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Carlos I en la catedral de Santa Gúdula de Bruselas

Aunque rara vez nos acordamos (también es cierto que no hay muchos rastros que lo recuerden) hubo un tiempo en el que Bruselas y Madrid tenían un mismo rey. En la capital sólo he encontrado dos recuerdos de ello: una placa a los “patriotas” que fueron ajusticiados en la Grande Place por orden de Felipe II; y un retrato de Carlos I en un cuadro de Michel Coxcie en la catedral de Santa Gúdula de la capital belga.

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La conexión es un poco mayor si recordamos que en esa misma catedral Carlos V fue coronado Carlos I de España y si sabemos que, a pesar de que Coxcie no es hoy un nombre de primera fila de la historia de la pintura (sus cuadros son buenos, pero no logran maravillarnos como los de algunos de sus contemporáneos), en su momento sí era uno de los más famosos artistas de los Países Bajos y tanto Carlos I como su hijo Felipe II eran, probablemente, sus principales clientes y coleccionistas. De hecho, varios de sus cuadros pueden verse todavía en El Escorial.

Toda esta introducción me sirve para animarles a visitar la imponente catedral de Bruselas, sin duda uno de los atractivos de la ciudad, que es un excelente ejemplo de arquitectura gótica y que cuenta en su interior con algunas estimables obras de arte.

Ciertamente, cuando llegué a las puertas del gran edificio no me llamó excesivamente la atención. Su fachada es gótica y hermosa, pero un tanto impersonal, si me permiten una afirmación un tanto chocante. No es que haya en ella nada antiestético o poco armónico, pero da la impresión de poder ser la portada de cualquier catedral, diría yo que le falta algún elemento que le de cierto carácter.

No descarten que esto sea simplemente una tontería mía, y también pudiera ser que esta impresión fuese responsabilidad, al menos en parte, de un día gris de luz plana y cielos blancos que en nada favorecían a la piedra clara y limpia que eleva el edificio hasta su considerable altura.

Esta impresión, no obstante, cambia en cuanto se entra en el edificio y uno va apreciando algunos detalles que le van dando valor; los dos primeros son su pureza de líneas góticas, no demasiado fácil de encontrar en España donde las catedrales se iban reformando (y en muchos casos estropeando) a lo largo de los siglos; y la ausencia del coro en la nave central (de nuevo extraña en nuestro país) que ofrece así una muy bella perspectiva.

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Capítulo aparte merecen las vidrieras, que transforman el exterior un tanto anodino del que les hablaba en un interior lleno de personalidad, luz y belleza. Se trata de una obra renacentista realizada a partir de diseños de Van Orley que, por cierto, fue maestro del antes mencionado Coxcie.

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Otro elemento ciertamente impresionante de la catedral es el tremendo púlpito de madera labrada que se puede ver a mitad de la nave central (una posición un tanto inusual, estoy acostumbrado a verlo más cerca del crucero) y que es un fantástico ejemplo de escultura barroca, con un toque un tanto tenebroso (reproduce la expulsión de Adán y Eva del Paraíso) que debía irle de perlas al párroco para impresionar e incluso aterrorizar a una feligresía que hoy en día, con unos oficios religiosos bastante menos atemorizadores y las llamas del infierno algo más lejanas, simplemente admirará la belleza del trabajo del artista.

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Por último, hay un pequeño museo catedralicio en una preciosa capilla a la izquierda del altar con algunas obras de arte interesantes que no debe perderse, y una cripta con los restos de la anterior iglesia románica que también merece una visita.

Obvio es decirlo: si pasan por Bruselas no se lo pierdan.

MÁS INFORMACIÓN
Web de la propia catedral.
Artículo en Donde Viajar.
Mis fotos en Flickr de la catedral y de otros lugares de Bruselas.
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