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Fran Rivera se despide del toreo con un traje diseñado por Lourdes Montes

Fran Rivera, único matador que fue Duque cuatro años, con una larga biografía amorosa, dice adiós al toreo.

Fran Rivera, único matador que fue Duque cuatro años, con una larga biografía amorosa, dice adiós al toreo.

En la tarde del 2 de septiembre se retira para siempre del toreo Francisco Rivera Ordóñez, quien en las últimas temporadas se ha venido anunciando como lo fue su padre, "Paquirri" (muerto en 1984, tras una gravísima cogida en Pozoblanco). Lo acompañará en el mismo festejo su hermano Cayetano. La cita es en la bicentenaria plaza de Ronda, una de las más antiguas de España, de la que él mismo es propietario. Saldrá vestido con un traje goyesco diseñado por su segunda esposa, Lourdes Montes, y confeccionado a mano con primor. Es probable que cuando concluya el festejo y llegue el momento de que le corten la coleta (adminículo que los toreros llevan prendido en la nuca, aunque en tiempos lejanos era del propio cabello del diestro), Francisco Rivera recurra a una persona muy cercana a él, que sin duda sería Cayetano. En presencia de su cuadrilla, desde luego. ¿Y sus hijas? ¿Asistirán cuando la corrida ya haya dado fin para acompañar a su padre en su última vuelta al redondel? En ese momento quizás pudiera también hacer acto en el coso Lourdes Montes, aunque ella nunca ha querido ver torear a su marido, salvo en algunos festivales. Ha sufrido mucho. Sobre todo desde hace dos años cuando Francisco estuvo a punto de perder la vida en la feria de Huesca. A partir de este sábado su existencia será distinta para el joven matrimonio.

Rivera Ordóñez dice adiós al toreo (ya estuvo retirado una vez) a la edad de cuarenta y tres años. Se vistió de luces por primera vez el 7 de agosto de 1991, a instancias de su abuelo, el gran torero Antonio Ordóñez, que fue quien más le animó a continuar la dinastía. Y lo hizo precisamente en la misma plaza donde ahora se despide. Y donde también un año después ya hizo el paseíllo en un festejo con picadores. La carrera de Francisco Rivera ha sido muy desigual. Albergó grandes esperanzas en su primera época de novillero. Pero después, aunque siempre mostrara valentía y ganas de agradar, su toreo quedó para la crítica y los buenos aficionados en tonos más bien discretos. Ni en Sevilla, donde tuvo algunas tardes felices, ni en Madrid, por poner ejemplos imprescindibles en la fiesta, logró triunfos de primera figura.

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Fran Rivera, tras su última cogida | Cordon Press

Otra cosa es su dimensión de lo que se ha llamado "torero mediático". Es decir, perseguido por los reporteros, y habitual rostro en las revistas del corazón. A mí me lo dijo en dos ocasiones, cuando empezaba: "De toros, pregúnteme lo que quiera; de mi vida privada, ni una palabra". Y, sin embargo, no sé si sería o no consciente de que gracias a su popularidad, ganada más por sus correrías sentimentales que por sus triunfos en los ruedos, mucha gente iba a verle, sobre todo un público femenino, encandilado con su atractiva figura. Luego se beneficiaba de esa prensa que él denostó siempre. Puede que a veces llevara la razón, si le criticaban aparecer con su pequeña hija Carmen en brazos toreando una becerra, en imágenes que él insertaba en Instagram. Pero en general, insistimos en la deuda, no reconocida por el torero, que tiene con los "paparazzi", por muy molestos que sean éstos en ocasiones. Y si no ¿cómo lo contrataban para campañas publicitarias, anunciando por ejemplo relojes caros, sino porque aparecía regularmente en ¡Hola! y otras publicaciones? Así ha ido ganando cientos y cientos de miles de euros. Y no precisamente por cortar muchas orejas y salir muy pocas veces en hombros de las plazas. El tipo, sin duda, es de raza, muy orgulloso, soberbio.

