Como casi todas las ciudades holandesas Rotterdam sufrió terribles bombardeos durante la II Guerra Mundial, pero al contrario que otras como Ámsterdam, en lugar de reconstruirla tal como era antes del conflicto al terminar se decidió levantar una urbe completamente nueva.

Esta decisión, no sé decir si acertada o descabellada, es la razón principal de que hoy por hoy, 65 años después, uno de los principales atractivos de esta ciudad portuaria sea el despliegue de arquitectura moderna que atesora, uno de los más interesantes del continente, con edificios de alguno de esos arquitectos de los que siempre se habla cuando hay un concurso importante o cuando se presenta un nuevo edificio emblemático: Foster, Piano, Koolhas...

Pero más allá de los nombres y de los edificios aislados, lo más importante de la arquitectura de Rotterdam, o al menos lo que más llamó mi atención, es cómo la preocupación por la arquitectura y la estética llega a prácticamente cualquier edificio de nueva traza: en grandes zonas de la ciudad no se encuentran los habituales bloques de pisos, siempre aburridos y habitualmente antiestéticos, por no utilizar un término más duro, sino viviendas interesante, originales y con un marcado carácter propio.

Si a esto le juntamos la imparable recuperación de antiguas zonas del puerto para usos residenciales o comerciales, el resultado es una ciudad que se está renovando mucho y, cosa extraña, que lo está haciendo con un sorprendente buen gusto arquitectónico que lleva a que, allí donde había muelles sórdidos, hoy nos encontremos paseando entre edificios estupendos.

Las Cube Houses

Probablemente el edificio más conocido de Rotterdam son las Cube Houses, un conjunto de viviendas edificado en los ochenta por un arquitecto local, Piert Blom, que según parece se inspiró, aunque dista mucho de parecérseles, en los puentes medievales con viviendas como el Ponte Vecchio de Florencia.

De hecho, la verdad es que las casas descansan sobre un puente que atraviesa una de las principales vías circulatorias de la ciudad, aunque el aspecto tan llamativo de las viviendas casi no nos deja darnos cuenta.

Y es que las casas, viviendas unifamiliares, son perfectos cubos colocados de forma que uno de sus vértices se apoya en un "tronco" que le sirve de entrada y apoyo. Esta forma cúbica se mantiene en el interior, lo que da a la casa una apariencia totalmente sorprendente, no siempre demasiado práctica, pero realmente encantadora.

Eso deben pensar sus ocupantes, ya que las Cube Houses son viviendas particulares que a día de hoy todavía están ocupadas por sus propietarios... excepto una de ellas, convertida en museo por un dueño algo más avispado que, una vez comprada y ocupada la casa, decidió permitir la entrada previo pago. Suponemos que desde entonces viene viviendo gracias a su idea.

Manhattan del Maas

Si una ciudad tiene canales la llaman la Venecia de aquí o de allá, y si tiene rascacielos es este o aquel Manhattan. En el caso de Rotterdam el apelativo elegido ha sido el de Manhattan del Maas, por el río que la atraviesa, además de que es precisamente en sus orillas donde se concentran muchos de sus edificios altos.

Que por otra parte tampoco son tan altos, aunque sí logran configurar un perfil ciertamente espectacular en algunas zonas como en las cercanías del viejo puerto, todavía con edificios en construcción pero ya con algunos como el complejo Big Apple, realmente interesante.

Otra zona que está tomado proporciones notables son áreas al otro lado del río, especialmente en los alrededores de uno de los pocos edificios antiguos que se conservan: la antigua terminal de trasatlánticos, hoy reconvertida en el delicioso hotel New York.

Allí hay rascacielos muy interesantes, se proyectan otros nuevos y hay también edificios de menor altura pero de gran calidad arquitectónica, como el complejo Las Palmas (no he llegado a saber el porqué de tan hispano nombre) que incluye oficinas, estudios y un museo de fotografía y que es obra del estudio de arquitectos Benthem Crouwel.

Además, en otras zonas de la ciudad encontramos también obras arquitectónicas que vale la pena conocer, como el centro cultural Kuntshal, de Rem Koolhas; el nuevo Teatro Luxor, de Bolles & Wilson; la Universidad Marítima de Holanda, de Neutelings-Riedijk Architects y con una más que peculiar forma de periscopio; o la gran Biblioteca Pública, de Van den Broek en Bakema, que seguramente nos resultará poco atractiva desde fuera pero que tiene un sorprendente y muy interesante exterior.

Recordando a Erasmo

Por último, aunque podríamos seguir hablando del tema por horas, no puedo dejar de comentar una obra de arquitectura e ingeniería que seguro que gustará incluso a los menos interesados por la arquitectura moderna: el espectacular Erasmus Bridge, un puente atirantado que une las dos orillas del Maas cubriendo un vano de más de 800 metros.

La altísima torre que sustenta los cables y su peculiar forma han llevado a que el diseño de Ben van Berkel reciba el acertado sobrenombre de Puente del cisne.

Un inmenso cisne, eso sí, que es desde su inauguración una de las vistas más conocidas de la ciudad y que les dejará poco menos que boquiabiertos, tanto si lo atraviesan por sus aceras o en tranvía como si pasan bajo él en una de las excursiones en barco que no puede dejar de hacer en Rotterdam.

Y NO SE PIERDAN NUESTRA GALERÍA DE IMÁGENES DE ROTTERDAM