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Katy Mikhailova

Un vino, un tiempo, y nada más

El vino -el buen vino- es un 'lujo accesible' que, aunque no es para todos los días, puede ser accesible a todos los paladares y bolsillos.

El vino -el buen vino- es un 'lujo accesible' que, aunque no es para todos los días, puede ser accesible a todos los paladares y bolsillos.
Hablando de vinos | Archivo

Todo se intenta democratizar, pero el buen vino tiene que mantenerse fiel a su precio, porque la calidad y la excelencia no entiende de populismo; a pesar de que en una entrevista personal que me concedió Emilio Álvarez, consejero delegado de bodegas Vega Sicilia, asegurara que todos nos podemos permitir una botella de sus vinos para ocasiones especiales. Es lo que yo llamaría 'lujo accesible' que, sin embargo, no es para todos los días, y es válido solo para los paladares exquisitos.

"Aplicamos un concepto especial del tiempo: el valor del saber esperar", cuenta Álvarez en su ponencia en el tercer foro durante un desayuno del Círculo Fortuny, liderado por Carlos Falcó, en el Hotel Ritz. La familia Álvarez lo intentó con el vino blanco, pero no tuvieron demasiado éxito: "Buscamos equilibro entre la calidad y la presencia en el mercado".

Presentes en 110 países en todo el mundo, los directivos de las bodegas rechazaron una oferta que consistía en aumentar la cantidad de vinos de la empresa familiar: "no creemos en que que se pueda producir millones de litros de nuestros vinos", confirma Emilio.

"La mayor incógnita es haber sido capaces de haber evolucionado con los gustos de los clientes, pues no es el mismo ahora que hace 30 años. Es un ejercicio de imaginación y de pruebas el conseguir acomodarte a las tendencias en el vino", cuenta. Como decía Carlos Falcó, los vinos de hace 30 años hoy serían sencillamente imbebibles.

Y es que los vinos, a diferencia de los productos de moda y los accesorios, no se ven, solo se sienten. Un bolso de Chanel te entra por los ojos: no hay que ser un entendido del cuero y de la calidad de un bolso; basta con desear la manifestación del estatus, basta con mostrar a la gente que perteneces a un colectivo concreto –aunque no sea más que una apariencia–, basta con registrar en tu cerebro el logo de la marca francesa para desearlo.

Pero en el mundo del vino, al igual que ocurre con las fragancias, el lujo es más que nunca y más que en ningún otro producto una experiencia, un sabor, un olor, un tiempo, y nada más.

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