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Todo eran risas hasta que llegó el televoto a Eurovisión

Tongo, pucherazo, fraude, estafa. Este puede ser el resumen de la gala de Eurovisión de este año, en la que Ucrania arrebató a Australia el premio.

Tongo, pucherazo, fraude, estafa. Este puede ser el resumen de la gala de Eurovisión de este año, en la que Ucrania arrebató a Australia el premio.

El hecho de que Australia participara este año en Eurovisión -no ya como invitada, como ocurrió el pasado, sino como una participante más- era algo que se nos iba a ir de las manos. Estaba claro desde el principio. "¿Qué coño hace Australia aquí?", se preguntaba en las redes media España. Pues parece que ganar, señora.

Al principio todo eran risas. Y es que el país de las antípodas que el Pequeño Nicolás no supo ubicar en el mapa, enviaba -para más inri- a una cantante de origen coreano a la gala. Dami Im interpretó Sound of silence, con una actuación que le hacía partir como una de las favoritas del certamen.

La australiana salió con vestido de mucho brillo, como tiene que ser en Eurovisión, y se sentó sobre un cubo colocado en el centro del escenario. Y así estuvo más de la mitad de la canción. Pero lo hizo bien, las cosas como son.

Pues lo que decíamos, todo eran risas hasta que comenzaron las votaciones y Australia arrebató, y de qué manera, la primera posición a Rusia, la gran favorita para hacerse con el concurso. El cachondeo generalizado se desató en Twitter.

Los votos del jurado no dejaban de aupar a Australia a lo más alto de la lista. En estas, le tocó el turno al país de marras y el de Oceanía se presentó ante nuestros ojos de esta guisa. Fue uno de los momentos cumbre de la gala.

Descubrimos que Australia ha sido colonizada por Corea. Y nosotros vivíamos sin saberlo, amiga.

Pero aún faltaba lo mejor. Un nuevo sistema de votación, que consistió en separar los votos del jurado profesional [de los distintos países] del televoto, que otorgaron los espectadores. O lo que es lo mismo: el pucherazo de toda la vida. ¿Se pensaban que íbamos a dejar que ganara un país no europeo? Evidentemente, no. José María Íñigo lo sabía, estamos convencidos, de ahí su tranquilidad durante la fase de recuento.

Así las cosas, los australianos se quedaron con cara de póquer y nosotros también. En un giro inesperado de los acontecimientos, Ucrania [¡Ucrania!] obtuvo 534 puntos -sí, como lo están leyendo- y se hizo con el premio.

¿Qué habría ocurrido de no producirse este tongazo? ¿Todos a Australia el año que viene? ¿Veríamos Eurovisión mojando la magdalena en el café con leche? En realidad no hubiera pasado nada, así que no sabemos por qué tanto esfuerzo en impedirlo.

Como Australia es miembro de la Unión Europea de Radiodifusión, puede decidir cuál de los otros países acoge el festival en su lugar, ya que según las normas, nunca podrá ser la sede física del certamen. Y además sólo estaría obligada a pagar la mitad de los gastos de organización. La jugada era maestra por su parte. Y si lo pensamos bien, también por la nuestra.

Sólo dos personas más, aparte de José María Íñigo, conocían de antemano este pucherazo del tamaño de la Antártida. Y eran precisamente los ucranianos. Así aparecieron en nuestros televisores, botella en mano, antes de que comenzaran a repartirse los puntos del televoto. Estaban ya de celebración.

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