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Rafa, el "viejo verde" de 'La Isla' que es peor que el hambre

Sexto programa de La Isla, con el grupo afrontando la tercera semana cada vez más hambrientos y zarrapastrosos. 

Sexto programa de La Isla, con el grupo afrontando la tercera semana cada vez más hambrientos y zarrapastrosos. 
Rafael, en La Isla | La Sexta

Los catorce participantes de La Isla, el reality extremo que emite La Sexta, no compiten por ningún maletín con dinero. Lo hacen simplemente por sobrevivir, filmar su peripecia y transmitir al espectador la experiencia….

Una experiencia que implica hambre: si quitamos el menú de caimán de la semana pasada, el grupo sobrevive únicamente a base de yuca y moluscos. Hambre, con mayúsculas, tanto que la pérdida de peso (de medio kilo al día, más o menos) obligó a la organización a advertirles de la difícil situación. El más perjudicado fue Iker, evacuado por precaución a Panamá tras perder más de diez kilos y no poder casi moverse por deshidratación.

El sexto programa de esta primera temporada comenzó bien. Casi demasiado. El regreso de Juan tras dos semanas sufriendo por la picadura de raya marcó un inicio alegre que solo podía torcerse. El gaditano contó cómo esa dichosa manta raya le picó con su aguijón en el pie y casi le saca del concurso y del planeta Tierra. Él mismo mostró la herida, que además cogió un nervio de por medio.

Y, efectivamente, no tardó en torcerse. Esta vez por la convivencia con Rafa, el setentón y el más veterano del grupo, a costa del racionamiento de comida. Fernando, el aficionado al yoga, puede que ganase el premio al más antipático de los catorce durante su bronca con el mayor, a quien pediría más tarde disculpas tras llamarle "viejo verde". Él no las aceptó, lo que demuestra que, tras dieciocho días de convivencia, aquí ya no hay demasiado espacio para bromas. Lejos de acabar aquí, los enfrentamientos con Rafa fueron la sombra que planeó por todo el programa, como el humo negro de Perdidos.

Lo siguiente fue hacer una trampa con cebo para cazar comida y una balsa de bambú. Lo primero implicaba respirar un olor vomitivo al estar hecha de heces de serpiente, casi tan apestoso como la piel del cocodrilo que el equipo cazó la semana pasada y que exhibieron para la ocasión. Lo de la barca implicaba cierto peligro para todos: si aquello no flotaba, podría no haber más ediciones de La Isla por muerte de sus participantes, por lo que el proyecto requirió una nueva excursión al norte de la isla, en busca de un bambú más ligero. Y si pensaban que nos íbamos a olvidar de Rafa, se equivocan.

Porque hablando de muerte: seguro que muchos compañeros de Rafael han pensado en acabar a machetazos con el buen hombre. Por pesado, por egoísta, por no colaborar, por recordar a todos que es mayor y podría ser el padre de todos. No lo decimos nosotros, sino ellos, que bromeaban a sus espaldas con el tema. Porque Rafa también se las arregló para sacar de sus casillas a los demás durante la fabricación de la balsa, y cuando tocó racionar la comida y pidió su ración de yuca de dos días.

Pero tampoco la tomemos con él. Rafa en realidad no es un villano: es un niño grande, como muchos de los demás robinsones. Fijémonos en Fernando, con sus horas de yoga, el de la primera bronca con el protagonista de hoy, que se ahorró el colaborar en cualquiera de las actividades gracias a su desfile de posturas. O David Martínez, el sabelotodo del grupo, que también sacó de sus casillas a todos. En todo caso, la semana que viene la polémica llegará de la mano de la caza del cochino, sin duda la mejor manera de matar el hambre... y acabar con la paciencia de muchos animalistas.

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