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La mentira que llevó a Jean Seberg al suicidio

Uno de los amantes de la norteamericana fue el director Ricardo Franco. Se suicidó hace ahora 36 años

El nombre de la norteamericana Jean Seberg probablemente les diga poco o nada. Salvo a los cinéfilos, quienes sin duda la recordarán como una de las más interesantes actrices, afincada en Europa, que entre los años 60 y 70 fue la protagonista de Juana de Arco; la vendedora por las calles de París del New Herald Tribune en A bout de soufflé (Al final de la escapada), dirigida por Jean-Luc Godard; la heroína de la novela de Françoise Sagan llevada a la pantalla, "Buenos días, tristeza"; la perturbada Lilith o la muchacha de La leyenda de la ciudad sin nombre, de Joshua Logan. Pocos pero interesantes títulos de su brillante quehacer.

La persecución de que fue objeto en la vida real por el FBI y su trágica muerte acaecida hace ahora treinta y seis años pudiera haber sido el argumento de una buena película dramática. Y es lo que vamos a contarles junto a otros detalles de su biografía amorosa, con capítulos más desgraciados que felices. La entrevisté en unos estudios cinematográficos madrileños una tarde de 1970, en el rodaje de Kill, compartiendo reparto con James Mason y Stephen Boyd, dirigidos por Romain Gary, que había sido un héroe de la aviación gala y gozaba de una gran reputación literaria como ganador, dos veces, del premio Goncourt. Jean y Romain se acababan de separar por entonces, aunque mantenían una relación amistosa al punto de que vivían en el mismo edificio de París y estaban constantemente en contacto. Había sido el segundo matrimonio de ella. Un año antes, estando todavía casada con el gran escritor, había mantenido un efímero romance con su compañero en Paint Your Wagon (La leyenda de la ciudad sin nombre, ya citada), el luego internacional Clint Eastwood, que siempre fue discreto en sus aventuras extramatrimoniales.

Llevaba Jean Seberg, la tarde en que la conocí, sus cabellos muy cortos –a lo "garçon", se decía entonces-, y sin cita previa, accedió a mantener conmigo una conversación de cerca de una hora. Me sorprendió su delicioso castellano, con acento francés, que dijo haberlo aprendido en casa de unos amigos de la capital francesa. Me enteraría mucho después, gracias a un texto de Vicente Molina Foix, que sus conocimientos de nuestra lengua se debían a la tata del hijo de la actriz, Diego, que era una española emigrante. El pequeño era fruto de esa unión ya deshecha con Romain Gary. "Hemos sido marido y mujer durante diez años –me refirió- pero acordamos separarnos hace unos meses por las diferencias considerables que existen entre nosotros, la edad principalmente".

Un drama seguía cercando la memoria de Jean Seberg, y con la mayor delicadeza por mi parte traté de abordarlo en aquella cita periodística. Pero, antes, debo contar lo siguiente: unos meses atrás, en julio de 1969, yo había conocido a la actriz en el Festival de Cine de San Sebastián. Estaba embarazada de siete meses. Aquél bebé que esperaba muy ilusionada nacería muerto. Un desagradable suceso influiría en tan trágica circunstancia. Jean, cuando en este segundo encuentro la invité a recordar aquella desgracia, fue extraordinariamente sincera conmigo: "En vísperas de dar a luz yo me fui a Mallorca a la casa de verano que teníamos Romain y yo, cuando cierto día hojeando la revista Newsweek leí un artículo en el que una periodista norteamericana me acusaba de haber participado en la lucha en pro de los derechos civiles de los negros, y no sólo eso, sino que decía que yo iba a ser madre de un niño de color. Sufrí un terrible "shock". Resolví con mi marido viajar hasta Suiza a la clínica del doctor Watteville, quien había hecho posible que Sofía Loren fuera madre. No me ocultó que el parto iba a ser complicado. Y así fue: el niño murió a los dos días de nacer. Mi hijo, naturalmente, no era negro. Tuve que permanecer dos meses hospitalizada hasta que me recuperé de aquel doloroso golpe".

Jean Seberg | Corbis Images

Si aquel hijo hubiera sobrevivido ¿vuestro matrimonio no estaría roto?, pregunté a la actriz: "Es posible". Pero ¿por qué Newsweek, revista muy acreditada, publicó aquella patraña? Jean Seberg, durante un viaje a los Estados Unidos había conocido a un grupo de dirigentes radicales de los Panteras Negras, con los que se solidarizó. Asimismo hizo unas declaraciones criticando la política exterior norteamericana en la guerra de Vietnam. Indignado por ello el temible y avieso director del FBI, J. Edgard Hoover, echó mano de unos falsos confidenciales, que filtró a una informadora de Los Ángeles Times, Joyce Haber, quien sin contrastar aquellos datos se atrevió a publicar que una conocida actriz norteamericana (no citaba a Jean) esperaba un bebé de un miembro de los Panteras Negras. Newsweek se hizo eco después del infundio.

Totalmente fuera de sí, Jean Seberg se trasladó a su pueblo natal en el estado de Iowa junto a un féretro de cristal donde reposaban los restos de su hijo muerto. Sus paisanos pudieron advertir que el bebé tenía la piel blanca. Desde entonces, la actriz entró en una espiral de autodestrucción, con periódicos episodios de locura. Encontrándose en Madrid (debió ser cuando rodaba Kill) conoció al director de cine Ricardo Franco, con quien vivió una apasionada historia de amor. En esos meses en el que Ricardo compartía apartamento en París con Jean Seberg, ésta flirteaba también con Dennis Berry, hijo del director cinematográfico John Berry, con quien acabó casándose en 1972, unión que mantuvieron hasta 1979. En este último año, el 30 de agosto, cuando era ostensible para quienes la trataron que padecía una aguda paranoia, Jean dejó de existir tras tomarse una elevada dosis de barbitúricos. Lo más triste todavía fue que la encontraron muerta en su coche una semana después, ya con evidentes muestras de descomposición. Ricardo Franco acusó en su delicado estado de salud aquel triste adiós de su amiga. Y parece que este feliz realizador de Pascual Duarte y La buena estrella dejó entrever su doloroso recuerdo en su última película, Lágrimas negras, cuyo rodaje no pudo concluir cuando una tarde de 1998, viendo por televisión un partido del Real Madrid en un bar, se desplomó al suelo, tras sufrir una irreversible parada cardíaca.

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