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Champions League

Cosas que hacer en Lisboa, además de ver la gran final

Miles de españoles llenarán Lisboa el sábado, pero además de ver la final es una oportunidad para conocer una de las ciudades más bellas de Europa.

Miles de españoles llenarán Lisboa el sábado, pero además de ver la final es una oportunidad para conocer una de las ciudades más bellas de Europa.
Una calle típica de la ciudad | Philip Sheldrake/Wikipedia

En muchos sentidos, Madrid estará en Lisboa este sábado en el mayor derbi de la historia, pero no sólo de fútbol vive el hombre -ni siquiera indios y vikingos- y los miles de madrileños que se desplazarán a la final de la Champions tienen una oportunidad excelente para, además de disfrutar del fútbol, conocer una ciudad que no sólo es la capital de nuestro país vecino sino que es una de las más hermosas de Europa Occidental.

La mayoría de los viajeros no tendrá mucho tiempo, así que les vamos a proponer un recorrido rápido por los puntos esenciales de una ciudad que tiene un encanto especial y a la que habría que dedicarle más tiempo, pero de la que se puede extraer mucho jugo en 24 horas.

La visita debe empezar en el centro, por ejemplo en la bonita plaza del Rossio a sólo unos pasos de nuestra primera parada imprescindible: el Elevador de Santa Justa. Los elevadores responden a una peculiaridad de Lisboa, que tiene zonas bajas, al nivel del Tajo, y otras bastante más altas. Así que para salvar esa altura hay unos encantadores funiculares en algunos puntos y, en la versión más espectacular, este elevador que es una estructura metálica de 45 metros de altura por cuyo interior suben y bajan dos antiguos ascensores de madera.

Construido entre 1900 y 1902, la mezcla de su estilo neogótico con esa construcción en metal crea un efecto verdaderamente original y curioso. El breve tramo hacia arriba o hacia abajo tiene su punto de viaje al pasado y, no menos importante, las vistas desde arriba son espectaculares.

El elevador les deja al lado del Chiado y el Barrio Alto, dos de las zonas imprescindibles de Lisboa, sobre todo la segunda que es punto de encuentro de culturetas, modernos y tribu gafapasta en general. Sí, podemos pensar –y de hecho pensamos- muchas cosas de la ola de hipsterismo que nos invade, pero hay que reconocer que saben concentrarse en barrios encantadores. El Alto lo es y es también el lugar perfecto para encontrar restaurantes agradables, cafés en los que escuchar fados…

Al castillo

Todavía son más impresionantes las vistas desde otro de los puntos que no puede dejar de visitar: el Castelo de Sao Jorge. Antigua alcazaba árabe muy cambiada, víctima como el resto de la ciudad de los terremotos –especialmente el fatídico de 1755- y restaurada en los años 90 hasta presentar un excelente aspecto hoy en día.

Castillo de San Jorge | Wikipedia

Desde sus alturas se domina la ciudad y, sobre todo, el estuario de un Tajo que es inmenso y bellísimo en Lisboa. Suban al atardecer –si no tienen una final de Champions que se lo impida- y disfruten de un espectáculo que recordarán toda la vida.

El Castelo se levanta, por cierto, en la parte más alta de uno de los barrios de Lisboa que no pueden dejar de conocer: la Alfama. Es como si hubiesen transplantado un pueblo al centro de la ciudad: casas bajas, vecinos que se conocen, estampas casi campestres…

Hace algunos años era pobre y tenía una cierta mala fama, pero recorrerlo era toda una experiencia: su pobreza se sumaba al atraso portugués y aquellas callejuelas eran como viajar a la España rural de los 70. Hoy es más seguro –muy seguro al parecer- y sigue teniendo mucho encanto, aunque quizá ya no sea tan excepcional.

En el tranvía 28

Para subir a Alfama y al Castelo hay un método de transporte excepcional y que el turista que llegue a Lisboa no puede perderse: el tranvía de la línea 28. Admitámoslo: ese vehículo de todos los derroches tiene un encanto especial, y si es en un modelo antiguo como el del 28 lisboeta todavía más.

Uno de los tranvías que recorre las calles de Lisboa | Wikipedia

El trayecto de esta línea se interna por una serie de calles sinuosas y estrechas, por las que el viejo tranvía pasa a una velocidad vertiginosa que no arredra a los chavales del barrio a hacer parte del trayecto cogidos a la plataforma por la parte de fuera. Mientras a nosotros nos cuesta mantener el equilibrio en el interior ellos siguen ahí tan campantes, dándonos miedo y con el vagón pasando a un palmo de las esquinas.

Junto al Tajo

Quizá lo más opuesto al vértigo del 28 en Lisboa es la Plaza de Comercio, el gran espacio urbano lisboeta junto al Tajo. Como la mayor parte de la ciudad que vemos hoy en día, esta gran plaza es fruto de la tragedia del terremoto de 1755, uno de los más dramáticos de la historia y que también dejó su rastro en España. En el espacio inmenso que ahora ocupa estaba el Palacio Real, destruido como prácticamente toda la Lisboa de entonces.

A la plaza se entra a través de un arco triunfal que era la sublimación del triunfo de esa Lisboa imaginada por el marqués de Pombal y renacida de sus escombros, literalmente. Tras superar este arco nos adentramos en una plaza grande, hermosa, cerrada por tres lados que tiene un cierto aire a plaza mayor, pero que se abre en el cuarto al bellísimo Tajo, en unas enormes escaleras repletas siempre de lisboetas y visitantes que disfrutan del sol, del lugar y de las vistas.

De la propia Plaza del Comercio pueden coger el tranvía 15 y llegar a la última etapa de nuestro viaje: el barrio de Belem, que cuenta con dos imprescindibles más: la Torre de Belem y el bellísimo Monasterio de los Jerónimos, uno de los edificios más bellos de la ciudad. Los dos monumentos, uno frente a otro, son patrimonio de la humanidad y sobre todo el segundo es un lugar de una magnificencia tal que es posible hasta que cambie la percepción de muchos sobre ese maravilloso país que es nuestro vecino Portugal.

¿Y algo para comer?

Todo el mundo que visita por primera vez Portugal se sorprende por la calidad de su oferta gastronómica y sus buenos precios. Aunque como es obvio Lisboa no es tan barata como las zonas rurales, pero sigue siendo muy asequible para el viajero español medio.

Alfama y el Barrio Alto son dos buenas zonas para encontrar restaurantes con una buena relación calidad-precio y que suelen tener encanto, aunque sea el encanto de lo sencillo. Otra opción son las populares Cervejarias, cervecerías en las que además de beber se come, y muy bien.

No dejen de comerse los deliciosos quesitos que les ponen como aperitivo en todos los restaurantes, pero cuidado que no son una cortesía y si se los comen tendrán que pagarlos. Y no dejen tampoco de visitar y disfrutar de las deliciosas pastelerías por toda la ciudad. No se preocupen, ya harán dieta a la vuelta: o bien tendrán la fuerza de voluntad que da ganar una Champions o bien el disgusto les quitará buena parte del apetito.

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