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Cómo Marisol renunció a ganar muchos millones

Marisol cumple 70 años en la intimidad de su hogar malagueño. Sigue siendo un mito. 

Marisol cumple 70 años en la intimidad de su hogar malagueño. Sigue siendo un mito. 
Pepa Flores, Marisol | Archivo

Alcanza Pepa Flores, o Marisol, como lo prefieran, la emblemática edad de setenta años el domingo, 4 de febrero. Hay pocas cosas que contar que no se sepan sobre la estrella malagueña. Pero es muy posible también que generaciones más jóvenes no sepan quién fue, aunque todos los años rara es la revista, programa de televisión o diarios de papel o digitales que no evoquen el aniversario. Y eso ¿por qué? Sencillamente, Marisol fue un mito. La primera figura infantil del cine de los años 60 en España, la cantante alegre y desenfadada, la novia que muchos de su edad soñaron con tenerla como propia. Eran miles y miles de niños, españoles e hispanoamericanos que estaban enamorados de Marisol. Y cuando dejó el cine, los discos, sus actuaciones públicas allá por 1985 pensamos que habíamos perdido, no ya la inocencia, sino una especie de musa, de mito cercano, que nos recordaba que habíamos dejado hace tiempo de ser adolescentes y hasta jóvenes.

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Pero la revista Interviú, en el número especial de su despedida de los quioscos, nos ha vuelto a mostrar una Marisol desnuda, aunque ahora en blanco y negro, explotando hasta la extenuación su imagen. No cobró Marisol aquel reportaje. Cometió el error de fotografiarse sin ropa para un "book" con destino a las productoras europeas, cuando ya no era una niña prodigio del cine y su entonces torpe marido confiaba que de esa manera sería contratada para alguna importante película. Lo que no sucedió. Y copias de aquel mazo de imágenes privadas, que pagó Marisol de su bolsillo, fueron a parar a Interviu, en una reprobable acción del que resultó ser culpable el fotógrafo César Lucas. ¿A cambio de un buen talón que le extendió, ufano, el editor de Interviú· Antonio Asensio? Sucia jugada. Y lo peor es que tras vender el semanario un millón de ejemplares recurrieron sus responsables a reeditar aquellas imágenes en un montón de ocasiones. Una ofensa para Marisol, a estas alturas ya cansada de proclamar su derecho a la intimidad, y de vuelta de todo. Feliz con su compañero italiano, allí en su vivienda malagueña, lejos de toda clase de publicidad. Hubiera ganado cientos de millones. Pero dijo adiós al cine en 1985 con Caso cerrado –titulo premonitorio- y por entonces también a sus grabaciones discográficas. Y ya fue Pepa Flores, alejada para siempre de la fama. Ama de casa, madre de tres hijas, que es lo que había querido ser siempre, antes de que en su vida se cruzara un productor de cine llamado Manuel J. Goyanes.

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Marisol, en Interviú | Archivo

De no ser por su comparecencia en la Feria del Campo de 1959 en Madrid con el grupo de coros y danzas de Educación y Descanso de Málaga, Josefa Flores González no habría sido la posterior estrella conocida como Marisol. Pero dos periodistas, Tico Medina y Felipe Yale, satisfaciendo la petición de alguien relacionado con aquel grupo folclórico llevaron a la niña a los estudios de Televisión Española. Y entonces fue cuando el productor Goyanes se fijó en ella para convertirla en una mina de oro del cine. Quisieron llamarla María Belén aunque terminaron por bautizarla artísticamente como Marisol. Su filmografía, a partir de Un rayo de luz en 1960, se compone de veinte títulos como protagonista. Grabó más de trescientas canciones. Pasó de piezas infantiles a temas pop. Una adorable niña de tranzas rubias convertida en toda una mujer cuando abandonó sus actividades artísticas.

La explotaron. Por mucho que su descubridor y luego suegro le pagara cantidades previamente acordadas, Marisol dio a ganar millones a cambio de soportar duros trabajos, desde ensayos, rodajes, desplazamientos y actuaciones. Y ella estaba harta, quería dejar su carrera, volver a Málaga… Pero Manuel J. Goyanes guardaba un as en su cartera: y era su hijo Carlos, que desde el roce de los primeros tiempos en los que Marisol, con doce años, se fue a vivir con esta familia, domiciliada en el número 5 de la madrileña calle de María de Molina, fue poco a poco ennoviándose con ella hasta amañar un matrimonio que estaba abocado al desastre, como así sucedió. Marisol no estaba enamorada cuando se casó con Carlos Goyanes, quien acabaría casándose en segundas nupcias con quien era la mujer de su vida, la encantadora Cari Lapique. Y a partir de entonces, Marisol, ya libre, dejó de ser la mujer poco menos que sumisa, a la que llevaban al Palacio de El Pardo para jugar con las nietas de Franco, una joven que guardaba para sí humillaciones y desdenes. Alguien que nunca comulgó con el franquismo, que se sintió utilizada en todo momento. Hasta se asegura que sufrió un aborto no deseado por ella y que por supuesto fue secretamente silenciando por la prensa del momento. Al no disponer de detalles y pruebas, es algo que siempre ha quedado en suspenso en toda biografía cerca de Marisol.

La llegada a su vida de Antonio Gades pareció ser para ella una especie de liberación. Pero pagó muy caro esta unión, ni bendecida por la Iglesia ni por ningún juez o alcalde. Simularon una suerte de ceremonia civil ante Fidel Castro, en La Habana, con la bailarina Alicia Alonso y otros invitados como testigos. Pero sin valor oficial en España. Pareja que tuvo tres hijas. Con un padre más ocupado de sus espectáculos de danza que por atender a su familia. Pepa Flores, ya reciclada como artista de canciones contestatarias, lejos de su mito de estrella infantil y niña prodigio, se lamentó, ya tarde, de su equivocación. Habíase convertido en miembro de un partido radical comunista, a la izquierda del P.C., y aparecía fotografiada puño en alto y pañuelo rojo al cuello. Nada que ver con la Marisol de veinte años atrás luciendo vestidos de firma y considerada artista de derechas para las familias conservadoras. Nunca quiso más de la prensa, cuando la perseguían tras el abandono en que la dejó el seductor e inestable Antonio Gades, entonces tras las faldas de la dueña de una cadena de cines suizos. Pepa volvió a Málaga, que es donde ha encontrado la paz y la felicidad que buscó desde siempre, fuera de los focos.

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Marisol, en el año 2007 | Cordon Press

Dejamos atrás aquellas declaraciones suyas, con veinticuatro años, asegurando que nunca había estado enamorada, que fue golpeada por la vida. Antes de irse con Gades, vivió una breve temporada en Barcelona con Joan Manuel Serrat. Pero éste no quiso comprometerse con ella ni en matrimonio ni en continuar emparejado. La cosa quedó sólo en una romántica aventura, con cama de por medio, eso sí. Marisol seguía siendo una víctima. Hubo de renunciar a sus derechos sobre películas que había protagonizado, igual que sus sentimientos se vieron lastimados por esa relación fallida con el cantautor catalán. Y fue cuando se refugió en los brazos del muy experimentado donjuán Antonio Gades que salvo ser el padre de sus tres hijas, no la hizo del todo feliz: le decepcionó. Un italiano, Máximo, dueño de una "trattoría", acabó por ser su compañero definitivo. Y Pepa Flores, desde que lo conoció, volvió a ser otra, la mujer que siempre quiso ser.

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