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Katy Mikhailova

Ocho pulseras, dos rubias, una moto y una calva

En el PP han pasado del "Amo a Laura" y el pelo engominado al hippychic de pelo desenfadado.

La política se moderniza. Entre las nuevas generaciones del PP, desde hace ya unos cuantos años, se ha pasado del look "Amo a la Laura" al hippychic en donde la raya al lado con pelo engominado ha dado paso al pelo desenfadado; al tiempo que los jerseys anudados al cuello han sido cruelmente sustituidos por palestinas a lo Cospedal. La caótica aparición de un coletas descarado y atrevido que se remanga las camisas como símbolo de "yo trabajo" o una especie de Zapatero más guapo y más joven como Pedrito obliga a los más tradicionales a modernizarse.

Sin que sea ni muchísimo menos una consecuencia de lo anteriormente citado, José María Aznar era un adicto a las pulseras ibicencas. Casualmente, Borja Gutiérrez, alcalde de Brunete por el PP desde 2011 y quien se presenta nuevamente a la candidatura, es otro de esos políticos que adornan un look de traje y corbata con ese toque colorido e informal. Decora sus dos muñecas con numerosas pulseras. Calcula, tal como me contó la última vez que le vi, que habría unas ocho en cada mano. Entre tales pulseras, no puede faltar una con la bandera de España, que le acompaña día y noche para recordarle que una España unida y libre, una España orgullosa de ser España, existe y es posible. Cuenta que muchas de esas pulseras son regalos de vecinos de Brunete, y que últimamente se ha puesto de moda que le regalen este tipo de complemento. Aunque le toca seleccionar. Una barba de dos días es la estética que ha escogido, quizá voluntariamente o por mera dejadez; forma parte de esa cara política amable y comprometida. Pero la modernidad y la cercanía no sólo se aprecia en la vestimenta, sino que también toma por costumbre visitar casa por casa a los vecinos de este municipio, llegando a alcanzar un total de 400 casas visitadas en 2014. Una medida que muy pronto fue apadrinada por Antonio González Terol, alcalde de Boadilla.

Pero superar la moto y la chupa de cuero de Santiago Abascal es complicado. Sus clásicos renovados, llevados a su indumentaria, demuestran que se puede ser tradicional pero también moderno. Al fundador de VOX no le falla el discurso verbal, como tampoco el no verbal, algo que choca, como ya saben y como escribí antaño en Carta a un sindicalista, a los líderes de la UGT y CC. OO. que ostentan los Rolex y bufandas de Burberry.

Albert Rivera sabe cómo sacarle partido a esa cara dulce y bonita, aunque de cuando en cuando suelte alguna perla lejos de ser considerada políticamente correcta. Viste de traje, pero su fresco rostro y a veces su mirada un tanto inocente le permite ser moderno aun disfrazado de pingüino.

Sin embargo las dos rubias de Madrid son las protagonistas de la política madrileña, aunque una más que otra. Esperanza Aguirre, por su seguridad, carácter, decisión y por no tener pelos en la lengua, por llevar un Toro Watch con la bandera española, aun vistiendo tradicional, tiene una personalidad tan fuerte que no precisa de chupas de cuero o tacones de infarto para demostrarle a España que aquí está ella. A Cifuentes, por contra, se le ha descubierto un tatuaje, es una amante de la alta costura española y se la ha podido ver en el ‘front row’ de diferentes diseñadores de Cibeles; pero su frialdad con al defensa de la vida no termina de convencer a sus votantes.

Y no puedo no terminar mi columna hablando de la calva de Varoufakis, aun saliéndome de la política nacional, pues parece ser que esconde cierto atractivo que yo no termino de ver. Dicen que el hombre calvo o rapado —tenemos a Zidane, imagen de Mango, que no me parece nada del otro mundo— denota poder y fortaleza. Y es que los orígenes de tal infundada teoría se remontan al antiguo Egipto en donde los faraones se rapaban el pelo para simular una estética de dios. Así son las cosas y así se las he contado, desde mi profunda subjetividad, porque a fin de cuentas, la belleza está en los ojos del que mira.

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