Gran Hermano: Revolution llegó a su prematuro final sin armar revolución alguna. Tanto que la cadena se vio obligada a adelantar el desenlace, en el que ganó Hugo, por los bajos índices de audiencia; una serie de mínimos históricos que pueden enterrar el reality de realities el mismo año que cumplía la mayoría de edad.
El programa se despidió con un último episodio que huele a desesperación. Con la cámara apuntando al sillón del confesionario vacío, se oyó por última vez la voz del Súper: "Este año la luz de Gran Hermano no se apaga", sentenció ante la petición de Jorge Javier Vázquez de apagar las luces en Guadalix. Excusatio non petita, accusatio manifesta.
Un adiós que deja en el aire la posibilidad de un futuro Gran Hermano, al menos durante un tiempo, y sobre todo de una edición VIP que, de haber funcionado correctamente, se adivinaría inminente. "La luz de Gran Hermano lleva 18 años iluminando muchas vidas: las de los que han pasado por esta casa y las de los que nos ven por la tele. Esta luz da calor, acompaña y a muchos nos ha visto crecer. Así que no, este año Jorge, la luz de GH no se apaga. Hasta pronto Jorge", dijo el Súper.
Ganó el favorito del público, Hugo, en un intento por complacer a los pocos que quedaban viendo la final, con un aplastante 69,5% de los votos. Frente a él, su ex mejor amigo y ahora contrincante Rubén, que con cara de pasmo tuvo que encajar su derrota. Detrás, Yang (la china de Lanzarote) como cuarta finalista y el valenciano Christian Gabaldón como tercero.