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El final de 'Las Campos', o el día libre de tu mamá

Las Campos, de nuevo líderes con el segundo programa -y final- de su reality

Las Campos, de nuevo líderes con el segundo programa -y final- de su reality. 
Terelu en el mercadillo | Mediaset

La segunda entrega (y de momento, final) de Las Campos llegó, vio... y venció. Un buen 17,5% de share para un programa que, adivinamos, regresará tan pronto como sus responsables puedan; y que como nos habían avisado, insufló algo más de vida y movimiento al invento con cameos más o menos constantes, aventuras en el exterior y hasta una mutación genética, aunque sin estridencias que asusten al grueso de la audiencia.

El segundo capítulo de Las Campos hizo amago de ir sobre la fama pero fue, en el fondo, como el largo día libre y a todo trapo de una señora bien. A mi me pareció el Todo en un día para señoras, la jornada perfecta y plácida, si quieren, que desearíamos a nuestra mamá. O a papá, tanto me da. Lo primero de todo el gimnasio, después el vermú con las colegas (en el caso de Terelu)/partida con las amigas (si es la madre) y, más tarde, un paseo por el mercadillo con Terelu y comida con Edmundo, momento en el que, por cierto, al show estuvo a punto de mostrar sus costuras. Por el camino, y como en cualquier superproducción de Hollywood, hubo espacio para el product-placement, aunque como estamos en familia fue para los zapatos que hace la matriarca. Pintarse, sesión de fotos y visita al dietista rematan la faena.

No hubo trasiego por la casa de la madre ni se abusó de la gordura de la hija. En su lugar, las Campos salieron el exterior -aumentando el scope y la épica- en un simulacro de día libre que, no se engañen, es perfecto para su abundante público. Estamos ante un show que se puede beneficiar de un recorrido corto y que, en el fondo y pese a permitirse cierto juego irónico, evidencia que no tiene mal corazón: al final, se pone sobre el tapete el trauma de tener unos kilos de más, pero desdramatizando el zampar de Terelu y celebrando su constante engullir, alternando porras y gin tonic, gambas y brocheta sin que se mueva la laca del pelo.

Hemos hablado de juego: Terelu boxeando en blanco y negro reflexionando "nada es gratis"; Terelu comprando bragas en el mercadillo de Majadahonda, tratando de mantener la compostura pese a la bienintencionada turba de señoras que, como en el Resident Evil, a esas alturas rodeaba al equipo. Una muestra más del grado de autoconsciencia del programa, bien dirigido hacia ese público súper fan que confunde a Terelu con Carmen Lomana, pero que en todo caso la ha incorporado a su vida. Para la siguiente, en unos meses, las Campos podrían salir de noche, con Edmundo haciendo aquí y allá apariciones extravagantes. Aunque cuidado: Terelu ya no se pone tanga, usa braga.

Sin socavar el ego de las protagonistas, Las Campos es un programa razonablemente humilde que sabe hablar de tú a tú, jugar con su propio absurdo y graduar bien su escalada de acontecimientos nimios. "Yo siempre me he dedicado a esto", dice María Teresa, justificando sus cincuenta mil pares de zapatos en el armario. En algún momento, suena el Danubio Azul, antes de la manifestación del que promete ser el villano de la próxima temporada: un gen mutante detrás de la gordura de Terelu, manejando los hilos.

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