Menú

Jacobo de Grattis: verdad y leyenda en el Caballero de Gracia

¿Fue un mujeriego o un posible Santo?

¿Fue un mujeriego o un posible Santo?
Placa de la Calle del Caballero de Gracia | Archivo

Bajo la Presidencia de Honor de los Reyes de España van a celebrarse a partir de este 25 de febrero una serie de actos en honor de Jacobo Grattis, conocido como El Caballero de Gracia. Uno de ellos el de la conmemoración de los 500 años del Real Oratorio, creado en nombre de este personaje sobre el que cayó la sombra de una leyenda que oscurecía su condición religiosa.

Para quienes desconozcan siquiera la existencia del Caballero de Gracia les sitúo con su vinculación a una popularísima zarzuela, "La Gran Vía", de Federico Chueca, donde se cantaba aquello de "… Caballero de Gracia me llaman / y efectivamente soy así, / pues sabido es que a mí me conoce / por mis amoríos todo Madrid". Qué duda cabe que quien se inspiró en él estaba al tanto de la calle de tales habladurías. Se trataba del italiano Jacobo de Grattis, originario de Módena, quien arribó a España en 1565 en calidad de representante del Vaticano. Precisamente de su delegación formaban parte quienes más adelante serían Papas, a saber: Gregorio III, Sixto V y Urbano VII. Reinaba Felipe II. Diez años más tarde volvió a Madrid con una importante misión secreta relacionada con la unión de España y Portugal. Su elevada condición diplomática le permitió relacionarse en la Corte con los más distinguidos nobles. A los que abrió generosamente su residencia donde dio ostentosas fiestas. Es en esos ambientes donde empezó a crecer su fama donjuanesca y licenciosa. Su apellido, por cierto, ha sido objeto de ciertas divergencias entre sus biógrafos, sosteniéndose estas dos versiones. Una, que de Grattis sobrevino el definitivo apellido y sobrenombre de El Caballero de Gracia. La otra lo asocia a un suceso sorprendente: creyeron que su madre, bastantes años antes de nacer él, había muerto pero ante el espanto de quienes rodeaban el supuesto cadáver, resultó que estaba viva. Los presentes acertaron a divulgar que aquello había sido una gracia del cielo. Y cuando vino al mundo su hijo Jacobo, se le atribuyó ese mismo don, el de la gracia, desde luego figurando como "de Grattis" en la grafía de su nombre.

Al margen de sus actividades diplomáticas se contaban no pocas aventuras amorosas del susodicho Caballero, quien no descuidaba su otro lado digamos piadoso. Y así, componente de una Cofradía de las Ánimas fue enterado de que en uno de los muchos burdeles que existían en las inmediaciones de la madrileña Puerta del Sol, su dueño había colocado la imagen de una Virgen, cuyas manos y la cabeza se movían a través de unos hilos manejados desde el interior de aquel local. Efectuada la oportuna denuncia, actuó el Santo Oficio, se clausuró la casa de citas y sus dueños acabaron en la cárcel. No quedó ahí la cosa pues el Caballero de Gracia utilizó todas sus influencias para que en el solar ocupado por el siniestro burdel se levantaran un convento y una iglesia.

Volviendo a las actividades licenciosas de nuestro personaje se cuentan no pocos lances de capa y espada, pues en su pretensión de conquistar a una dama no se andaba en barras y se oponía a cuantos rivales eran retados por el simple hecho de haberse enamorado de la misma mujer. Pero el acontecimiento que está más enraizado en su leyenda de seductor nato y al mismo tiempo de avergonzado pecador lo sitúa cierta noche ante la casa de una dama a la que deseaba cortejar y "hacerla suya", de nombre Leonor Garcés, que estaba casada con un noble aragonés, al que guardaba absoluta fidelidad. Eso mismo acentuaba el interés conquistador de Jacobo de Grattis, como sucedía según la imaginación de José Zorrilla a su héroe, don Juan Tenorio, respecto a su interés "en llevarse al huerto" a una novicia. Varias veces había fracasado el Caballero de Gracia en su intento de hablar con Leonor, recurriendo finalmente a una de sus criadas a la que mediante una buena bolsa convenció para urdir el siguiente plan: ella aplicaría un bebedizo a su señora, momento en el que facilitaría la entrada del Caballero a los aposentos de ésta, y con tan engañoso procedimiento cometer una violación. En la fecha convenida, el Caballero de Gracia se presentó en la casa. Repentinamente, una voz dejóse oir en el interior de la mente del señor de Grattis. Con el mensaje de si estaba seguro de la acción que iba a cometer, indigna de un caballero de su raigambre, aprovechándose de una dama mediante el uso de un narcótico. El Caballero de Gracia quedó paralizado al punto y así se mantuvo unos minutos; los suficientes para comprender lo inadecuado e inmoral de su conducta. Salió despavorido. Y cuando en días sucesivos hubo ordenados sus pensamientos, ya no tuvo duda alguna de que en adelante iba a dedicarse al Señor. Primeramente cedió su casa, aquella lujosa vivienda donde se sucedieron grandes fiestas entre el desenfreno de bebidas y alegres mujeres cortejadas por él mismo y sus invitados de la Corte, para que convertida en convento se alojaran en él un grupo de monjas. Con setenta años, Jacobo de Grattis tomó los hábitos sacerdotales, fundando la Congregación del Santísimo Sacramento, que se conocería hasta nuestros días, desde hace medio siglo, como el Oratorio del Caballero de Gracia. Se halla en un edificio de la madrileña Gran Vía, que tiene a sus espaldas la calle en la que vivía aquella Leonor Garcés de la historia –o leyenda- que les hemos evocado. Calle no muy larga que lleva el nombre del Caballero de Gracia precisamente, que va desde el cruce de las de Alcalá y Gran Vía hasta la de la Montera.

En ese Oratorio, estos días exaltados por cumplir quinientos años, descansan los restos mortales de este personaje, al que la leyenda ha perseguido siempre. Fuera o no cierta su novelesca mala fama, de lo que no hay dudas para los historiadores que han rastreado su vida es que sus últimos treinta años los dedicó a hacer el bien a los necesitados. Falleció con ciento dos. Su inmenso patrimonio lo emplearía en erigir distintas organizaciones benéficas, como la de la Casa de Nuestra Señora de Loreto, que se ocupaba de la recogida de niños abandonados. Por esa labor la Iglesia quiere reanudar el proceso de beatificación de Jacobo de Grattis, interrumpido cuando iniciado en 1623 por San Simón de Rojas se extravió la documentación precisa para ello. Y es que quienes velan por el Oratorio mencionado, en un templo de bello diseño de Juan de Villanueva, están convencidos de la fama de santidad que acompañó, al menos en su último tramo de vida, a este singular Caballero de Gracia.

En Chic

    0
    comentarios