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La gran experiencia amorosa de Barbra Streisand, que cumple 75 años

Cumple este lunes 75 años, con una amplia experiencia amorosa.

Cumple este lunes 75 años, con una amplia experiencia amorosa.
Barbra Streisand | Cordon Press

Una de las más fascinantes mujeres que he conocido se llama Barbra Streisand, que cumple este lunes, 24 de abril, setenta y cinco años. Probablemente muchos de sus admiradores dudarán, al menos ese es mi caso, sobre si la prefieren mejor como cantante o como actriz. En ambas facetas ha dejado sobradamente la impronta de su extraordinaria personalidad y talento. Es una de las únicas diecisiete personas que está en posesión de los más importantes premios que se conceden en los Estados Unidos, a saber: Óscar, Grammy, Emmy y Tony. Con eso podríamos concluir con el consabido ya está dicho todo, a modo de de extracto biográfico. Aprovechemos para decirles que sus actividades artísticas siguen, aunque su fama ya no sea lógicamente como la de sus mejores años en la década de los 70. Se nos asegura que en este 2017 aparecerá su autobiografía. No se ha significado, precisamente, por contar a los periodistas sus múltiples líos sentimentales, lo que nos coloca a la expectativa de si, amén de que nos introduzca en secretos confesables sobre su profesión, tenga la debilidad de evocar los roneos, achuchones, roces y otros ejercicios afines con el sexo. Por si acaso, y cual si fuera nuestro regalo en forma de bolsita de pasas malagueñas que, aseguran, ayuda a recordar les enumero cuanto sé en ese esperado capítulo de sus amores.

Prescindiendo de aquellos de su época juvenil, acotemos los vividos, por ejemplo, con Elvis Presley. ¿Qué podría contarnos sobre su intimidad con el rey del rock and roll? ¿Y con Ryan O'Neal, del que se decía que bajo su estampa algo meliflua y azucarada de Love Story se escondía un tipo violento? De Warren Beatty ya sabemos por algunas de sus múltiples amantes que es –o era en sus mejores tiempos– un inagotable compañero de cama que dejaba exhaustas a sus queridas mujeres. Con Jon Voight, que siempre me lo imagino con vestimenta vaquera encima de un caballo, no sabemos cómo le iría. Más refinadamente sospechamos sería su idilio con quien fuera el primer ministro canadiense, Pierre Trudeau (al que, en muy justa correspondencia, su mujer le puso los cuernos con unos cuantos). En esa línea romántica, ensoñadora, como viviendo en la cama un cuento de las mil y una noches se nos figura pudo ser el tiempo que vivió junto a Omar Sharif. Tal vez al lado de Kris Kristofferson repitió duetos musicales armoniosos simultáneamente a sus gozos y sombras en la oscuridad de un hotel, o mejor si alguna vez retozaron en un pajar, escuchando al sueco entonar algunas de sus baladas "country". Con Don Johnson, los imagino muy fogosos, a cual más, en tanto junto a Steve McQueen, entre bronca y bronca, ensayando algún número nuevo subidos en una moto de elevada potencia o bien más sofisticadamente aposentados en un automóvil de potente cilindrada y vistosa carrocería.

Ahora bien: casada, lo que se dice casada, sólo lo ha estado dos veces con el intermedio de una larga relación que se asemejaba a un matrimonio en toda regla. Por este orden: entre 1963 y 1971 con el muy interesante actor Elliot Gould, un cachondo integral, altísimo por cierto, al que tuve el gusto de entrevistar en Madrid, y con quien tuvo un hijo llamado Jason, que ha trabajado alguna vez con su madre. Consumado el divorcio, cambió a Elliott por su peluquero, luego convertido en productor de cine, Jon Peters con quien, al margen de si fueron o no felices, ella tenía de entrada un plus: saber que no tenía necesidad alguna de pedir hora. Para peinarse, se entiende. La duración de su romance fue de ocho años, entre 1974 y 1982. Seis años más tarde se desposó con un robusto y atractivo galán, James Brolin, con quien continúa.

