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Chonijas, orgasmos mentales y el tormento del gofrero: así fue ‘Gran Hermano 17’

Telecinco es la mejor levantando shows de chonismo épico. Eso hay que reconocerlo y aplaudirlo.

Telecinco es la mejor levantando shows de chonismo épico. Eso hay que reconocerlo y aplaudirlo.
Mercedes Milá y Jorge Javier Vázquez | Telecinco

Las profecías de Ray Bradbury finalmente se cumplieron todas, pero de otra manera. De momento las cámaras no nos vigilan en nuestra casa como se imaginaban las series de los 60 (lo hacen a través del móvil, esa ventana para mirar nosotros que a saber quién tiene al otro lado). Y lo de meter a la peña en un cuartucho para mirarla quedó para el simulacro del reality, la televisión, que esta noche vio la monumental fiesta anual concebida por Telecinco alcanzar cotas de apogeo total. ¿Mentira o realidad? Opinen ustedes, lo cierto es que da igual.

Tranquilos, quizá hemos empezado un poco fuerte, pero no nos vamos a poner intensos. Está el tuitero que critica Gran Hermano ejerciendo la eterna superioridad moral de quien confunde una barra de bar con un púlpito, quien lo saborea de manera clandestina o quien, simplemente, se sienta a verlo en su casa porque le da la gana. Somos de estos últimos, porque el show montado el jueves por la noche merece un respeto. Por el despliegue, por el talento y porque la capacidad de renovar la fórmula lo merece.

Porque sí, porque hubo cambios pero todo siguió siendo lo mismo: hubo un nuevo Labrador y una nueva Fresita y una nueva Ylenia. Se llaman Fran, Bea la "chonija" (ya tenemos nuevo palabro para comentar en la oficina) y Noelia la de Córdoba. Recuérdenla: la de los orgasmos mentales. De esto y no de otra cosa se trataba. Esos y dos amigas con tatuajes parejos que creen guardar un secreto que no guardan; dos colegas que parecen redactores de una revista de tendencias, una mezcla de Richard Ayoade y Álvaro Calleja.

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El momento más descorazonador de GH | Telecinco

Todos los miembros del club presentados de una manera diferente, la combinación estudiada entre planificación y espontaneidad. No todos fueron caricaturas (¿actores?), también hubo personas, sin más, como una asturiana de físico explosivo o un gofrero viajero honesto y normal y al que, por eso, con toda seguridad, se le sometió a un tormento innecesariamente cruel e inexplicable: hacer comer un gofre a los demás habitantes o expulsión inmediata (tranquilos, que era mentira). No sabemos qué recorrido tendrán, pero si esto no es un guión estudiado, entonces yo no sé lo que es... y es probable que no lo sepa.

Y también hubo enredo. Lo de las nuevas tecnologías y entornos virtuales tiene su sentido si pensamos que todo gira en torno a los secretos. Una mentira totalmente inmersiva, en la que el público lo conformaban los propios participantes de GH. Que por tanto podríamos ser nosotros, según parece. Porque si esto es un reality, un simulacro de la vida, qué mejor que hacer girar esto en torno a la imagen, el reflejo que elegimos dar o guardarnos. Un falso modelo internacional con gerontofobia (que en realidad es técnico de inclusión social); una miembro del público que se convierte en concursante (ella "sufre" una condición de "orgasmos cerebrales con sonidos cotidianos"); una presentadora, Mercedes Milá, que no sabemos si se va o se queda, pero que tiene un relevo perfecto en Jorge Javier. Falsas apariencias. Tiene sentido, no me digan que en su oficina no pasa algo más o menos parecido.

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Presentando a Álvaro: "El Arquitecto" | Telecinco

Pero en Gran Hermano 17 hubo también un ritual, un ceremonial, una narrativa destinada a satisfacer a sus fans, ávidos de nostalgia (266 exconcursantes conformaron el público, todo ello entre "cameos" que no ahogaron el nuevo desfile). También un desarrollo repleto de puntos culminantes (y delirantes) en un mosaico de historias, una por concursante, que son también las de sus presentadores, pasándose el testigo para después no y después sí, y después…. En todo caso, y después de escenificar el paso de testigo (fans obligan), a Jorge Javier se le notó evidentemente cómodo pilotando el cotarro, sin necesidad de enseñar escote. Conocedor de la mitología del programa (atención a cuando vaciló a Ismael Beiro) y para nada cansado pese a su sobrenatural ritmo de trabajo. Pero el asunto no lo inauguró ni Milá, ni él, sino un fulano de tal, Alberto García, el primer tipo de este planeta que llamó a GH España, un millón a lo largo de los 17 años de historia del programa. Ya saben, Gran Hermano nos vigila porque somos todos. Y después tuvo la capacidad de ir rápidamente al grano y entregar a sus nuevas promesas: sus vídeos y montajes eran capaces de atrapar a todo ese público al que tan fácilmente y sin ironía alguna se tacha de borreguil.

¿Qué harán con los 18 años, cuando GH cumpla la mayoría de edad? Esperemos que no se vuelva triste.

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