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Una de sus múltiples portadas | Hola

Y seductor. No contamos con sus supuestas aventuras en tierras americanas, cuando iba a torear allende el Atlántico. Celosa, a Eugenia Martínez de Irujo le llegaron chismes de que le ponía los cuernos. Y ella cortó por lo sano. Se habían casado ante mil cuatrocientos invitados en 1998, cuando Francisco Rivera, descendiente por vía paterna de una familia modesta (aunque "Paquirri", su progenitor, alcanzara fama y dinero gracias a su arrojo), se convirtió en duque consorte de Montoro. El primer torero con título aristocrático. Que perdió al divorciarse de Eugenia cuatro años después de la pomposa boda de chaqués y tiros largos. Les quedó una hija preciosa, Cayetana (Tana), a quien quiso llevarse luego a vivir con él en Sevilla pero la mano larga de la Duquesa de Alba, abuela de la niña, lo impidió, y además la justicia falló a favor de la duquesita de Montoro, cinco años por cierto mayor que el diestro.

En el historial amoroso de Francisco Rivera se cuentan llamativas aventuras: con Carla Goyanes, hija de Cari Lapique, íntima de Carmen Ordóñez, madre del torero, que duró poco tiempo ante la inquietud de los padres de la muchacha. Más escandalosa fue su relación con Blanca Martínez de Irujo, prima de su ex, Eugenia. Sin contrastar su íntima amistad con Lolita, que fue uno de los grandes amores de "Paquirri" padre. O de la presentadora Anne Igartiburu, que acaso sólo fue un "flirt" sin importancia. Con una belleza espectacular, la de la andaluza Elisabeth Reyes, sí que el matador tuvo amores apasionados. Ella le presentó un día a la bailarina y bailaora Cecilia Gómez, y Francisco "entró al trapo", olvidándose de aquella y encamándose con la otra. Hasta la presentó a Cayetana de Alba, porque Cecilia iba a montar un ballet ambientado en la vida de la Duquesa. Pronto se cansó de esa figura de la danza. Y después es cuando encontró en Lourdes Montes a la mujer que, por el momento, es quien ha serenado el ímpetu amatorio del torero hacia otras féminas. Ya, desde que se casaron, nadie ha podido demostrar otra cosa que este "Paquirri" le es fiel, está enamorado hasta las cachas de la sevillana y quiere con locura a su niña, Carmen. El seductor ya sólo vive para su familia.

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Con Lourdes Montes | Archivo

Con un patrimonio elevado, Francisco Rivera puede vivir sin problemas durante mucho tiempo, si es que no se mete en negocios ruinosos. Por ahora, le van bien los que tiene: un "stand" en el mercado del Barranco, frente al sevillano Puente de Triana; propiedades inmobiliarias; la finca de su abuelo "El Recreo de San Cayetano", donde reposan las cenizas de Orson Welles en un pozo, que piensa abrir a los turistas, en tanto ya lo hace en otra finca, "El Trébol". Y proyecta otro negocio de hamburguesas. Como se advierte, es hombre de recursos, activo siempre.

Ya heredó de su padre, junto a su hermano Cayetano, importantes propiedades: la finca "Los Rosales", "El Garlochí", en Constantina; un par de ganaderías. Amén de regalos personales, como curiosamente un capote de oro, regalo de Lolita, que diseñó ella misma con un mensaje escrito para el padre de Fran: "Te quiere, Lolita". Alguien borró aquella dedicatoria. Lo que no han recobrado ni él ni su hermano Cayetano son unos estoques y capotes que se los quedó Isabel Pantoja, sin que ella fuera destinataria de ellos y que no ha querido devolverles nunca.

Como a todos los toreros, que mejor o peor, al fin y al cabo se jugó la vida en los ruedos, uno brinda a Francisco Rivera Ordóñez los mejores deseos de felicidad a partir de este su último festejo en los ruedos. ¡Suerte, maestro!

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