¿Chefs entregados? Oído, cocina. Esta semana tocó repesca, con los cinco eliminados en semanas anteriores encontrándose de bruces con una nueva oportunidad para corregir su particular desaguisado. Julio, Eva, María Rosa, Tomás y Melissa se presentaron en el privilegiado enclave del Palacio de Galiana (Toledo) para cocinar para sus excompañeros, en ningún momento conscientes de en qué consistía todo y de dónde provenían las deliciosas viandas... Solo puede quedar uno y decir que para que uno vuelva, otro tiene que salir definitivamente. ¿Quién será?
Comida judía, árabe y cristiana se entremezclan en Toledo, y por eso el plato debe ser obligatoriamente de fusión: con el cuscús árabe, el bacalao cristiano y la gallina judía y solo 45 minutos para montar cada uno su invento, los aspirantes a Top Chef se emplearon al máximo en busca de su segunda oportunidad. Pero… ¿cómo integrar tres ingredientes tan distintos?
Entramos en un bucle paranoico, ya con siete programas de la temporada completados. Todos compiten contra todos, eso está claro, y la cuerda se va tensando entre los supervivientes cada vez más. Lo que no quita para que haya fuertes amistades, como la de Rakel y la expulsada Melissa, que luchó por reencontrarse con su nueva amiga.
Al no saber que juzgaban a sus compañeros (o quizá sí) el juicio fue inmisericorde, especialmente Filippetti, convertido ya en el concursante más pintoresco del programa, y probablemente el más odiado por sus compañeros. Al argentino incluso le llamó la atención Paco Roncero, sorprendido de las exigencias del cocinero, que resultó ser un comensal mucho más exquisito que cuando le toca coger los cacharros en la cocina.
Los seis supervivientes echaron abajo todos los platos menos el de la granadina Melissa, que salió por un lamentable fallo que no representaba su trabajo en Top Chef. Pero una entra, y otro tiene que salir… Víctor lo sabía muy bien, así como la más que probable alianza entre las dos únicas chicas de Top Chef, y por eso su mirada a Melissa fue "de cómic". A quien no le importó tener que competir con ella fue a, precisamente, Rakel. Ambas amigas, contentas de estar juntas de nuevo, confesaron su intención formar un tándem para anular a los otros aspirantes.
La prueba de eliminación fue replicar de memoria el plato que realizó Melissa en Toledo. De modo que era su amiga quien, presuntamente, tenía las de ganar, por esa comprensión casi metafísica que se profesan ambas. ¿Y quién las de perder? El inevitable Filippetti, que confesó no tener ni repajolera idea de en qué consistía la pechuga con bacalao que cocinó Melissa. O Víctor, al fin y al cabo el enemigo mortal de ambas. Pero recuerden que esta vez no se premiaba el plato mejor ideado, sino el que mejor copiaba de memoria el anterior.
La cosa estuvo realmente igualada. A unos se les quedó dura la gallina (Richard), otros cometieron el error de usar harina (Manu). Pero la media fue muy buena, dejando a Richard, Montoro y Manu –los favoritos más brillantes y seguros de sí mismos– al borde de la expulsión. Finalmente, el peor intérprete de las tres culturas de Melissa fue Manu, precisamente por no comprender los matices del plato de Melissa. Una amistad femenina pudo con la masculina: tomen nota de esta historia. Manu tuvo que coger sus cuchillos y marcharse, pese a las alabanzas de los tres jueces. Pero repetimos, esta vez se trataba de replicar, copiar, no crear un plato nuevo.
Este Top Chef puede ser el épico enfrentamiento de dos amigas en la final, dos mujeres consideradas las dos rivales más débiles en un elenco de hombres. Veremos.