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Orgullo

Me he levantado temprano para dejar éste texto colgado antes de ir al estudio. Primer día oficial de estudio, después de días de programaciones, rectificaciones, letras, emails y reuniones de ida y vuelta con los productores. Tengo ganas de empezar a cantar. Bueno, no es cierto, tengo ganas de TERMINAR de cantar, para poder relajarme, salir, entrar, coger frío... Algún día hablaremos sobre las cosas que nos dan placer en sí mismas y las que forman parte de un proceso que nos gusta y por lo tanto serían prescindibles si no estuvieran enredadas en ese entramado. Me explico : a mí, cantar, lo que se dice cantar, no me produce ningún placer en sí. Y cuando hago algún papel en una serie o película, interpretar tampoco me produce placer. Soy consciente de mis limitaciones y no disfruto el proceso, por eso sé que no soy cantante, no soy actriz. Pero cantar en interpretar son parte de una serie de actividades que implican montones de cosas que me gustan y divierten, todo el proceso de grabar un disco, cómo son las canciones, la portada, qué queremos, la escenografía, los conciertos; o un rodaje, donde puedo estar 24 horas sin aburrirme. Al fin y al cabo cantar un disco es un proceso de tensión y nervios que dura un par de semanas y se repite cada dos años, así que puedo sobrevivir a ello con todo lo que me compensa lo demás.

Leyendo tu última entrada me has dejado muy intrigada con lo de que estás pensando en formar equipo de trabajo... Ya me lo explicarás. No sé qué decirte, no te lo tomes a mal, pero no sé si vas a aprender a delegar...

Recojo el testigo que me dejó Federico la semana pasada mientras charlábamos en “La Mañana” de la Cope. Como no, las declaraciones de la reina Sofía sobre las carrozas y la manifestación del Día del Orgullo Gay. Tú sabes que cuando en casa os ponéis republicanos de más yo siempre me pongo del lado de la reina, muy “à la” Jaime Peñafiel, la cuestión de la profesionalidad, la discreción, etc. De hecho no hace tanto, cuando presenté la campaña de PETA contra el maltrato animal, más de un periodista me preguntó qué pensaba de que la reina no se manifestara directamente sobre una causa que todos sabíamos abrazaba. Yo contesté que como reina de todos los españoles, no podía manifestar de forma directa una opinión personal, aunque tuviera que ver con los derechos humanos/animales, pero que con sus gestos (no acudir a las plazas de toros, cacerías, su labor con varias asociaciones) era suficiente. ¿Y cuáles son los derechos de los reyes? Me temo que la pervivencia de una institución como la monarquía en el Siglo XXI plantea demasiadas preguntas. Su existencia es un anacronismo, ¿insalvable? Yo pienso que no, aunque claro, desde que con once años oí a Dalí decir que era monárquico, yo decidí que también lo era. Puestos a ser sinceros, en mi reino imaginario Warhol o John Waters han formado generaciones dinásticas más cercanas a mi forma de ser, pero eso es otra cuestión. Yo no quiero unos reyes déspotas y absolutistas, pero tampoco quiero reyes que hagan una vida como la de un concursante de Gran Hermano. Vamos, que Maria Antonieta no me ofende lo más mínimo. Entonces, ¿pueden opinar los reyes? Verás, cuando estamos de acuerdo con ellos, pensamos que sí y nos hacemos camisetas con el “¿por qué no te callas?”, cuando no estamos de acuerdo, les pedimos discreción y que se ocupen de sus asuntos, pero, ¿cuáles son esos asuntos?

Bien, la reina se ha preguntado por qué los homosexuales sienten esa imperiosa necesidad de subirse cada año a una carroza y colapsar el tráfico, y como bien sabemos, es una cuestión que TODO el mundo plantea y que usa como arma arrojadiza cada vez que se acerca el Día del Orgullo Gay. No se llama así de forma arbitraria, es una contestación a un hecho concreto que desencadenó una serie de acontecimientos en una fecha concreta, y me encanta recordártelo desde estas páginas. El 28 de junio de 1969 las policía hizo una de sus habituales redadas en el bar Stonewall de Nueva York, donde los homosexuales solían acudir y donde eran frecuentemente molestados por la autoridad. No era la primera vez que había una redada, ni en ese bar, ni en esa ciudad, ni en esa década. Pero ese día, mientras Judy Garland cantaba desde los altavoces “Somewhere over the Rainbow” (por eso el arcoiris es símbolo, sirva para aclarar), los homosexuales, y muy activamente travestis y transexuales, se atrincheraron y plantaron cara a los policías que intentaron detenerlos por, nada, por estar en un bar legal tomando una copa. Y ante el insulto habitual de “maricón de mierda” o la pregunta de “¿no te da vergüenza ser maricón?”, se contestó, que no, que si uno es maricón lo es, y a mucha honra. Y punto. Y toda ese disgusto con el uso de la palabra orgullo viene de cuatro locas con arrojo. Y dicho esto, nos vemos el año que viene en la carroza. Bueno, espero verte antes, dentro de un rato en el estudio.

Por cierto, te dejo una foto maravillosa que sale en el hola, la reina, la infanta y tu favoritísima y delgadísima Nancy Reagan.

Vamos a usar este espacio para comunicarnos, dejarnos recados, enseñarnos las fotos y noticias que descubrimos... para contarnos todas esas cosas que no nos da tiempo a comentar en el día a día. Esto es, en definitiva, un blog cerrado al que sólo tenemos acceso nosotros dos, una extensión de nuestra vida

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