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Nuremberg: pura Alemania

Una ciudad cargada de historia, agradable y llena de cosas que ver: Nuremberg es una destino perfecto para asomarse a la Alemania más auténtica.

Una ciudad cargada de historia, agradable y llena de cosas que ver: Nuremberg es una destino perfecto para asomarse a la Alemania más auténtica.
El encanto del Nuremberg medieval

El viejo Puente del Verdugo cruza el río Pegnitz en uno de los rincones más hermosos de Nuremberg y, si me apuran, de prácticamente cualquier ciudad alemana. Las aguas, retenidas un poco más adelante, reflejan el puente y la torre del Verdugo y el gran almacén de grano a su lado y entre los clics de los turistas que se hacen ordenadamente fotos en el lugar uno se imagina que así de bella debió de ser toda la ciudad -y quizá toda Alemania- algún día.

Una belleza que sigue guardando en no pocos rincones que han sobrevivido al tiempo y las catástrofes: sus iglesias, sus otros puentes, las espléndidas murallas, las plazas llenas de encanto… La ciudad, en suma, es muy interesante y muy disfrutable, especialmente si tienen ustedes la suerte de conocerla durante su famoso Mercado de Navidad, todo un mes en el que el centro de la ciudad se convierte en un enorme espacio entregado a las tradiciones y al espíritu navideño.

Es, además, una ciudad cargada de historia, alguna más bien terrible, cierto, pero también muy bien digerida -si me permiten la expresión-, tal y como ya les expliqué por aquí hace unos meses.

Un castillo imperial

Pero la otra historia de Nuremberg, quizá menos trágica pero no menos apasionante, se puede empezar a ver y casi vivir en el impresionante castillo, colocado en un promontorio rocoso desde el que se domina toda la ciudad vieja y la nueva.

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El Castillo de Nuremberg | C.Jordá

Conservado en parte en la II Guerra Mundial –entre lo que quedó intacto la espectacular capilla románica, pequeña pero preciosa- y reconstruido cuidadosamente en lo que faltaba, visitarlo nos permitirá asomarnos a una grandeza peculiar y un tanto desnuda, ya que los castillos de los emperadores germánicos no tenían muebles sino que era amueblados cuando la corte itinerante del emperador pasaba por allí sólo unos meses al año.

Una empinadísima calle empedrada nos llevará desde el castillo al centro en un trayecto breve en el que podemos aprovechar para pasar por el Museo de la Ciudad -Stadtmuseum Fembohaus-, en una de las más bonitas casas de Nuremberg y en el que también podremos aprender no poco lo que fue la ciudad hasta 1933.

Además de la Fembohaus Nuremberg tiene otros dos museos que les recomiendo visitar –incluso hay un tercero que yo no pude ver pero tiene muy buena pinta: el del transporte ferroviario-: el primero sería la casa de Alberto Durero, el maravilloso pintor que vivió durante buena parte de su vida en la ciudad y lo hizo en el mismo edificio junto a la muralla que hoy se puede visitar.

El segundo es de esos que parecen pensados para el disfrute de toda la familia: el Museo del Juguete, que tiene un sentido especial por la tradición juguetera de la ciudad, que siempre ha tenido una industria pujante en ese sector al menos desde el siglo XIX.

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Una sala del Museo dle Juguete | C.Jordá

Muñecas y casas de muñecas, trenes y maquetas, los más variados juegos de mesa y de construcción... La exposición no es el colmo de la modernidad y no le vendría mal un poco más de luz para poder disfrutar de hacer fotos, pero sí tiene un cierto encanto propio y, desde luego, ofrece una visión más que interesante sobre el mundo del juguete y, otra vez esa palabra, su historia.

Tan o más recomendable que los museos es la colección de iglesias góticas del centro de Nuremberg: San Sebaldo, la más antigua y quizá la más bonita; San Lorenzo, que es seguramente la más grande; y la Frauenkirche, en la plaza del mercado, pequeña pero con una forma muy original que vale la pena conocer, y no sólo por las espléndidas vistas de la plaza desde el balcón.

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Una luz muy especial en San Sebaldo | C.Jordá

Aún así, estoy seguro de que lo que más les gustará de este Nuremberg medieval es pasearse por las muchas zonas peatonales del centro, asomarse al río y a sus preciosos puentes, acercarse a las murallas –impresionantes en algunos tramos- y, disfrutar, en suma, de una ciudad acogedora, elegante y agradable que, además, desde hace unas semanas está a tiro de vuelo low cost.

Vamos, que se me están quedando ustedes sin excusas para conocer una ciudad que es un ejemplo inmejorable de la esencia de Alemania.

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