¿Qué decir sobre Barbra Streisand respecto a sus películas, que no se haya repetido hasta la saciedad? Pues que nos ha brindado muchos buenos ratos en las butacas de un cine contemplándola en ¿Qué me pasa, doctor?, Tal como éramos, Funny Lady, Ha nacido una estrella, El príncipe de las mareas, Yentl… Acerca de esta última cinta, estrenada en 1983 conservamos en la memoria –y en nuestro particular archivo profesional, por supuesto- la entrevista que le hicimos en uno de los salones del hotel Ritz, de París, invitados por la productora. Nos pareció algo más baja de lo que pensábamos, con una cabellera rizada que dejó caer sobre uno de mis hombros cuando le rogué si podía llevarme un recuerdo fotográfico del encuentro. Cuentan que es mujer de gran genio. Desde luego quedaba patente su personalidad frente a nosotros y también esbozos de ironía en parte de la conversación. Nos saludó en correcto español, explicándome: "Estudié su idioma durante tres años, recibiendo varias medallas por el alma que puse en aprenderlo". Yentl, la película que nos había permitido conocer personalmente a Barbra Streisand, estaba dedicada a su padre, del que había heredado, entre otras cosas, su identidad judía: "Murió con treinta y cinco años, teniendo yo sólo quince meses. Es la historia de una mujer que existió realmente, Yentl, que vivía sólo para estudiar el Talmud y conjunto de leyes cívicas y canónicas de los judíos, basada en el relato del premio Nobel Isaac Bashevis Singer. Muertos sus padres, ella se hará pasar por un chico, rompiendo así la barrera que impide estudiar el Talmud a las mujeres. A la que a principios del siglo XX no la aceptaban en la Universidad ". Esa película, que interpretó, produjo y dirigió, además de cantar en diferentes momentos, le permitió defender los derechos femeninos, lo que en el transcurso de su vida ha sido una constante, con una intensa actividad social en pro de causas justas como esa, y participando en un montón de organizaciones de tipo social, caritativo y benéfico. Una activista liberal y aguerrida, que no se muerde la lengua y asegura ahora que "Trump me está haciendo engordar".

Me dijo más cosas Barbra Streisand en aquella inolvidable, para mí, entrevista de cerca de una hora. Por ejemplo, que tenía la suerte de parecer siempre más joven. Y de que al cumplir cuarenta años se dio cuenta de la brevedad de la vida y la necesidad de la que al menos ella tenía de intentar cumplir cuantos sueños pudiera, como lo había sido el de dirigir e interpretar a un mismo tiempo, faceta en la que fue una de las pioneras en Estados Unidos. Muy exigente tras la cámara. Entonces supo lo difícil que es ser director: "En Tal como éramos, que hice junto a Robert Redford de compañero, pensé que me ordenaban llorar demasiado, y así se lo manifesté al director. Él tenía razón". Acerca del Óscar que recibió por Funny Girl, comentó: "Aspiraban a él Katherine Hepburn, Vanessa Redgrave y Joanne Woodward. Me sentí incómoda, la verdad, pues hubiera preferido que todas juntas hubiéramos recibido una placa". Me sorprendió algo que no me esperaba de ella: "Comencé a cantar a los dieciocho años. Y yo no quería ser cantante, sino actriz". Y, fíjense que, a estas alturas, continúa siendo la voz femenina que más discos ha vendido en los Estados Unidos, con diez números 1 en la revista "Billboard". Maravillosas sus grabaciones de comedias musicales, como "Funny Girl", "Hello, Dolly!", "People", "A star is Born", "Memories"… Y muy recientemente una serie de grandes duetos.

Nos despedíamos ya cuando, precisamente hablando de dúos, se me ocurrió interesarme por una obsesión que tenía mi amigo Julio Iglesias, que era poder cantar con ella alguna vez y recoger el momento en un disco. La respuesta de ella no pudo ser más explícita: "Sí, ya lo sé". Pero nunca le dio esa oportunidad.

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