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Chicho Ibáñez Serrador: "Los censores del 'Un, Dos, Tres' iban con un metro midiendo las piernas y minifaldas de las azafatas"

El programa más rentable de TVE empezó hace ahora 45 años. Y naturalmente, deja mil anécdotas que se pueden volver a contar. 

El programa más rentable de TVE empezó hace ahora 45 años. Y naturalmente, deja mil anécdotas que se pueden volver a contar. 
Chicho y sus azafatas | Archivo

No es fácil, a bote pronto, asegurar qué programa de TVE resultó más rentable en sus sesenta y un años de existencia. Mas tras algunas consultas, investigaciones para comparar las audiencias, aun contando que entonces no existían ni las privadas ni las autonómicas, nos decidimos por Un, dos, tres… responda una vez, cuya primera emisión se produjo hace ahora cuarenta y cinco años. Su guionista, realizador y director, Narciso (Chicho) Ibáñez Serrador contaba a la sazón treinta y cinco años y ya se había labrado un sólida reputación con programas de ciencia-ficción, de terror o incluso como actor y escritor de comedias, con el seudónimo de Luis Peñafiel. Y una mañana, en Prado del Rey, recibió una insólita petición para él, que no esperaba, de parte de uno de los directivos de Televisión Española, Salvador Pons: "Oye, "Chicho", por qué no nos haces una propuesta de un concurso, que es lo que echamos de menos en la actual programación". Y dándole vuelta a la sugerencia dio con la solución. En Buenos Aires había sido el responsable de un concurso patrocinado por una gran multinacional: Un, dos, tres… Nescafé. Sólo tuvo que eliminar esta marca publicitaria y añadirle la leyenda "responda otra vez". Pero sus contenidos vendrían a ser semejantes. Le dieron luz verde y así, a lo largo de tres décadas, ocupó durante muchas semanas los primeros puestos de las emisiones más vistas en la que entonces era la Primera Cadena, luego "la 1", que sin competencia aún y en blanco y negro superaba la cifra de veinte millones de telespectadores.

Durante las primeras semanas "Chicho"Ibáñez Serrador no se atrevió a firmar Un, dos, tres…, cuyos títulos de crédito eludían el nombre de su responsable. Hasta que uno de los primeros críticos de televisión, "Viriato" (bajo cuyo seudónimo se escondía el periodista Enrique del Corral) pidió desde sus columnas de ABC que de una vez saliera a la luz la identidad de su creador. Al que su padre, el veterano actor Narciso Ibáñez Menta, ya le había advertido que aquel concurso estaba muy por debajo de su categoría.

Un, dos, tres… comenzó a programarse en la noche de los sábados llegando a durar más de tres horas. La música, el humor constante, la presencia de actores protagonizando estrafalarios "scketchs" no cansaban a su numerosa audiencia. Lo importante sería ver quién se llevaba el mejor premio. Los concursantes, en el caso de poder elegir, se decantaban por un coche de espectacular carrocería sobre todo, y en su lugar, un apartamento en la Costa levantina. La calabaza como castigo, a la inversa, era otro elemento que añadía incógnitas hasta el último instante. Mientras llegaba el fin, iban desfilando esos personajes habituales del programa, como las azafatas, una media docena de atractivas jóvenes, que en su fuero interno se encontraban allí para aspirar a más altos vuelos: un contrato cinematográfico o musical, por lo común. Mostrábanse ligeras de ropa, con minifaldas cuya longitud medían con un metro, escrupulosamente, los censores que acudían puntuales al estudio donde se ensayaba el programa. Alguno de sus componentes sudaba la gota gorda, echando una mirada a las piernas de una escultural Agata Lys, que era la más "maciza" del grupo. La esposa de un Ministro protestó airadamente por aquella exhibición de parte de su "muslamen", algo nunca visto en la pequeña pantalla y la presencia en televisión de la vallisoletana fue vista y no vista. Pronto exhibió en el cine sus muy poderosas "domingas" y cuanto le permitieron de cintura para abajo. De ese apartado de azafatas hay que recordar a Victoria Abril, que hizo una gran carrera en el cine europeo y algunas otras como Miriam Díaz Aroca, que extendería su trabajo en otros programas de televisión y en el campo de la comedia teatral.

Pero si las azafatas, con su incuestionable "gancho", atraían el mayor número de miradas, sobre todo en poblaciones rurales donde no era fácil contemplar algo parecido, "Chicho" Ibáñez Serrador se guardaba otro infalible anzuelo, para el que tenía que arriesgar lo suyo. Se trataba de la figura de don Cicuta y las Tacañonas. Estas últimas, incorporadas por las hermanas Hurtado fingían velar por las buenas costumbres a su alrededor. Y quien solía armar más ruidos con sus gritos, voces de protesta continua era un caballero frisando los ochenta años. Los concursantes lo temían. Este don Cicuta defendía muy bien su algo siniestro personaje con su voz algo aguardentosa: un actor veterano, Valentín Tornos, que aún hacía breves papelitos en el cine. Venía a representar una caricatura del Régimen franquista: la censura, la dichosa Inquisición, la mordaza… En aquel en principio interminable desfile de figurantes y "frikis" tuvieron importante participación los mejores humoristas y cómicos del país, desde Martes y Trece a Antonio Ozores pasando por una larga lista en la que se encontraban Esteso y Pajares, Juanito Navarro, Bigote Arrocet, Arévalo, el dúo Sacapuntas (deshecho tras la inesperada muerte de uno de ellos), Raúl Sender…

Para el final dejamos la personalidad del presentador. Alguna vez hubo parejas. Kiko Ledgard sería el primero en aceptar ese puesto. Usaba calcetines de distinto color y amén de su verborrea ofrecía dinero a diestro y siniestro provenientes de sus abultados bolsillos. Murió en Perú de manera absurda, subido en el borde de la terraza de un hotel ante unos cuantos periodistas a los que había citado para hablarles de un próximo trabajo suyo. Lo sustituyó en "Un, dos, tres…" una simpática modelo-cantante-actriz cubana exiliada en España, Mayra Gómez Kemp, que se ganó la simpatía de los telespectadores inmediatamente.

El programa de Chicho" Ibáñez Serrador se vendió a otras televisiones. Dejó de emitirse unas temporadas en España hasta que en 2004 volvió a programarse. Pero la fórmula fracasó esta vez. Pocos años después el nombre de Narciso Ibáñez Serrador, adorado, tenido como un genio, fue cayendo en el olvido, no encontraba el modo de seguir trabajando aquí, aunque si pasó por problemas económicos, se los calló. A mí me dijo que en épocas de vacas flacas se ganaba muy bien la vida realizando "spots" publicitarios o vendiendo guiones de telenovelas en Venezuela. Lo que definitivamente acabó con su carrera fue la enfermedad degenerativa que lo condenó a pasar ya sus días en silla de ruedas, encerrado en su despacho, sin ganas algunos días ni siquiera de levantarse. Algunos premios importantes le han aliviado estos últimos tiempos la soledad, tristeza y dolores que padece, cuando de aquí a menos de dos meses va a cumplir ochenta y dos años, conserva lúcida su mente y aún sería capaz de deslumbrarnos, gracias a su enorme inteligencia, ternura y fantasía con más de un programa de ficción y entretenimiento. Pero parece que eso de la jubilación, por decreto o enfermedad, impide seguir trabajando aún en determinadas profesiones, como la suya. Es el abuelito al que se castiga por pretender continuar hacernos pasar mejor los días con sus historias. Esos días que lentamente lo van arrumbando hacia el olvido.

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