Menú
Carta de amor

El perfume no es para pobres

Tu presencia cambió mi vida.

Me diste fuerza, ilusión y esperanza para salir del barro, un motivo para levantarme feliz cada mañana. Necesitaba tanto creer en algo, que creí en ti.

Me aferré a un sueño y con el mismo barro que antes estuvo a punto de ahogarme comencé a construir un gigante, un gigante descomunal capaz de transportarme a las nubes y de hacerme olvidar lo que pasaba en la tierra.

La palabra felicidad volvió a salir por sorpresa de mi boca tras años de ausencia y me preparé para incluir otras palabras olvidadas en mi diccionario. Ilusión, esperanza e incluso amor se colaron de nuevo en mi vocabulario mientras ese gigante de barro seguía creciendo y creciendo sin darse cuenta de que sus pies eran demasiado frágiles para soportar el peso de tanta utopía.

Soñar es gratis me decía, pero es mentira. El precio de soñar es despertarse y darse cuenta de que lo que parecía real es sólo un espejismo, y ese precio es demasiado alto para alguien cansado de vivir en un mundo sin ilusión. Por eso me negaba a caer dormido a tu lado, porque no quería despertar y darme cuenta de que todo era un sueño, porque temía que ese gigante cayera sobre mí para acabar con esta fantasía.

He pasado varias noches sin pegar ojo, temiendo el sonido del despertador, y ese temor me ha impedido disfrutar de mi sueño y mostrarme tal y como soy. Pero con miedo o sin miedo, los sueños tienen un final y ha llegado hace sólo unas horas. Me he despertado sobresaltado y lleno de resentimiento porque necesitaba continuar con este coma profundo que me alejaba del frío hospital en el que se había convertido mi vida.

Y ahora que he despertado no quiero volver a soñar, pero no por temor a despertarme sino por miedo a confundir el mundo real con el ficticio. Tal vez el mundo real sea una mierda, pero al menos huele a lo que es en realidad; no como el mundo ficticio que huele a perfume caro, pero al final acaba siendo también una mierda.

Marco Alonso

En Chic

    0
    comentarios