las habichuelas trabajando de camarero y luego recadero en los estudios de la Paramount. Eran todavía los tiempos del cine mudo en la década de los felices años 20. Un agente de actores fue quien lo bautizó como Gary… Gary Cooper, y a él le pareció bien. En realidad, la mayor parte de su vida obró sin discutir apenas con los demás, ya fueran productores, directores o actores. Tenía su opinión propia pero su idiosincrasia era la de un tipo que no quería tener problemas con los demás.

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Como es comprensible no vamos ni siquiera a resumir su dilatada carrera cinematográfica, pues nunca hizo teatro y sólo se asomó alguna rara vez a la televisión para ser entrevistado o narrar alguna cosa. Entre 1925 y hasta 1961 rodó noventa y cinco películas, entre las cuáles, amén de la mencionada Sólo ante el peligro, destacaron las siguientes: Alas, El Virginiano, Marruecos, Adiós a las armas, Tres lanceros bengalíes, Búffalo Bill, Beau Geste, Juan Nadie, El sargento York, Por quién doblan las campanas, El manantial, Veracruz, (donde a nuestra manchega Sara la llamaba "la Montielito"), El árbol del ahorcado… La última, que pasó inadvertida, fue Sombras de sospecha.

Y ahora, contemos su vida íntima. Clara Bow, aquella legendaria estrella del cine silente, fue uno de sus primeros amores importantes. Le sorbió el seso. Comenzaron su romance cuando ella era muy conocida y él no. Al conocerse en una fiesta ella se lo llevó a su mansión de Beverly Hills. Al día siguiente ya hacían planes comunes. Se decía en aquel 1926 que Clara Bow era la mujer más famosa de la pantalla. Sus escándalos darían al traste con su carrera en el sonoro. Trabajaron juntos en algunos films. La constante en Gary Cooper era liarse con muchas de sus compañeras. Él pidió matrimonio a Clara Bow y ésta le dio largas. La sustituyó por otra actriz, Evelyn Brent, dos años mayor que él, avispada joven que tenía fama de conocer muchos recursos en la alcoba. Con ella sucedió al revés, pues quería casarse, mas él no estaba decidido a complacerla. Y entonces, año 1929, se encamó con su compañera en El canto del lobo, Lupe Vélez, burlando la vigilancia del novio de ésta, que era ¡el director de esa película!, Victor Fleming. Con esta impetuosa mexicana Gary convivió tres años. Fleming, al verse postergado, no le recriminó nada, elegantemente. Lupe se suicidaría, embarazada de su último amante, tras acabar su relación con Cooper. Hubiera querido ser su esposa, pero nunca se casó con nadie. Y Gary confesaría que con ella se excitaba como con ninguna otra.

Sorprendentemente comenzó a circular por Hollywood que Gary Cooper era homosexual y que su ascenso en el cine se debía a su emparejamiento con un millonario. Nada más falso. Y, continuando sus conquistas, acabó en los brazos de la condesa Di Fraso, una millonaria de soltera Dorothy Taylor, que le ponía a su marido unos rotundos cuernos. Mayor de edad que Gary Cooper lo persiguió por medio mundo, viviendo con él de manera interrumpida un idilio que al actor acabó cansando. Alguna vez bromeó con ella al decirle que parecía su "gigoló", su chulo, vamos. Y un día conoció a la que iba a ser eso que, tópicamente, se repite como "la mujer de su vida". En una recepción, al regreso de uno de sus viajes africanos a un safari, se fijó en una dama morena, alta, de impresionante belleza y corte aristocrático: Verónica Balfe. Hija de un millonario. Trató de conquistarla con su mirada, porque no poseía muchas dotes seductoras a través, por ejemplo, de la conversación, recurriendo al consabido "¿por qué no te recomiendo para alguna de mis películas? Mas ella, no picó. Y entretanto, el galán se divirtió con otras bellezas.

Empezó a saberse que jugaba a ser un poco "play-boy", que bebía más de lo debido y a estar preocupado. ¿Saben por qué? No se le quitaba de la cabeza la imagen de aquella mujer, Verónica Balfe, Rocky para los íntimos. Tras vencer las dificultades de la familia de la novia, que se oponía a la boda, se casaron el 15 de diciembre de 1933. Fueron muy felices, se les consideró un matrimonio modelo en la Meca del cine, dicha que aumentó cuando tuvieron a su única hija, María, el 15 de septiembre de 1937. Gary Cooper cambió muchos de sus hábitos para estar con la familia, aunque tuviera que ausentarse a menudo por sus contratos cinematográficos, o para satisfacer la mayor de sus aficiones: la caza.

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Gary Cooper y Veronica, a la derecha | Cordon Press

Pero, tarde o temprano, los "donjuanes" vuelven a sus antiguas costumbres. Y, cómo no, Gary corrió tras más de unas faldas, a pesar de estar muy enamorado de Rocky. Rodando Por quién doblan las campanas, en 1943 con Ingrid Bergman protagonizaron encendidas escenas de amor, hasta donde la censura lo permitía, claro, que en Estados Unidos también era muy rigurosa. Y, de una manera discreta, vivieron al margen del rodaje su propia historia sentimental, que no llegó a saberla la legión de admiradores del galán. Tal vez su mujer sospecharía algo. La actriz sueca diría: "Todas las mujeres que han conocido a Gary Cooper se han enamorado de él".

La siguiente aventura sentimental estuvo a punto de romper el matrimonio de Gary. Fue con la extraordinaria actriz inglesa Patricia Neal, su pareja en El manantial. Era a finales de 1948. Él contaba cuarenta y siete años; ella veintidós. Por muchas precauciones que tomaron, la prensa acabó publicando aquel escándalo. Que Gary Cooper, tan respetado, engañara así, públicamente a su esposa y a su hija, suponía atentar contra el ideal que él había representado hasta entonces. Dudó el galán si dejar o no a su mujer para casarse con Patricia, lo consultó a sus amigos. Patricia Neal comprendería que lo mejor, tras un largo tiempo de relaciones, sería dejarle el campo libre. Rocky, siendo católica, declaró que no se divorciaría de su marido, pese a lo que le había hecho, humillándola, a ella y a María, su hija. Y Gary Cooper volvió al redil, aunque a veces se cuenta que tuvo algún que otro amorío fugaz. Contaremos sólo uno de ellos, por resultar algo divertido. Encontrándose en París tuvo un encuentro con la bella y joven modelo y actriz Giselle Pascal. Nada serio, pero que enterado el amante de ésta, nada menos que Raniero de Mónaco, envió una carta amenazante al actor, que él se tomó con su habitual flema. Recuérdese que Gary Grant tuvo como pareja a una entonces primeriza en el cine, Grace Kelly en Solo ante el peligro (de la que, por su impericia interpretativa tuvieron que cortar muchas escenas), con la que el "sheriff" protagonista de la historia mantuvo algún que otro escarceo a espaldas de las cámaras.

A ruegos de su esposa e hija Gary Cooper, que era episcopaliano, abrazó la fe católica en 1959. Murió de cáncer el 14 de mayo de 1961, una semana después de cumplir sesenta años. Su biógrafo, Larry Swindell lo recordaría como "El último héroe". Los buenos cinéfilos, sobre todo los aficionados al "western" aún siguen gozando de sus viejas películas.

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